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LA CRONICA DIGITAL El mapa de pobreza en Entre Rios abarca las ciudades mas grandes Paraná capital entrerriana es un ejemplo de ello. Muchisimas familias padecen y viven en condiciones extremas desde hace muchisimo tiempo sin que el estado proponga una solucion, real concreta. Bajo la forma de subsidios el estado asegura haber logrado la "inclusión" o al menos asi lo manifiestan publicamente.Una historia de pobreza a diez cuadras del centrol. Víctima de la violencia de género optó por preservar su vida y luchar por la de sus hijas. Una casilla en el Volcadero fue su refugio, pero se convirtió en un problema para sus hijas. La menor padece sarnilla y la contaminación agrava la salud. Paraná capital entrerriana es un ejemplo de ello. Muchisimas familias padecen y viven en condiciones extremas desde hace muchisimo tiempo sin que el estado proponga una solucion, real concreta. Bajo la forma de subsidios el estado asegura haber logrado la "inclusión" o al menos asi lo manifiestan publicamente.Una historia de pobreza a diez cuadras del centrol. Víctima de la violencia de género optó por preservar su vida y luchar por la de sus hijas. Una casilla en el Volcadero fue su refugio, pero se convirtió en un problema para sus hijas. La menor padece sarnilla y la contaminación agrava la salud. Poco más de media hora había pasado del encuentro. La garganta seguía picando, los conductos nasales y los labios estaban secos, beber agua era una necesidad imperiosa y el olor a humo permanecía impregnado en el abrigo. Signos de un problema que sigue vivo. En el barrio San Martín de Paraná (popularmente conocido como el Volcadero debido a que hasta allí llega la mayor parte de los residuos de la ciudad) vive Estefanía Zapata junto a sus tres hijas: Candela de 6 años, Nerea de 4 y Oriana de 2. En una casilla prestada esperan por una solución urgente. El camino comenzó en la parroquia Guadalupe, y mientras el padre Gustavo Mendoza avanzaba por calle República de Siria los saludos se multiplicaban. Tras descender apenas unos 100 metros la contaminación interpeló todos los sentidos. La basura se ve, se palpa, se respira, se siente. Al verlo llegar Candela, la mayor, corrió a los brazos del padre Gustavo. Tenía en sus manos el cuaderno que todos los días lleva a la escuela. Orgullosa le contó lo que esa mañana había aprendido. Estefanía no tiene trabajo. El aporte de dinero que recibe a través de la Asignación Universal por Hijo le permite atender algunas de las necesidades básicas de sus pequeñas. Para lo demás cuenta en muchos casos con la solidaridad de la gente del barrio y las donaciones que llegan a la parroquia. La soledad no fue su elección de vida. Fue una decisión. Víctima de la violencia de género optó por preservar su vida y luchar por la de sus hijas. El día de la entrevista cumplió 23 años. Lejos estuvo de ser para ella un día festivo. Se la veía triste y cansada. El brillo en sus ojos fue constante y las lágrimas nublaban su vista. Dos veces rompió en llanto durante la charla. Sus hijas no parecían sorprenderse, sentir llorar a mamá es para ellas una triste costumbre. Escucharla conmociona. “Va a hacer un año que estoy acá. Tuve una mala separación y tomé la decisión de agarrar mis tres hijas y venirme. Quise hacer un bien, pero al final hice un mal porque la más chiquita ahora tiene el cuerpito brotado. Acá estoy, preocupada por la salud de la nena”. Cuatro meses atrás comenzó su trajinar, cuando Oriana en su piel dio signos de alerta. Estuvo internada en el hospital San Roque y allí le dijeron que la pequeña padece sarnilla: “El doctor me dijo que ella va a ser alérgica a todo. A los chanchos que hay, a los caballos, a los perros, a este ambiente”, explicó Estefanía. La solución es clara y única: “Me dijeron que no viva en este lugar o que me hagan una vivienda donde pueda estar bien con la nena”. Esto tiene sentido, ya que además del posible contacto con animales infectados, la presencia constante del humo y la contaminación ambiental empeoran notablemente los problemas en la piel. A todo ello se suman las constantes afecciones respiratorias, un factor común entre los niños que habitan el Volcadero. Ante las recomendaciones médicas Estefanía se movilizó: “Me dijeron que tenía que ir al Copnaf (Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia) y fui enseguida. En estos cuatro meses seis asistentes sociales han venido a verme. Ahora ya no sé quién tiene mi caso porque hoy (por el jueves) vino otro asistente social para que le dijera cómo estaban todas las cosas. Me pidieron los controles de las nenas y me sacaron mucha información. Yo doy todas las explicaciones porque no miento y mis hijas necesitan un techo”. En el barrio San Martín faltan muchas cosas, pero abunda la solidaridad. Cuando decidió salir sola a enfrentar la vida fue una vecina del Volcadero la que le cedió un espacio en su