La Casta Militar. En el Imperio Incásico el ejército estaba - TopicsExpress



          

La Casta Militar. En el Imperio Incásico el ejército estaba constituido por una elite militar salida de la nobleza, cumpliendo funciones de mando en todos los niveles de la jerarquía castrense. Los jefes de la milicia armada, cuando no procedían de la nobleza, eran ennoblecidos por sus hazañas o premiados por sus méritos. El jefe Supremo del Ejército era el Inca, quien en ocasiones delegaba su autoridad imperial a sus hijos o a los miembros de su familia que se hubiesen distinguido por su capacidad y por sus aptitudes militares. Para salir en campaña escogía a sus generales y capitanes, de entre los que habían recibido una educación y adiestramiento adecuados. El ordenamiento jerárquico estaba dado por el siguiente detalle: - Ustipay, que equivalía a General en Jefe; - Hatún Apu, que equivalía a jefe de 5.000 hombres; - Hatún Apu, Ratin, que equivalía a reemplazante del anterior (J.E.M.); - Apu, que equivalía a jefe de 2.500 hombres; - Apu Ratiun, que equivalía a reemplazante del anterior (J.E.M.); - Guaranka Camayok, que equivalía a jefe de 1.000 hombres - Pachaj Camayok, que equivalía a jefe de 100 hombre; y - Chunca Camayok, que equivalía a jefe de 10 hombres. La organización militar. Existía algo similar a la División Ligera, con la asignación de 5.000 hombres; a la Brigada con la de 2.500 hombres; al REGIMIENTO, con la de 1.000 hombre (No existía ninguna Unidad equivalente al Batallón); a la Compañía con la agrupación de 100 hombres y a la escuadra o el grupo de combate con diez hombres. Por la anterior relación se ve que la organización del Ejército incásico no era binaria, ni terciaria, ni cuaternaria, sino decimal, la que concordaba perfectamente con la idiosincrasia de los quechuas y aymaras, siguiendo la misma pauta con que estaban organizados los ayllus. La Formación militar. Huaracu. La preparación de los cuadros de mando se hacía en una escuela Militar, establecida en Collacampata-Cuzco, donde profesores experimentados y viejos guerreros daban instrucción a jóvenes escogidos por su fuerza física y clara inteligencia. Y es así que para imprimir aquella educación militar en los postulantes, que debían pertenecer precisamente a la realeza incaica con una edad no menor de 16 años ni mayor de 18. La formación de carácter y las aptitudes guerreras. El adiestramiento de los novicios comenzaba con un riguroso ayuno, para después hacerlos correr con su arma y equipo desde el cerro Huanacaure hasta la fortaleza de la ciudad, distante unos nueve kilómetros, el primero en llegar ya podía pensar en convertirse en jefe de grupo. En toda forma se forjaba el carácter y las aptitudes guerreras, para que con su ejemplo pudieran arrastrar a sus tropas en las luchas encarnizadas que llevaban a cabo para conservar el Imperio o para agrandarlo por medio de la conquista. En los ejercicios de combate propiamente, se constituían dos bandos, uno para la defensa y otro para el ataque y alternaban en las misiones para capturar fortalezas o puntos del terreno. Hacían prácticas de tiro con dardos, flechas, hondas, etc., para probar su puntería y adquirir destreza en su manejo. Los nobles debían saber hacer sus armas (siempre que no fueran de metal) y sus hojotas. Los capitanes y maestros les daban instrucción teórica por medio de disertaciones y conferencias, recordándoles las hazañas de sus antepasados, su espíritu guerrero y su voluntad de vencer y al mismo tiempo les inculcaban la magnanimidad y mansedumbre; rectitud al juzgar los actos de otros. Los sometían a mil privaciones y esfuerzos. El hijo del Inca en la preparación militar. En este adiestramiento participaba también con el mismo rigor que los demás, el hijo del Inca, heredero del Imperio, cuando tenían suficiente edad para poder hacer los ejercicios. Decían que para reinar mejor debían experimentar todas las fatigas e incidencias de la guerra, para que así supiera estimar, honrar y gratificar a los que en ella los sirvieran. Al cabo de uno o dos años de esta educación y cuando los postulantes habían adquirido el hábito guerrero y la destreza necesaria en el manejo de las armas, se celebraba en el Cuzco la fiesta llamada “Huaracu”, cuya acepción es la de armar caballeros, en la que con la concurrencia del Inca y los grandes del Imperio, se les declaraba caballeros de la guerra, a semejanza de lo que hoy se hace en la graduación de los subtenientes de nuestro Colegio Militar. La Organización del Ejército. El ejército de los incas ha tenido que contar necesariamente con comandos eficientes, con conocimientos estratégicos y tácticos sumados al convencimiento lógico de que sólo por la guerra podían hacer la grandeza del Imperio. Ese ejército también cultivaba los factores morales como la disciplina, la lealtad, la subordinación y el amor a la Patria, que son las virtudes esenciales de un Ejército que llegó a presentar un alto coeficiente de eficiencia para conquistar tantos territorios y someter tantos pueblos. Durante su época de esplendor, su doctrina de