LECTURA DEL AÑO BÍBLICO DEL PLAN ENCUENTRO I LUNES 02 DE - TopicsExpress



          

LECTURA DEL AÑO BÍBLICO DEL PLAN ENCUENTRO I LUNES 02 DE SEPTIEMBRE DEL 2013 DESEADO DE TODAS LAS GENTES, PÁG. 519-522. Simón, el huésped, había sentido la influencia de la crítica de Judas respecto al don de María, y se había sorprendido por la conducta de Jesús. Su orgullo de fariseo se había ofendido. Sabía que muchos de sus huéspedes estaban mirando a Cristo con desconfianza y desagrado. Dijo entre sí: "Este, si fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, que es pecadora." Al curarlo a Simón de la lepra, Cristo lo había salvado de una muerte viviente. Pero ahora Simón se preguntaba si el Salvador era profeta. Porque Cristo permitió que esta mujer se acercara a él, porque no la rechazó con indignación como a una persona cuyos pecados eran demasiado grandes para ser perdonados, porque no demostró que comprendía que ella había caído, Simón estaba tentado a pensar que él no era profeta. Jesús no sabe nada en cuanto a esta mujer que es tan liberal en sus demostraciones, pensaba él, de lo contrario no permitiría que le tocase. Pero era la ignorancia de Simón respecto a Dios y a Cristo lo que le inducía a pensar así. No comprendía que el Hijo de Dios debía actuar como Dios, con compasión, ternura y misericordia. El plan de Simón consistía en no prestar atención al servicio de penitencia de María. El acto de ella, de besar los pies de Cristo y ungirlos con ungüento, era exasperante para su duro corazón. Y pensó que si Cristo era profeta, debería reconocer a los pecadores y rechazarlos. A estos pensamientos inexpresados contestó el Salvador: "Simón, una cosa tengo que decirte.... Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos de qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de éstos le amará más? Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel al cual perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado." Como Natán con David, Cristo ocultó el objeto de su ataque bajo el velo de una parábola. Cargó a su huésped con la responsabilidad de pronunciar sentencia contra sí mismo. Simón había arrastrado al pecado a la mujer a quien ahora despreciaba. Ella había sido muy perjudicada por él. Por los dos deudores de la parábola estaban representados Simón y la mujer. Jesús no se propuso enseñar qué grado de obligación debían sentir las dos personas, porque cada una tenía una deuda de gratitud que nunca podría pagar. Pero Simón se sentía más justo que María, y Jesús deseaba que viese cuán grande era realmente su culpa. Deseaba mostrarle que su pecado superaba al de María en la medida en que la deuda de quinientos denarios excedía a la de cincuenta. Simón empezó ahora a verse a sí mismo desde un nuevo punto de vista. vio cómo era considerada María por quien era más que profeta. vio que, con penetrante ojo profético, Cristo había leído el corazón de amor y devoción de ella. Sobrecogido de vergüenza, comprendió que estaba en la presencia de uno que era superior a él. "Entré en tu casa —continuó Cristo,— no me diste agua para mis pies;" pero con lágrimas de arrepentimiento, impulsada por el amor, María ha lavado mis pies, y los ha secado con su cabellera. "No me diste beso, mas ésta," que tú desprecias, "desde que entré, no ha cesado de besar mis pies." Cristo enumeró las oportunidades que Simón había tenido para mostrar el amor que tenía por su Señor, y su aprecio de lo que había sido hecho en su favor. Claramente, aunque con delicada cortesía, el Salvador aseguró a sus discípulos que su corazón se apena cuando sus hijos dejan de mostrar su gratitud hacia él con palabras y hechos de amor. El que escudriña el corazón leyó el motivo que impulsó la acción de María, y vio también el espíritu que inspiró las palabras de Simón. "¿Ves esta mujer?" le dijo él. Es una pecadora. "Por lo cual te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; mas al que se perdona poco, poco ama. La frialdad y el descuido de Simón para con el Salvador demostraban cuán poco apreciaba la merced que había recibido. Pensaba que honraba a Jesús invitándole a su casa. Pero ahora se vio a sí mismo como era en realidad. Mientras pensaba estar leyendo a su Huésped, su Huésped estaba leyéndolo a él. vio cuán verdadero era el juicio de Cristo en cuanto a él. Su religión había sido un manto farisaico. Había despreciado la compasión de Jesús. No le había reconocido como al representante de Dios. Mientras María era una pecadora perdonada, él era un pecador no perdonado. La severa norma de justicia que había deseado aplicar contra María le condenaba a él. Simón fue conmovido por la bondad de Jesús al no censurarle abiertamente delante de los huéspedes. El no había sido tratado como deseaba que María lo fuese. vio que Jesús no quiso exponer a otros su culpa, sino que, por una correcta exposición del caso, trató de convencer su mente, y subyugar su corazón manifestando benevolencia. Una denuncia severa hubiera endurecido el corazón de Simón contra el arrepentimiento, pero una paciente admonición le convenció de su error. vio la magnitud de la deuda que tenía para con su Señor. Su orgullo fue humillado, se arrepintió y el orgulloso fariseo llegó a ser un humilde y abnegado discípulo. María había sido considerada como una gran pecadora, pero Cristo conocía las circunstancias que habían formado su vida. El hubiera podido extinguir toda chispa de esperanza en su alma, pero no lo hizo. Era él quien la había librado de la desesperación y la ruina. Siete veces ella había oído la reprensión que Cristo hiciera a los demonios que dirigían su corazón y mente. Había oído su intenso clamor al Padre en su favor. Sabía cuán ofensivo es el pecado para su inmaculada pureza, y con su poder ella había vencido. Cuando a la vista humana su caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno. Vio los rasgos mejores de su carácter. El plan de la redención ha investido a la humanidad con grandes posibilidades, y en María estas posibilidades debían realizarse. Por su gracia, ella llegó a ser participante de la naturaleza divina. Aquella que había caído, y cuya mente había sido habitación de demonios, fue puesta en estrecho compañerismo y ministerio con el Salvador. Fue María la que se sentaba a sus pies y aprendía de él. Fue María la que derramó sobre su cabeza el precioso ungüento, y bañó sus pies con sus lágrimas. María estuvo junto a la cruz y le siguió hasta el sepulcro. María fue la primera en ir a la tumba después de su resurrección. Fue María la primera que proclamó al Salvador resucitado. Jesús conoce las circunstancias que rodean a cada alma. Tú puedes decir: Soy pecador, muy pecador. Puedes serlo; pero cuanto peor seas, tanto más necesitas a Jesús. El no se aparta de ninguno que llora contrito. No dice a nadie todo lo que podría revelar, pero ordena a toda alma temblorosa que cobre aliento. Perdonará libremente a todo aquel que acuda a él en busca de perdón y restauración. Cristo podría encargar a los ángeles del cielo que derramen las redomas de su ira sobre nuestro mundo, para destruir a aquellos que están llenos de odio contra Dios. Podría limpiar este negro borrón de su universo. Pero no lo hace. El está ahora junto al altar del incienso presentando las oraciones de aquellos que desean su ayuda. A las almas que se vuelven a él en procura de refugio, Jesús las eleva por encima de las acusaciones y contiendas de las lenguas. Ningún hombre ni ángel malo puede acusar a estas almas. Cristo las une a su propia naturaleza divino-humana. Ellas están de pie junto al gran Expiador del pecado, en la luz que procede del trono de Dios. "¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros." (Romanos 8: 33, 34)
Posted on: Mon, 02 Sep 2013 03:40:14 +0000

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