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LA HISTORIA DE LA IGLESIA 27a. sesión: Siglo XII Edad Media: Císter. Escolástica. Impulso espiritual: Los cistercienses y otras órdenes En el empeño de renovación espiritual y eclesial, otros hombres buscaron formas nuevas de consagrarse a Dios, seguidos de numerosos discípulos. Entre ellos, los cistercienses, fundados en el siglo XI, como dijimos anteriormente; los canónigos regulares y los templarios. Los cistercienses tuvieron gran importancia a partir de su fundación por san Roberto de Molesmes, que adoptó los moldes heredados por san Benito y del que hablamos ya en el capítulo anterior. San Bernardo de Claraval dio impulso notable a esta orden 85 . Entró en Citeaux junto con treinta compañeros, todos ellos pertenecientes a familias nobles de Borgoña (1112). Tres años más tarde, y a los veinticuatro años de edad, Bernardo fue hecho abad del nuevo monasterio de Clairvaux (Claraval), por él fundado (1115). Él solo fundó 66 abadías. Fue tal su influjo que muchas veces lejos de su abadía intervenía en numerosos asuntos de la vida de la Iglesia y de la cristiandad. Contribuye a la reforma del clero. Denuncia el relajamiento de Cluny. Invita a los obispos a una mayor pobreza y al cuidado de los pobres. Pone fin a un cisma en la Iglesia de Roma, el cisma de Anacleto, y propone un programa de vida al monje de Clairvaux (Claraval) que ha sido elegido Papa, Eugenio III. Bernardo se esfuerza en cristianizar la sociedad feudal: ataca el lujo de los señores y predica la santidad del matrimonio. Predicador de la segunda cruzada en Vézelay y en Spira (1146), intenta poner fin a la matanza de los judíos que algunos exaltados creían ligada a la cruzada. No cabe duda de que Bernardo es ante todo un maestro espiritual. Es el uno de los grandes doctores de la Iglesia, para él todo parte de la meditación de la Escritura. Más que en la ascesis y en los ejercicios, Bernardo insiste en la unión con Dios, y reduce toda la religión a la práctica de la caridad. Propone un itinerario de retorno a Dios que conduce del conocimiento de sí mismo a la posesión de Dios. Sobresalen sus sermones sobre la Virgen y sobre el Cantar de los Cantares. Papas y reyes, príncipes y pueblos experimentaron el atractivo de la santidad de este gran protagonista de la historia. El Cister experimentó un asombroso desarrollo en vida de san Bernardo. Baste decir que la comunidad de Claraval llegó a contar con 700 monjes, que la docena de abadías de la orden existentes a su llegada eran 342 a la hora de su muerte y que esta cifra todavía crecería hasta ser unas 700 a finales del siglo XIII. Nacieron luego los canónigos regulares de san Agustín. Practicaban la denominada “vita canonica”, que consistía sobre todo en la comunidad de dormitorio y refectorio (comedor) y en la observancia de la llamada “regla de san Agustín”. Ciertos capítulos regulares llegaron con el tiempo a relacionarse entre sí, creando uniones o congregaciones de canónigos de san Agustín, entre las que destacaron los canónicos regulares de san Juan de Letrán y los de san Víctor. La más importante de todas esas fundaciones canonicales fue la realizada por san Norberto en Premontré (1120), que dio lugar a la orden de los Premonstratenses, difundida pronto por toda Europa y que desarrolló una gran actividad misionera. Finalmente, como culminación del ideal de la caballería cristiana y prueba, a la vez, de la honda impregnación religiosa del oficio de las armas, nacieron las órdenes militares, una creación característica de la Edad Media europea. Surgieron de una fusión del monacato y de la profesión de las armas propia de la clase nobiliaria. Su origen ha de buscarse en algunos pequeños grupos de caballeros, que se dedicaron a servir a los cristianos enfermos en un hospital de Tierra Santa o a proteger a los peregrinos que acudían a visitar los Santos Lugares. El desarrollo alcanzado por las órdenes militares desde el siglo XII se debió al fuerte impulso espiritual que san Bernardo dio a la sociedad cristiana y a las guerras de cruzada, en las que las órdenes tuvieron un papel preponderante. Eran, pues, monjes guerreros, cuyo objeto consistía en cuidar de Tierra Santa y realizar diversas obras de beneficencia. Nacieron los hospitalarios 86 de san Juan, que atendían a los enfermos; los templarios, que habitaron el Templo de Salomón reconstruido por Herodes; los teutones que, aunque nacidos en Palestina, en el siglo XIII trasladaron su sede a la Prusia oriental y consiguieron la sumisión y cristianización de los últimos pueblos paganos del nordeste de Europa. Dicha orden se secularizó en tiempos de la reforma protestante. Y en España vio la luz la Orden de Alcántara, la de Calatrava, la de Santiago. Éstas surgieron al hilo de la lucha por la reconquista. La Iglesia, guardiana y fomentadora de la cultura: El siglo de oro de la Escolástica Las escuelas monacales salvaron de la hecatombe a la sabiduría y las obras clásicas. Las materias enseñadas en aquellas aulas eran gramática latina, retórica y dialéctica, por una parte; aritmética, geometría, astronomía y música, por otra; así como teología. Aparecieron también las escuelas episcopales, anexas a las catedrales. En este ambiente cultural nació la Escolástica y los grandes teólogos. Desde san Agustín hasta el siglo XII no se habían realizado estudios apreciables en la elaboración teológica. En este siglo XII nació el método escolástico, propiamente dicho. ¿En qué consistía? Se planteaba una cuestión –si Dios existe…si el alma es inmortal…si el hombre es animal