guerra, que se basaba en principios generales, visaba la ofensiva, pues, sabían que el fin de la guerra era el de aniquilar al adversario y que su objetivo político era el de conquistar territorios para agrandar su imperio. Los incas no hubiesen podido llevar a cabo sus grandes conquistas, sin una organización perfecta de su instrumento vital, el Ejército. La organización de sus fuerzas se asemejaba a la del ejército romano, donde las legiones se dividían en centurias y éstas en decurias. El Servicio Militar. El servicio militar era obligatorio y se estimaba que la décima parte de la población estaba constantemente bajo banderas. Se calcula que los monarcas hayan podido tener un ejército permanente de 200.000 hombres, distribuidos en dos cuerpos: El Ejército combatiente y el Ejército de portadores. Se sobreentiende que las tropas regulares, eran de un efectivo suficiente para su empleo en el campo de batalla, mientras que los “portadores” eran los encargados de transportar todos los abastecimientos necesarios al apoyo logístico, sea en llamas o a las espaldas de los hombres. En suma, tan vastas campañas como las que realizaron, necesariamente exigía una perfecta organización en todos los campos, como vemos a continuación. Sistema de Movilización. En el Imperio Incaico por la dilatada extensión de su territorio, por la necesidad que tenían de atender campañas militares a grandes distancias y obligados a desplazarse únicamente a pie, tuvieron que optar por el sistema de la movilización regional, que era facilitada por sus magníficas estadísticas llevadas al detalle y su sistema de contabilidad decimal. Las previsiones tomadas con anterioridad permitían una movilización perfecta, empleando poco tiempo y de este modo se adelantaban al adversario en tiempo y espacio para imponer su iniciativa, con lo cual queda dicho que los ejércitos del Imperio tenían superioridad por disposición y de este modo tenían una gran ventaja para alcanzar la victoria. Aspecto Logístico. Para emprender toda campaña se preparaba cuidadosa y metódicamente su “plan”, tanto en el campo táctico, estratégico y orgánico, pero fundamentalmente daban énfasis al aspecto logístico. Al alistar su ejército para una operación tomaban muy cuenta la región donde debían actuar, sin olvidar claro está la extensión de la red caminera, el clima y los productos y el ganado existentes; para de acuerdo a eso adecuar su plan de apoyo logístico. En lo posible se buscaba la posibilidad de subsistir con los recursos de la explotación local, aunque sin desechar el abastecimiento desde la zona de retaguardia. Material Bélico Los ejército del Inca, usaban armas primitivas y empleaban la madera y la piedra para fabricarlas. Como no conocían la pólvora, todas ellas eran contundentes, cortantes y arrojadizas. Como arma contundente estaba la macana (Huajtana), construida de madera de kjeñua; como punzante, una especie de lanza o pico de madera denominada chonta, churqui y turipina; como cortantes el hacha o cuchillo de piedra o bronce; como arrojadiza empleaban hondas para lanzar piedras, en cuyo manejo eran diestrísimos, así como la flecha y los dardos. Empleaban a manera de artillería las galgas, haciendo rodar enormes piedras, cuesta abajo y en los lugares donde hacían más daño. Como armas defensivas usaban, cascos de madera llamados “umachijmas” y “ñahuichijmas”. También usaban envolturas de diferentes colores en la cabeza y una coraza de cobre, de algodón o de madera. Intendencia. Los bienes y los productos de la tierra servían ante todo a las necesidades del Estado y se dividían en tres partes: la del Sol, la del Inca y la del pueblo. Las del Inca servían para alimentar a la familia real y al ejército. La alimentación era frugal; carne seca (charque) de llama, maíz, papas, chuño y la insustituible coca. A lo largo de las rutas se alzaban a intervalos regulares, albergues o tambos destinados a hospedar a las tropas en marcha y también a los escasos viajeros en tiempos de paz. Junto a algunos de esos alojamientos existían depósitos de provisiones pero, las mayores acumulaciones de abastecimientos se hacían en las fortalezas, que servían como puntos de apoyo para las conquistas territoriales. Los soldados llevaban trajes peculiares de su comarca o provincia adornándose con una especie de turbante. Los jefes de sangre usaban casco de plata o de cobre adornado con vistosas plumas. El cazado consistía en la ojota (wisko) de cáñamo o cuero. El Inca llevaba entre sus atavíos, encima del Llauctu o diadema que ostentaba la imagen del Sol, dos hermosas plumas: blanca y negra. El vestuario era apropiado a los diferentes climas en que debían efectuarse la campaña; así se usaban, trajes de lana en regiones frías y de algodón en las cálidas. Cuando acampaban, usaban tejidos de algodón a manera de toldos empleando a veces nuestro sistema de acantonamiento en los tambos, pero también hacían vivac. Ingeniería. Los incas sabían perfectamente que la fortificación es un poderoso auxiliar de la estrategia y la emplearon con maestría en diferentes partes, sin que ello