LA HISTORIA DE LA IGLESIA 39a. sesión: Siglo XVII Edad Moderna. - TopicsExpress



          

LA HISTORIA DE LA IGLESIA 39a. sesión: Siglo XVII Edad Moderna. Un siglo misionero Absolutismo. Regalismo, galicanismo. Galileo. América cristiana. INTRODUCCIÓN Es el siglo del absolutismo, donde los soberanos tanto católicos como protestantes, intentan adueñarse de todas las instituciones. Es más, comienza en este siglo una ciencia política que busca justificar el absolutismo: el rey debe poseer todo el poder para garantizar la seguridad de los súbditos. También se considera a este siglo como el siglo del nacionalismo religioso, del galicanismo y del jansenismo De las tres fuentes de autoridad: Dios, rey y ley, uno debe identificarse con las últimas dos. El gran teórico es Bossuet 185 hace su propuesta: poder absoluto y centralizado; la división de poderes es la anarquía. El poder del soberano viene de Dios 186 solamente y no responde a ningún “pacto social”. El rey es un enviado de Dios. La máxima expresión del absolutismo está en Francia y en su monarca Luis XIV. Hubo una gran identificación entre la iglesia católica, fuertemente protegida por la monarquía, y el monarca, que pasa a ser algo casi sagrado. La Iglesia queda sometida al estado, lo que no dejará de causar problemas en el futuro –galicanismo-. La Iglesia, pues, se ve dominada por el estado y se tiende a un proceso cada vez más acuciante de laicización. Se desvirtúan las formas de piedad y una especie de virus antirromano y antijerárquico –regalismo, jansenismo...- mina las fuerzas de amplios sectores de la vida nacional. El siglo XVII es, en definitiva, el pórtico por el que van a tener acceso a la iglesia y a la sociedad cristiana las corrientes desintegradoras del siglo XVIII. Se abre una fuerte oposición entre dos mundos, germano y latino; dos ideologías, católica y protestante 187; dos estructuras, eclesiástica y laica liberal; dos épocas, el sistema medieval de los Austrias y el de nueva versión, liberal y democrática de los príncipes alemanes y de los países del norte; dos ciencias, la ciencia experimental y el racionalismo filosófico. La Iglesia perdió la hegemonía de la sociedad: ésta se aparta poco a poco y se descristianiza. Se abre paso la hegemonía del poder civil, se seculariza la vida pública y ante el cansancio de las fuerzas católicas, ciencia y teología, se abre paso un ancho sendero a la irreligión y al ateísmo. Ya no existe aquella unidad religiosa de antes. I. SUCESOS ¿Hasta dónde puede llegar el absolutismo de los príncipes? “El Estado soy yo”… ¿En serio? Es un siglo bajo el absolutismo de los príncipes, sobre todo de Francia, España y Austria. En Francia se llamó “galicanismo”; en España, Italia y Portugal se llamó “regalismo”; en Alemania “febronianismo”, y en Austria “josefismo”. La máxima expresión de absolutismo está en Francia y en su monarca Luis XIV, el famoso rey que dijo: “El Estado soy yo”. Hubo una gran identificación entre la Iglesia católica, fuertemente protegida por la monarquía, y el monarca, que pasa a ser algo casi sagrado. La iglesia queda sometida al estado, lo que no dejará de causar problemas en el futuro –galicanismo-. Dado que los papas de este siglo eran en general mediocres, cansados y débiles, los príncipes se aprovecharon de ellos, dándoles crecidas sumas de dinero a la hora de elegir un nuevo papa. Incluso ponían su veto, si no les gustaba el candidato. Este absolutismo trae sus raíces de finales de la Edad Media: “El rey no tiene sobre sí más superior que a Dios”. Más tarde, se llegó a decir: “Lo que place al rey tiene vigor de ley” o “el príncipe no está obligado por la ley”. Expresiones todas que favorecen el poder absoluto de los reyes. El rey recibe, pues, su autoridad de solo Dios y sólo ante Él tiene que responder de sus actos. Al rey le compete el supremo poder legislativo, jurisdiccional y ejecutivo; puede disponer de los bienes y de la libertad de sus súbditos. Éstos no tienen, con relación al príncipe, más que deberes y ningún derecho; porque la autoridad del príncipe no puede tener otros límites que su propia autoridad o su propia conciencia. Consecuencia de lo anterior, sería ese poner límites a la autoridad de la Santa Sede para salvaguardar la independencia y la autoridad de los obispos, del clero y del mismo pueblo fiel. Ambos, Estado y obispos, pretendían incrementar su independencia con respecto a Roma. Es más, la comunicación del Papa con los obispos estaría sujeta al poder civil. Los actos y las leyes del papa necesitarían la confirmación civil. Por encargo del rey de Francia, Bossuet, obispo de Meaux, redactó los cuatro artículos del Galicanismo: a) La acción del Papa y de la Iglesia debe centrarse en