casilla donde resguardarse. Un año lleva en ese lugar. Pero además la joven madre encontró apoyo en la parroquia, en la escuela de Candela, en el jardín de Nerea, en el centro de salud del barrio y en grupos de personas que nucleados en ONG trabajan por los que más lo necesitan: “Mis hijas y yo estamos muy contenidas, nos sentimos seguras con la gente de la iglesia y con todos los que nos ayudan. Son todo lo que tengo”. El pedido es contundente: “Lo que me gustaría es que no me mientan. Si no pueden darme una casa que aunque sea me ayuden de a poco con materiales. Nosotros estamos juntando ladrillos porque vienen unos camiones con escombros y estamos limpiando un terreno de acá arriba para poder hacer la casita. Yo no quiero plata, necesito ayuda”. Su fuerza es indiscutible: “Estoy luchando sola, las estoy criando a las tres. Una piba sola como yo no aguanta las cosas que estoy aguantando”. “A veces hay que asesorarla porque le mienten” Para el padre Gustavo la historia es conocida. Junto a las mujeres que trabajan en la parroquia, la ONG Suma de voluntades, Paranin, el centro de salud y la escuela del barrio, fueron los primeros en acompañar a Estefanía en su lucha. Si bien el caso no es único, Mendoza entiende que es atendiendo situaciones particulares una buena forma de iniciar el camino hacia una solución definitiva y para todos. “Muchos de los gurises de acá sufren enfermedades de la piel por el tema de la misma contaminación que hay, de la basura, de los perros. Los problemas respiratorios y los problemas de la piel, casi todos los sufrimos”. Si bien desde la parroquia Guadalupe intenta dar respuesta a las necesidades más urgentes, hay situaciones que superan su capacidad de gestión: “Siempre recurrimos a las instituciones que están presentes en el barrio, pero hay casos como el de Estefanía que tienen su complicación. Entendemos que hay cosas que no tienen soluciones mágicas, pero también entendemos que es una cuestión de decisión política. Las cosas pueden hacerse si se quiere. No es imposible. Tal vez se trata de atender y acompañar estos casos puntuales”. Él en persona acompañó a Estefanía a las oficinas del Copnaf. Él estuvo con ella durante la internación de Oriana y él fue quien acudió a su llamado cuando la obligaron a abandonar un hostel. Al respecto relató: “Como ella no tenía vivienda el Copnaf le pagó un hostel para que pudiera vivir con las nenas por un tiempo hasta que se llegara a la solución definitiva. Sin embargo al tercer día la sacaron a la calle”. Por prescripción médica Oriana no podía estar en contacto con el ambiente del Volcadero y ante tal situación la alojaron en un hostel ubicado a dos cuadras de la peatonal San Martín: “Salí apurada con las nenas y cuando volví a buscar algo de ellas que me había olvidado me dijeron que a las 11 tenía que desocupar, que me tenía que ir de ahí. Lo llamé al padre Gustavo que si podía buscarme porque tenía que desalojarme”, recordó Estefanía, a lo que el padre agregó: “La sacaron a los tres días porque no pagaron más e incluso quedaron debiendo”. Mendoza remarcó que “la promesa de la vivienda está desde el primer momento, pero no se ha avanzado en eso. Ella no puede vivir así. Necesita al menos una piecita con un bañito para que pueda estar mejor. Nosotros estamos gestionando todo lo que podemos. A veces hay que acompañarla, contenerla y asesorarla porque le mienten o le dicen otra cosa”. El padre destacó que “Estefanía se ocupa de sus hijas y eso es un valor. Ella está sola y hace todo lo que le dicen que tiene que hacer. Las nenas están atendidas, van a la escuela y tienen todos los controles al día”. Gustavo ve en este caso la posibilidad de abrir las puertas a una solución que abarque a todos los vecinos del barrio: “Ojalá que todas estas cosas sirvan para que se vayan resolviendo varias cuestiones concretas. En algunos aspectos vamos caminando, pero me parece que también hay que apuntar a cosas que son básicas, como una vivienda digna, agua corriente, electricidad. Nada de eso hay en el barrio”. Según detalló, en el Volcadero habitan unas 60 familias y casos como los de Estefanía se encuentran a cada paso: “Podría recorrer el barrio y enumerar muchas situaciones como esta. Por todo esto me interesa mucho lo de la planta (de tratamiento de residuos) porque creo que esa puede ser una solución. Va a permitir sanear y limpiar un poco el barrio porque no podemos vivir entre la basura”. Mendoza evaluó que en este último tiempo “lo único que cambió es que le echaron tierra y el volcadero está un poco más abajo por eso no molesta tanto el humo en la ciudad. Pero a las cosas hay que llamarlas por su nombre. Creo que hay buena voluntad para que nuestro barrio sea distinto, pero hoy lo que vemos es que a 10 cuadras del centro estamos viviendo entre la basura y ahogados por el humo”.
Posted on: Mon, 26 Aug 2013 22:00:58 +0000

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