racional… Después se exponían los argumentos contrarios y se ofrecía la opinión del propio autor, dando respuesta a las objeciones. Los escolásticos se entregaban a la razón como herramienta indispensable para el estudio de la teología y la filosofía, y a la dialéctica –la yuxtaposición de posiciones contrarias, seguida por la resolución del asunto mediante el recurso a la razón y la autoridad- como método más adecuado para abordar cuestiones de interés intelectual. Se registran grandes avances culturales, se redescubren los filósofos griegos –especialmente Aristóteles- a través de traducciones del árabe hechas en Toledo y en Sicilia, y poco a poco su filosofía se va imponiendo en la enseñanza. Este nuevo modo de pensar (lógica) y de ver el mundo (filosofía) se introdujo en las escuelas catedralicias, en las escuelas monacales y luego en las universitarias. Nacido en estas escuelas, tomó el nombre de escolástica. Existe un período llamado pre-escolástica que tiene por representante a san Anselmo, abad del monasterio de Bec y arzobispo de Canterbury, que incentivó a la razón en la explicación de la fe. Pero su florecimiento se dio en las Universidades, que tuvieron su origen en la Iglesia, sobre todo cuando llegaron a sus cátedras los talentos de las órdenes mendicantes. Es la llamada edad de oro de la teología medieval. Estos pertenecen propiamente al siglo siguiente y son los franciscanos: Alejandro de Hales (1245), san Buenvantura –general de la orden franciscana (1274), Rogelio Bacon (1294) y Juan Duns Escoto, profesor en Oxford, París y Colonia. Los talentos dominicos son: san Alberto Magno (1280) y santo Tomás de Aquino, su discípulo (1274). Otros talentos de este tiempo son: Pedro Lombardo, arzobispo de París, llamado el Maestro de las Sentencias 87 , una obra que, junto con la Biblia, habría de convertirse en el libro de texto fundamental para los estudiantes de teología en el curso de los cinco siglos siguientes; Pedro Abelardo buscó con precisión la traducción de la Biblia y de los textos de los Santos Padres. Sus enseñanzas morales fueron tachadas de subjetivas; por eso, optó por terminar sus días en un monasterio, dedicado a la oración y fiel hijo de la Iglesia; San Bernardo de Claraval, teólogo y maestro de la vida espiritual, del que ya hablamos. Se hizo célebre su frase: “La medida del amor a Dios consiste en amar a Dios sin medida”. San Bernardo propagó la devoción a la Virgen. CONCLUSIÓN Terminamos este siglo XII; siglo monástico por excelencia, y donde la religiosidad de los laicos estuvo poderosamente influida por la espiritualidad monacal. Estos siglos monásticos, XI y XII, corresponden a los tiempos de una sociedad europea de tipo agrario y señorial, en la que los monasterios, levantados en medio de los campos, constituían desde todo punto de vista grandes centros de vida para la población de la comarca. Muchos laicos acudían a los monasterios, impulsados sobre todo por el deseo de participar en los beneficios espirituales que la vida santa de los monjes podía merecerles. Así mejoraban su vida cristiana y se preparaban para la eterna bienaventuranza. Y dado que hablamos de san Bernardo en este siglo, pongamos punto final a este siglo con dos citas suyas. Una es sobre las dos espadas, cuando comenta Lucas 22, 35-38: “La una y la otra espada pertenecen a la Iglesia, a saber, la espada espiritual y la espada material. Pero ésta debe ser sacada para la Iglesia y aquélla debe ser sacada por la Iglesia; la primera por la mano del sacerdote, la segunda por la mano del caballero, pero desde luego por orden del sacerdote y por mandato del emperador” (Carta 256). Y la otra es un decreto papal: “Instruidos por la autoridad de nuestros predecesores y de los demás santos padres, hemos decidido y establecido que, después de la muerte de un papa de la Iglesia universal de Roma, ante todo, los cardenales obispos deberán buscar al más digno, en común y con la más cuidadosa atención; luego harán venir a los cardenales clérigos; finalmente, el resto del clero y el pueblo se adelantarán para adherirse a la nueva elección” (Decreto del año 1059, del Papa Nicolás II). ------------------------------------------------------------------------ 85. Fue san Bernardo quien dijo al papa Eugenio III, al darse cuenta de que los papas se preocupaban más de lo temporal: “¿Cuándo rezamos? ¿Cuándo enseñamos a los pueblos? ¿Cuándo edificamos la iglesia?...En el palacio pontificio resuenan cada día las leyes de Justiniano y no las del Señor”. 86. Los hospitalarios fueron la vanguardia de la cristiandad y cumplieron esta función hasta muy entrada la Edad Moderna. La isla de Rodas fue un tiempo su reducto y, tras la conquista de los turcos, la orden prosiguió la lucha desde la isla de Malta, cedida por Carlos V para compensar la pérdida de Rodas. Aquí los hospitalarios –los caballeros de Malta- mantuvieron una soberanía independiente que perduró hasta finales del siglo XVIII, cuando la isla fue ocupada por Napoleón en su camino hacia la campaña de Egipto. 87. Este libro es una exposición sistemática de la fe católica y se refiere a numerosos asuntos, desde los atributos de Dios, hasta cuestiones como el pecado, la gracia, la Encarnación, la redención, las virtudes, los sacramentos y las cuatro realidades últimas (muerte, juicio, cielo e infierno). De manera muy significativa, buscaba la conciliación entre la dependencia de la autoridad y la voluntad de recurrir a la razón para explicar las cuestiones teológicas.
Posted on: Fri, 05 Jul 2013 20:07:13 +0000

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