legislar sobre asuntos espirituales; no tiene derecho sobre las cosas temporales. b) El concilio es superior al Papa. c) Junto con los cánones de la Iglesia deben ser observados los de la iglesia galicana. d) Las decisiones del Papa en asuntos de fe sólo son irreformables si son aceptados por el consentimiento de la iglesia universal; es decir, la infalibilidad en las cuestiones de fe no corresponde al papa, sino al concilio en general. El parlamentarismo Junto a este absolutismo también se desarrolla en este siglo una experiencia muy diversa en otros países de Europa, que marcará el desarrollo político de Europa: el parlamentarismo. En Inglaterra el gran teórico fue Hobbes. Propone que cada individuo debe renunciar a sus derechos para ponerlos en un monarca por un pacto. El poder no viene de Dios, sino de la sociedad y el monarca debe estar sometido a la ley. Cuando en Inglaterra –gobernada por los Estuardos- Carlos I se proclama rey absoluto, comienza una guerra que terminará ajusticiando al rey –1642-. Cromwell establece una república, que luego se transforma en dictadura personal, cuando disuelve el Parlamento. A su muerte en 1659 se llama a ocupar el trono a Carlos II. Sin embargo, las exigencias liberales no se ven cumplidas y en 1689 se expulsa a Jacobo II y se llama a gobernar a Guillermo de Orange de Holanda –Declaración de Derechos: el parlamento está sobre el Rey-. La noción de pacto y de representatividad del parlamento es ya esencial a toda la teoría política moderna. El gran pensador inglés que le dará forma será John Locke. Otra nación que caminará por la misma huella será Holanda. Se ha forjado en una lucha de rebelión contra Felipe II, rey de España, y rechaza todo poder absoluto. Era gobernada por una asamblea nacional. La autoridad debe expresar la voluntad de la mayoría, quiere Holanda, y la religión debe separarse del derecho. Sin embargo, esta concepción está todavía muy empapada de ideas de la alta burguesía y de la aristocracia. No existe el concepto de la igualdad y se habla de “súbdito”, no de ciudadano. Por otra parte, para Felipe II de España, la autoridad viene de Dios y el monarca tiene la obligación de hacer cumplir la voluntad de Dios en la tierra a cualquier precio. La guerra de los treinta años En este caldo de cultivo sucedió en Europa una terrible guerra: la de los treinta años. Es la primera de las guerras europeas y se extiende desde 1618 hasta 1648. Comienza en Alemania ante el avance de la reforma católica –Bohemia era gobernada por Habsburgos austríacos-. Es la reacción del protestantismo alemán apoyado por el resto de Europa contra los Habsburgos hispano-austríacos. Finalmente el imperio cae por la acción de Dinamarca, Suecia y especialmente de Francia: Westfalia en 1648 y Pirineos en 1659 jalonean la derrota hispano-austríaca. Francia asume la hegemonía continental. Holanda es reconocida por España. Austria comienza su expansión hacia el este –formación del imperio austrohúngaro-; surge una nueva nación alemana: Brandeburgo, Prusia, que tanta importancia tendrá en el futuro de la nación alemana –génesis del dualismo alemán-. España se sume en una decadencia que finalizará con la entronización de un Borbón en el trono real, Felipe V, nieto del Rey Sol, de origen francés. El atrasado imperio ruso comenzará a despertar a fines del siglo con el zar Pedro, el Grande, que intenta modernizar y occidentalizar la autocracia del este. Avance de las ciencias La cultura del siglo XVII se sitúa en una perspectiva diferente de lo que había sido el pensamiento tradicional hasta el siglo XVI. La ciencia se fundamentaba en el argumento de autoridad; ahora comienza a aparecer en escena la ciencia experimental y racionalista que conduce a una nueva visión de la naturaleza y del hombre, que poco a poco, se va alejando de Dios. La universidad y las iglesias cristianas experimentan un cierto rechazo al cambio de estas actitudes intelectuales. Luteranos, calvinistas y también católicos resienten esta nueva manera de pensar, que parece atentar contra la autoridad de la iglesia. Fue un grave error que en general la historia ha exagerado, pero que contribuyó a fomentar una mutua desconfianza en el nacimiento mismo del pensamiento moderno. El caso más famoso, como veremos, es el de Galileo. La astronomía y la medicina serán los dos puntales del desarrollo científico. Figuras señeras son Copérnico, Galileo, Kepler, Paracelso y Basilio. Personaje esencial en filosofía es Descartes en su búsqueda de un método de pensar: la duda metódica, la duda de todo juicio previo. Es el inicio del racionalismo y a fines de siglo habrá triunfado en todas las universidades que antes lo prohibieran. Podemos decir que, el racionalismo no es