LA LIBERTAD Y EL LIBRE ALBEDRÍO COMO MODO DE EXISTIR DEL - TopicsExpress



          

LA LIBERTAD Y EL LIBRE ALBEDRÍO COMO MODO DE EXISTIR DEL HOMBRE El hombre no solo ha idolatrado a lo largo de su historia cultural a monumentos, símbolos, dioses, líderes, o ideologías, sino también ha rendido culto incondicional y desmesurado a determinadas palabras. Tal vez una de las más veneradas sea la palabra “libertad”, que como todo culto es acrítico, termina transformando a su objeto de pleitesía en una serie de contradicciones. Como medida preventiva contra cualquier prejuicio, podemos tomar la definición dada por la física que tiene el mérito de ser clara y distinta. La libertad se define como la falta de vínculos. Pues cuando menos vínculos existan hay un mayor grado de libertad. Este concepto es aceptable desde el punto de vista estético, pero en lo ético su bondad sin condicionamientos es solo un acto de demagogia que resurgió con fuerza durante el iluminismo. El capitalismo necesitaba justificar el valor ético del derecho a la propiedad sobre cualquier idea de justicia social o solidaridad que se le pudiera oponer. Para ello debía revitalizar algún valor que le permitiera salvar las apariencias al derecho de propiedad, que por sí solo parece demasiado materialista y basado fundamentalmente en la ambición. El término libertad parecía investida con un halo de espiritualidad y apropiada para tal fin. Máxime que la felicidad del hombre se nos ocurre impensable sin ella. Al punto se quería idealizar al vocablo que se tuvo que inventar el término libertinaje para salvar su apariencia inmaculada. En definitiva, libertad es una locución, que repito aún a riesgo de ser reiterativo, fue excesivamente venerada ya que no es en sí símbolo de lo bueno o de lo malo, sino solo de la falta de vínculos. Schopenhauer en su ensayo “Sobre El Libre Albedrío” distingue tres tipos de libertad constituyendo el modo propio del hombre. Estas son: la libertad física, la libertad intelectual y la libertad moral. También sostiene que el concepto inmediato de libertad para el común de la gente consiste en“el poder de hacer lo que uno quiera”. La cuestión no es si uno puede hacer o no lo que quiera, sino si es libre de querer lo que quiere. Es decir, si uno puede elegir libremente el objeto y el modo de querer. En realidad tanto los gustos como las preferencias ya están predeterminados por las circunstancias de la educación, la experiencia, los instintos, la genética y los prejuicios adquiridos. La voluntad no es libre porque uno solo quiere lo que la vida le hace querer. Esto fue lo que no vió Sartre, el confundió como la mayoría a la sensación de libertad con la libertad misma. El asesino que es enviado a matar por el grupo de pertenencia, en el momento de cometer el acto aún cuando esté solo ante su posible víctima, no tendrá la libertad de decidir, solo tendrá la sensación de que es libre de elegir pero hará lo que ya estaba previamente determinado por su pasado como en cierto modo sostenía Heidegger. En cuanto al valor ético de la libertad, una sociedad debe administrarla en su justa medida, a fin de que sea para el beneficio de la mayoría. Su falta o su exceso más allá de la medida que le es propia a las circunstancias genera beneficios para algunos y perjuicios para otros. Por lo tanto la libertad no puede ser total, y no es conveniente darle un valor sentimental positivo de modo incondicional, sino debe ser un producto de compromiso entre deberes y derechos. Es menester para la preservación de la sociedad considerar a la libertad como un valor que no es superior a la justicia ni al bien común, por el contrario es un instrumento para lograr esto último. Lamentablemente si se implementaran mecanismos para medir en cada circunstancia el grado de libertad necesario, seguramente con el tiempo los grupos de poder lo volverían a manipular desnaturalizando su objetivo original. El libre albedrío es una forma de este término, aplicado directamente a un ser consciente, específicamente al ser humano. La pregunta sería sí puede existir