LA COMEDIA MUSICAL AMERICANA Dado el entusiasmo con que fue - TopicsExpress



          

LA COMEDIA MUSICAL AMERICANA Dado el entusiasmo con que fue acogido un film parcialmente musical como El cantor de jazz (1927), por su condición de primera película hablada, no es de extrañar que, en los primeros momentos del cine sonoro, todos los estudios de Hollywood se lanzaran a producir grandes espectáculos en los que se combinaba la palabra, el canto y la danza, como fueron Hollywood revue 29 (Hollywood Revue ofl929) o La melodía de Broadway (Broadway Melody, 1929), esta última galardonada con el segundo Osear a la mejor película que se concedía en la historia del cine. Aunque esta moda fue pasajera, el escapismo musical siguió gozando de buena salud a lo largo de los años de la Depresión gracias al director de Broadway Busby Berkeley, que en películas como La calle 42 (42nd Sfreef, 1933) y Vampiresas 1933 (GoldDiggersofl933) llevó a la pantalla sus calidoscópicos números de danza, en los que tomaban parte verdaderas legiones de coristas. Ése fue también el año en que se estrenó Volando hacia Río de Janeiro (FlyingDown to Rio), donde figuraba un número secundario ejecutado por los bailarines Fred Astaire y Ginger Rogers que atrajo especialmente el interés del público, marcando así el inicio de una de las asociaciones más sublimes que dio el género. Respaldados por las coreografías de Hermes Pan y una dirección artística sensacional, obra de compositores de la talla de Irving Berlín, Ira Gershwin y Colé Porter, la pareja Astaire-Rogers revolucionó el musical con su relajado perfeccionismo y su habilidad para contar historias a través de la danza. Entre sus más grandes logros se cuentan películas como Sombrero de copa (1935) y En alas de la danza (Swing Time, 1936). Los años treinta produjeron, no obstante, muchos y muy variados talentos, desde Jeanette MacDonald y Nelson Eddy, con sus populares operetas, hasta Alice Faye y Bing Crosby, pasando por niños prodigios como Shirley Temple, Deanna Durbin y, ya a finales de la década, dos artistas juveniles tan completos como Mickey Rooney y Judy Garland, que encontraría su tema musical por excelencia en la canción «Over fhe Rainbow» de El Mago de Oz (1939). Mientras Doris Day alcanzaba gran popularidad con sus películas de la Warner, Betty Grable y Carmen Miranda se convertían en dos figuras indispensables de la vistosa nómina de talentos de que alardeaba la Twentieth Century Fox. Sin embargo, quien verdaderamente dominó la historia del musical fue el equipo de producción de la M-G-M que dirigía Arthur Freed, cuya obra fue objeto de un homenaje en la recopilación Érase una vez en Hollywood (Thats Entertainment, 1974). Utilizando la más magnífica paleta de colores que pueda imaginarse y dejando vía libre para que los creadores experimentaran al máximo con los límites técnicos y estéticos del musical, el equipo de Freed consiguió crear películas como Cita en San Luis (Meet me in St Louis, 1944) y El pirata (The Pírate, 1947), o sacar a Fred Astaire del retiro para proporcionarle una serie consecutiva de éxitos, desde Easter Parade (1948) hasta La bella de Nueva York (TheBelleofNew York, 1952) y Melodías de Broadway (1953). También dejaron que Gene Kelly y el director Stanley Donen sacaran el musical a las calles de Nueva York en Un día en Nueva York (1949) y que recrearan la aparición del cine sonoro, para que sirviera de telón de fondo a la jubilosa Cantando bajo la lluvia (1952), o que, de nuevo Gene Kelly, aunque en esta ocasión en compañía de Vincente Minnelli, creara una de las más admiradas secuencias de ballet cinematográfico en Un americano en París (1951). Inexplicablemente, a finales de los cincuenta la comedia musical clásica comenzó a perder el favor del público. Excepción hecha de unas cuantas películas, a cual más descerebrada, hechas a la medida de estrellas como Elvis Presley, la norma fueron las producciones lujosas basadas en éxitos contrastados de Broadway, caso de El rey y yo2 (1956) o las muy oscarizadas West Side Story (1961) y Sonrisas y lágrimas (1965). Las innovaciones aportadas por las coreografías y el estilo de Bob Fosse dieron lugar a algunas obras notables como Noches en la ciudad (Sweet Charity, 1968) y Cabaret (1972); mientras que fueron, precisamente, la Liza Minelli de esta última película y de New York, New York (1977) y la Barbra Streisand de Funny Girl (1968) y Yentl (1983), unas de las pocas estrellas contemporáneas que consiguieron brillar en el género musical. Bette Midler con La rosa (The Rose, 1979) y Ayer, hoy y por siempre (For the Boys, 1991); John Travolta con Fiebre del sábado noche (Saturday Night Fever, 1977) y Grease( 1978); la muy costosa Annie (1982) o la decepcionante Stepping Out (1991), aún ofrecen a los asiduos de las salas de cine un eco de lo que fue la gran época del musical, mientras que las constantes reposiciones televisivas y la difusión en vídeo dan fe de la vigencia de las antiguas glorias del pasado.
Posted on: Thu, 31 Oct 2013 14:57:44 +0000

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