falso por lo que afirma, sino por lo que niega; pues únicamente acepta como fuente del conocimiento a la razón. En las ciencias, el padre del pensamiento moderno es Newton. En 1686 publica sus “Philosophiae Naturalis Principia Mathematica”; la ley de gravitación universal. El descubrimiento de que el universo obedecía a leyes matemáticas fue una brusca inmersión en la profundidad del universo. Junto a él, Leibnitz en Alemania. Desde este momento la investigación y la experimentación son claves para entender el progreso científico de Occidente. Observatorios, microscopios, barómetros, termómetros...se multiplican por doquier. Veamos los hombres más representativos, en orden a nuestra historia de la Iglesia. Galileo Galilei, eximio científico, descubrió una estrella y los satélites de Júpiter. Adoptó las tesis del canónigo Niccoló Copérnico de Frauenburg, acerca del movimiento de la tierra alrededor del sol, doctrina que en aquel tiempo era repudiada generalmente por los teólogos tanto católicos como protestantes. Y cuando le dicen que el sistema heliocéntrico va contra la Sagrada Escritura, él se defiende, probando que la Biblia no pretende hacer ciencia, ni utiliza un lenguaje científico, sino un lenguaje común, como a veces lo usaban los mismos científicos. Argüía que era lo que hacían también los apóstoles y los padres, los cuales, como enseñaba san Agustín, lo que pretenden es hacer cristianos, no matemáticos, ni se preocupan de sistemas astronómicos, aunque como personas privadas pueden adherirse a una o a otra doctrina. Debemos decir que, la Iglesia condeno algunos libros de Galileo porque son un diálogo en el cual, se fortalecen los argumentos científicos pero se denigran y exponen en forma errónea los argumentos teológicos; Galileo por su deseo de probar la ciencia menosprecia algunas enseñanzas de la iglesia. Renato Descartes estudió con los jesuitas en La Flecha y derecho en París. Creó la geométrica analítica y dio un decidido impulso al espíritu científico moderno. Buscó un punto de partida absolutamente indubitable para elaborar su filosofía, tomada del espíritu mismo. En el acto de dudar, descubrió que pensaba y que por tanto existía: “Pienso, luego existo”. El hombre era una sustancia pensante a la que se unía el cuerpo. Demostró la existencia de Dios a partir de la noción de perfección que el hombre tenía en su mente. Aunque no se apartó de la fe católica y se mostró respetuoso con el cristianismo, sin embargo, algunas reflexiones suyas dan pie para ambigüedades y futuros errores filosóficos y teológicos, en los que cayeron discípulos que le siguieron, como la dualidad cuerpo y alma contraria a las enseñanzas de una sola substancia de Santo Tomás de Aquino. De hecho, al escribir su “Discurso sobre el método” (1637), compuso el más perfecto manual de racionalismo. Al tomar por principio y como punto de partida la duda metódica, inauguró el criticismo y el racionalismo filosófico, y su doctrina de la autoconciencia del “yo” (“Cogito, ergo sum”: pienso, luego existo) preparó el camino a los sistemas idealísticos modernos. Descartes nunca incluyó en su duda metódica las verdades reveladas de la fe. Fue Spinoza quien atacó de una manera fría los fundamentos de la religión. Baruch Spinoza, judío de Amsterdam, pequeño y tuberculoso, puso los fundamentos de la exégesis bíblica racionalista, soñó con fundir las religiones cristiana y judía en una especie de sincretismo moral, y fue el primero en extender, en toda su crudeza, el panteísmo moderno. No será sino hasta el siglo XIX, en el que Edmund Husserl frenaría la caída de las ciencias, que alejadas de Dios, llegaron a un materialismo positivista, dándoles nuevamente el sentido metafísico, que tuvieran en la época de Santo Tomás de Aquino, mediante la aplicación de su método fenomenológico. Pero continuemos en el siglo XVII en Europa, las ciencias, y en América, ¿qué sucedía? Sigue la evangelización por América La Iglesia católica americana prosiguió su labor de evangelización. En México nuevos pueblos fueron conquistados para Cristo. Los franciscanos avanzaron hasta Nuevo México, hoy Estados Unidos. Los jesuitas tomaron camino rumbo al noroeste de la nación: Sinaloa, parte de Coahuila, Durango, Chihuahua, Sonora, Baja California y suroeste de Estados Unidos. Entregaron a los habitantes de aquellas regiones la enseñanza religiosa y realizaron ensayos de promoción humana y social, de notables frutos para la justicia social 188 . En las reducciones de Paraguay, sin dejar entrar a extranjeros, los jesuitas organizaron a los indígenas, aprovechando las categorías culturales de éstos. Cultivaron la tierra y trabajaron en incipientes industrias. La organización social que resultó, produjo