o no en la naturaleza humana. La importancia de definir su existencia radica en que se pretende que sea la base moral de todo juzgamiento. Si la definición correcta de la libertad es la capacidad de elegir opciones, implica que habrá consecuencias morales a partir de su ejercicio. Supongamos que existe el libre albedrío y estamos ante una situación hipotética, vamos por un sendero y llegamos a una bifurcación del mismo dividido en sendos caminos. Ambos son idénticos y no poseemos ninguna información respeto a lo que existe más allá de la bifurcación. En principio es una situación de equi-probabilidad. Cualquiera de las alternativas puede ser igualmente escogida, y el hombre para engañar a su destino puede amagar elegir uno y luego otro en un juego vertiginoso hasta finalmente quedarse con uno. ¿Podemos inferir que el resultado fue indeterminado previamente, o sea netamente azaroso?, ¿tuvo éxito en engañar al destino?, ¿no es más lógico pensar que cada una de las alternancias ya estaba predeterminado por las leyes de la física?, por lo tanto ¿puede decirse que el hombre es libre o por el contrario, está determinado? Anicio Boecio se preocupó por el tema en un momento muy especial de su vida, cuando aguardaba la muerte en una prisión. Quiso realizar el proyecto de Sócrates: lograr que un rey se haga filósofo para que construyera el estado ideal, sin embargo fue condenado a muerte por el emperador ostrogodo Teodorico. Éste inició una persecución contra los cristianos y acusó a Boecio de traición y de prácticas mágicas. En la prisión, a la espera de su ejecución, escribió su obra póstuma: “Consolación De La Filosofía”. El supuso que todo acontecimiento emanaba de una causa, o sea negaba rotundamente la posibilidad de la in-causalidad en los fenómenos naturales. Nada nace de la nada. Como sostenía Aristóteles todo es parte de una cadena de causas. Lo azaroso solo puede estar en la ignorancia del hombre sobre el futuro y de todas las fuerzas que entran en juego en un evento. Decía en su libro: “la concurrencia de las causas y su mutua concatenación proceden del orden inflexible del universo, que teniendo su origen en la Providencia, determina el lugar y el tiempo de cada cosa”. ¿Pero cómo puede darse el libre albedrío, o sea la libertad de acción si todo está predeterminado? Para superar esta fragante contradicción, Boecio sostiene que existe la predestinación en todos los hechos naturales, pero cuando se trata de actos voluntarios existe la libertad. Obviamente esta separación entre hechos voluntarios y naturales es un artificio enmarañado. Las experiencias de laboratorio llevados a cabo por la CIA sobre lavados de cerebros o conductas modificadas, según los archivos decodificados después de la Guerra Fría demuestran el alto grado de dependencia de la voluntad de decisión de una persona respecto a la inducción proveniente del exterior, inclusive en actos extremadamente reñidos con la moral, tales como los asesinatos. Una muestra actual de ello es que en los países modernos como Dinamarca y Holanda, se puede controlar los impulsos asesinos y de violación con la inoculación de determinados mensajeros químicos (castración química). En los laboratorios de Estados Unidos se aisló la onda cerebral, o sea la frecuencia, de lo que generaría el impulso asesino incontrolable. Su denominación es por el contrario bastante fría, la onda NP500. También se sabe que un daño en las amígdalas, región cerebral relacionada con las emociones, puede generar una conducta violenta descontrolada o asesina. Por lo tanto la conducta, y el acto de elección no pueden separarse de los fenómenos naturales, es parte de ellos y en consecuencia también debe ser predestinado. Si es predeterminado por el mundo y sus circunstancias, no puede ser juzgado exclusivamente desde la moralidad, puesto que el hombre solo seria parte de un engranaje inmodificable por él. El delincuente podría tratarse de una víctima de la fatalidad del destino que le toco vivir, su destino ya estaría absolutamente definido de modo inevitable. Si se lo juzgara con