José Ramón Muñiz Álvarez "NO TODO ES HABLAR DE - TopicsExpress



          

José Ramón Muñiz Álvarez "NO TODO ES HABLAR DE ESPADAS" (Debate) “No todo es hablar de espadas, de lanzas y de coraje, si en este hermoso paisaje almas hay enamoradas. Más que las armas cruzadas es el amor cosa cruel”, dijo, desde su corcel, el marqués con osadía a la gente que sentía en su voz la amarga hiel. “Y es el amor el guerrero más difícil de vencer, si en la lucha ha de vender el instinto traicionero. Y pues rapaz embustero es el amor que nos hiere, siento que el amante muere en el terrible desdén”. Dijo otras cosas también, para todo el que lo oyere: “Quién creyera los amores que os comento, pues se ve que amantes sois, como sé, de los ojos más traidores. Y escasos son los favores del amor que nos condena, que amarrado está a la pena el amor más encendido, que el que de amor fue vencido vive unido a su cadena. Quién creyera que en verdad es tan cruel como traidor, con su fuego y su calor, el amor en su maldad. Y no ha de tener piedad, pues es harto despiadado”. Dijo al marqués un soldado: “Acaso es lo más doliente, porque es el amor hiriente con el triste enamorado: claro mirar encendido ante el cual hoy me acobardo, era el veneno del dardo del amor que me ha rendido”. Y el marqués, que es decidido, confesó su voluntad, que, rendido a su maldad, era ya solo un cautivo, y quiso el amor esquivo causar su infelicidad. “¡Oh, raro canto de amor que destrona, con su beso, el blando rayo travieso que deja ese resplandor! ¡Si tuvieras el valor de confesar quién es ella…!!” Supo decir la querella el marqués con un suspiro, que, dejado a su retiro, habló de morir por ella. “Y es que me miro abrasado en las alas de ese niño que capa viste de armiño como un rey entronizado. Pero es Cupido malvado al hechizar en mi amada ese brillo de alborada que trae la separación”, añadió con devoción, que es tal como decir nada. “Duro es el brazo en la guerra, que, como el mismo granito, une su fuerza a su grito al descender por la sierra. Y siempre la paz destierra ese pujante clamor que lanza con gran furor quien siente el pecho guerrero, que ha de temblar el acero para medir el valor. Por otra parte os diré que no solo algún zagal siente el amor celestial y el fuego en él que se ve. Pues, según lo que yo sé de los males del amor, siente el más hondo dolor quien convierte su esperanza, porque, si el amor lo alcanza, menguar puede su valor. ¡Quién sabe si los rumores no alcanzarán tu osadía!”, respondió sin cobardía uno de aquellos señores! “¡Pues hablan murmuradores de esos raros amoríos quienes solo tienen bríos para pedir la venganza, que, de tanto andar en danza, suelen ser graves los líos!” Por eso a la anochecida se oyó al rey, que a la mesnada habló con voz agrandada, colérica y encendida. Les dijo: “Tal vez la vida perdáis en tan loco empeño, mas no es el amor pequeño en el que sabe morir en el dur0 combatir por lograr tan alto sueño. Que pide la dignidad que en el pecho se acreciente ese corazón valiente que defiende su verdad. Pues es vuestra libertad lo que con tanta bravura encenderá la locura que el espíritu arrebate cuando, al alba, ante el combate escape la sombra oscura”. Dijo también: “Vuestra fe en un corazón henchido el ánimo engrandecido para mayor gloria lo ve. Y no penséis que no sé que el pecho abriga temores, porque no pocos dolores acechan al que se enfrenta, porque el valor hoy sustenta a quien vive por amores. Y es la fuerza del honor la que llena vuestro pecho, que nunca faltó derecho a combatir al traidor”. Dijo: “Soy batallador, y a la vera de esta sierra, juntos haremos la guerra contra esa pasión callada por el amor agrandada, si es que en el pecho se encierra”. Y el marqués dijo prudente: “Pienso que es bueno que sienta el vino la dura afrenta del pecho que el amor siente. Que es sentimiento doliente ese que apura callado el febril enamorado hasta que llega el mesón, donde limpia el corazón, si con vino lo ha curado. Porque pide la conciencia de la gente más sensata la pasión que se desata al disfrutar de su esencia. Y es el amor la inocencia del que, acaso derrotado, no sabe que se ha dejado a su triste perdición, porque llora el corazón al hallarse desdichado. Quien muestra mayor sentido en las cosas que ha de hacer, sabiendo lo que es beber, será un hombre muy cumplido. Porque, huyendo de Cupido, de su dureza y su hielo, ha de cambiar por el vuelo del amor más delicado el licor embotellado que nos llena de consuelo”. “Por eso no ha de dormir la conciencia más despierta, porque la muerte a su puerta, no tardando, ha de venir. Y, pues prestos a morir, lucharemos con gran brío, entre lo templado y frío”, contestó, no sin despecho, enseñando el duro pecho, el soldado en desafío. “Que si lo pide el linaje de los padres heredado, no he de verme acobardado y he de mostrar mi coraje. No verá el honor ultraje en quien su sangre derrama, y es que si el alma declama estos versos encendidos, los ánimos consumidos han de luchar por mi dama”. Vino un noble a replicar: “Con la llama más temprana, la grandeza soberana destreza será al luchar. Y, si dispuesto a matar, hallo la muerte más bella, no querré en esta querella mostrarme yo temeroso, sino fuerte, como el oso cuya zarpa descabella”. 2013 © José Ramón Muñiz Álvarez "Poemas para Mael y Jimena"
Posted on: Wed, 25 Sep 2013 23:54:07 +0000

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