frutos abundantes. Pero los jesuitas fueron acusados de crear cotos cerrados que atentaban contra la autoridad real, que residía en Portugal. Nada nuevo bajo el sol: ¡otra vez las herejías! Además de ese absolutismo, del que hemos hablado, también otros movimientos irán socavando también el recio muro de la ortodoxia. No son propiamente herejías, sino falsificaciones o errores solapados, que se disparaban contra la autoridad de los papas y contra los sanos principios del dogma y la moral. Era el jansenismo, con todas sus secuelas; la moral laxa de los probabilistas; el quietismo o la secta de los alumbrados. Abundan las supersticiones y hechicerías; se nota una tendencia morbosa en las devociones, romerías, procesiones y otras expresiones del sentimiento religioso. Analicemos, primero, el jansenismo. Cornelio Jansen escribió el “Augustinus”, publicado después de su muerte, sobre temas candentes: predestinación, gracia y libertad. Estos son los puntos más importantes de Jansen: • Jesucristo no había muerto por todos, sólo murió para predestinados; • No existe una gracia suficiente que se dé a todos los hombres; • No hay más gracia que la eficaz, para predestinados; • Negaba la libertad y el mérito personal. Detrás de estos puntos, Cornelio afirmaba que el hombre era incapaz de rechazar la gracia. Señalaba que la redención de Cristo tenía efecto en unos cuantos, no en todos los hombres. Propagaba una moral rigurosa y asfixiante, donde veían pecado mortal en todo. La abadía francesa de Port Royal difundió con entusiasmo el jansenismo. También el insigne científico y pensador religioso Blas Pascal era jansenista y publicó sus Cartas a un Provincial, en que defendía la concepción de gracia de Jansen y arremetía contra la que a él le parecía laxitud jesuita. Dado que Jansen murió antes de publicar su libro, su amigo Saint Cyran, propaló doctrinas análogas 189. El otro gran error de este siglo fue el quietismo: fue inspirada por el español Miguel de Molinos, que propone en su libro “Guía espiritual” una mística del abandono y de la contemplación adquirida; minimiza el papel de las obras así como el de la ascesis. Por tanto, esta herejía sostenía que había que abandonarse a la acción de Dios, sin hacer más que eso y que el alma, una vez alcanzada la contemplación, ya no necesita de otros actos de virtud. San Ignacio de Loyola había enseñado que el hombre, en su afán de llegar a Dios, tenía que adquirir la santa indiferencia acerca de todas las cosas creadas con el fin de inclinar su voluntad única y decididamente a seguir la voluntad de Dios. Pero Molinos pedía una unión del alma con Dios, reducida a simple deseo de entregarse a Dios para dejar que Él entrara en el alma y actuara por ella. El alma debía llegar al estado de absoluta pasividad como un cadáver, decía. ----------------------------------------------------------------------- 185. Lo expone en su obra: “Política basada en las Sagradas Escrituras”. Ahora bien, Bossuet pone al absolutismo algunas limitaciones, porque el rey –dice- está obligado a guardar un orden; si ha recibido de Dios su autoridad y en nombre de Dios la ejerce, está obligado también a guardar las leyes divinas, a hacer lo que sea necesario para el bien público y a respetar las leyes fundamentales de la nación. 186. En Inglaterra el gran teórico Hobbes dijo que el poder no viene de Dios, sino de la sociedad y el monarca debe estar sometido a Dios y a la ley. Inglaterra estaba gobernada por los Estuardos, y cuando Carlos I quiso proclamarse rey absoluto, le hicieron una guerra atroz y terminó ajusticiado en 1642. Cromwell establece una república que luego se transforma en una dictadura personal, cuando disuelve el parlamento. A su muerte se llama a ocupar el trono a Carlos II. Será con Guillermo de Orange de Holanda, llamado a gobernar en Inglaterra, donde se impone la decisión siguiente: “El parlamento está sobre el rey”. 187. Los nuevos estados protestantes eran Prusia, Holanda, Inglaterra y Suecia. Éstos llevan la primacía de la política. 188. Son dignos de mención los franciscanos Larios, Margil de Jesús; y los jesuitas Salvatierra, Kino, Ugarte, Pérez de Rivas. 189. Estas son los puntos de Saint Cyran: Se debía estar alejado de la eucaristía meses y años, por respeto; había que hacer mucha penitencia y dar muestras de arrepentimiento antes de recibir la absolución; los días festivos sólo habría una misa en cada localidad; los presbíteros eran casi iguales que los obispos y éstos, iguales que el papa; daba autoridad a obispos para celebrar concilios nacionales; el concilio era superior al papa (conciliarismo).
Posted on: Tue, 06 Aug 2013 04:27:17 +0000

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