una condena, se estaría agregando un dolor injustamente gratuito a quien es un convidado de piedra en el juego de los acontecimientos, una marioneta del destino. Pero por otra parte si existiera de algún modo el libre albedrío, este solo podría ser in-causado, y como es in-causado nadie puede ser parte de una causa que no existe, por eso es in-causado. En ese caso tampoco sería culpable dado que el juzgado en cuestión no intervino en absoluto para que se produzca un hecho que provino de la nada. En apariencia llegamos a una conclusión simple en cuanto a que si alguien puede ser juzgado o no. Tanto si existe el libre albedrío como si no existe, moralmente nadie puede ser juzgado por sus actos, dado que no existe la culpabilidad. La libertad real de elegir estaría relacionado, en todo caso, directamente con la in-causalidad, esto con el caos y no con la conciencia racional. Esto significa que la sociedad juzga como modo de controlar el orden público, pues de otro modo se caería en un caos. La ley se aplica para evitar la autodestrucción de la sociedad tal como se encuentra, no porque tenga en el fondo una legitimidad moral absoluta. Sin embargo muchos han querido ver en la Teoría Quántica el último bastión donde se podría refugiar el Libre Albedrío, pero la misma habla de una incertidumbre en el conocimiento del futuro por la relación sujeto cognoscente y objeto conocido, no de una indeterminación del futuro. Habla más bien de ignorancia de conocimiento simultáneo de variables no conmutativas, que de indefinición del destino. Esto significa que la teoría quántica hasta donde se sabe no tiene relación con el libre albedrío. En definitiva, la libertad responsable en el hombre parece más bien un invento. Por parte de los iusnaturalistas para justificar moralmente la represión del estado (inútilmente, porque la represión legal se justifica con la necesidad de un orden para la convivencia social , no con otra cosa) y por parte de Sartre para satisfacer el ego con el supuesto mérito moral de los actos libres. En todo caso la duda es lo más parecido al ejercicio de la libertad del alma, por eso se la debe defender como un derecho innegociable en el hombre. Y aun si la libertad es un absurdo como todas las quimeras humanas, creer en ella es una necesidad sicológica para lograr la felicidad, por lo tanto como tantos prejuicios necesarios hagamos como que existe y continuemos con nuestras vidas. Sostener que la libertad es una esencia del ser humano y que en ella se debe reconocer el valor supremo y absoluto con respecto al cual todos los demás valores se tornan relativos como sostuvo Sartre es una sandez, porque presupone que uno es libre de elegir lo que puede querer, lo cual es un mito porque uno quiere solo lo que puede querer. Y presuponer que la ausencia del libre albedrío en la conciencia denota una libertad moral con responsabilidad moral como propuso Schopenhauer es otra equivocacion, algo que no provocamos está lejos de condenarnos moralmente, aunque si jurídicamente como una necesidad de mantener el orden para la conservación social. En definitiva, debemos dejar de ser hipócritas, la condena jurídica no es un acto de justicia, es una necesidad social y nada más. Jesús, tal como Sócrates, dijo, “la verdad os hará libres” y Spinoza muy sabiamente aclaró que no existe la libertad, pero saber la verdad nos da una ilusión muy parecida a la sensación de libertad ya que nos desliga de las obligaciones que nos imponen los prejuicios y de las injusticias generadas por los mismos. Debo aclarar que lo antes sostenido no es un aval para la alienación de la voluntad en el destino. El hombre, en mi opinión, como no conoce las fuerzas que desencadenan los eventos debe actuar como si existiera el libre albedrio, en la suposición de que esto constituye una fuerza determinante, puesto que posiblemente los que actúan de esta manera , logran realizar sus propósitos porque es así efectivamente en la mayor parte de los casos.
Posted on: Fri, 30 Aug 2013 12:16:55 +0000

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