impidiera que su verdadero ejército fuera completamente móvil, tal como lo demuestran sus campañas. Las obras de fortificación estaban distribuidas en todos los puntos de paso obligado de los ejércitos enemigos, ya sea en los cerros, en los desfiladeros o en sitios inaccesibles. Comunicaciones. Aunque no se trata aquí como servicio, sino como un medio para comunicarse de un confín a otro del imperio, los incas organizaron el sistema de postas ultra-rápido mediante una carretera de relevo de chasquis (mensajeros o estafetas). Estos se desplazaban a pie por los caminos, llevando y trayendo con brevedad los mensajes, del rey; para lo cual se habían establecido cada cuatro o cinco kilómetros unos cuantos mozos, porque decían que era la distancia que un indio podía correr con ligereza y aliento, sin cansarse. El recaudo o mensaje que los chasquis llevaban era de boca. No bien el correo portador del mensaje llegaba a la posta inmediata, sin darse respiro, no bien llegaba, transmitía a uno de los corredores allí estacionados, quien después de tomar conocimiento del recado partía inmediatamente a gran velocidad hasta la posta siguiente y así sucesivamente. Las palabras eran muy pocas y muy concertadas y corrientes, para no olvidarse y para no cambiar el sentido del mensaje. Otros recados se llevaban, no de palabra, sino por escrito, si vale el término, en mundos o quipus, dados en diferentes hilos y colores y por supuesto con un significado expreso. Para transmitir la información también se usaba el humo durante el día y el fuego durante la noche; este recurso era permanente para anunciar la sublevación de una provincia, la presencia del enemigo u otro acontecimiento de gravedad. Los Abastecimientos. La organización logística en el Ejército de los incas ha sido una de las más adelantadas en su época y desde la distancia se mira con admiración, no obstante los muchos siglos transcurridos. Muchos de los procedimientos de aquel entonces aún se practican en la actualidad, como aquello de la acumulación de los abastecimientos escalonados a lo largo de las principales vías camineras. Hay que recalcar que las armas, vestuario, pero principalmente víveres, eran suministrados por los habitantes de la región que eran movilizadas las tropas, las mismas que eran alojadas en los tambos existentes; en estos tambos o en sus proximidades habían enormes graneros y almacenes para acumular todos los implementos bélicos y las vituallas en general, para proveer a los ejército en marcha. El combate y su preparación. La Inteligencia y la preparación para el combate. Para llevar a término su política expansionista los incas, previamente recogían informaciones de los pueblos por someter, tomando datos respecto a su importancia demográfica, de la significación de sus centros poblados, espíritu guerrero, costumbres, religión, riqueza agrícola y ganadera; pero también de detalles geográficos y topográficos con detalles de ríos, pantanos, cordilleras o selvas inaccesibles. En vista de estos antecedentes procedían a organizar su ejército, cuidando de seleccionar los cuadros de mando, recurriendo a los más experimentados. Después las fuerzas eran sometidas a un entrenamiento riguroso y adecuado, de acuerdo a la zona en que debían actuar. La Campaña. Una vez preparado el ejército, se salía en campaña con el Inca a la cabeza, quien raras veces delegaba el mando a otro. Frente al adversario se intentaba una ofensiva diplomática, entrando en conversaciones por medio de emisarios, pero como normalmente se mostraban rebeldes y pertinaces se recurría a la fuerza y as la eficacia de las ramas; una vez vencidos sus oponentes, el Inca procedía a la anexión de las provincias conquistadas. La infantería y su organización. Al contrario de los romanos no conocían el caballo, todo se reducía al arma de infantería y como los egipcios estaban divididos en arqueros, honderos y piqueros. Combatían a semejanza de éstos en masa. La Estrategia y la Táctica. Se afirma que los incas tenían nociones de Estrategia, pero donde brillaron con destellos propios fue en el campo táctico. En la conquista del Antisuyo, coinciden cuatro columnas sobre su objetivo y los distintos caminos, para caer en conjunto sobre su adversario (Maniobra por Líneas Exteriores). Se observa también que el monarca después de la declaratoria de guerra se apresura en reunir o concentrar sus tropas, para anticiparse a los movimientos del enemigo y estar en condiciones de impedir la reunión de los agrupamientos adversarios. (Maniobra por Líneas Interiores). La descripción de un combate. La descripción de un combate la debemos a la pluma de Francisco de Jerez, quien apunta lo que sigue: “En el campo de batalla tenemos a los honderos, que tiran con hondas, piedras guijeñas, lisas y hechas a mano, de hechura como de huevo; los honderos traen rodelas que ellos mismos hacen de tablitas angostas; tras éstos vienen otros con porras y hachas; las porras son de braza y media de largo, y tan gruesas como de lanza jinete; la porra que está al cabo engastonada es de metal, tan grande como el puño, con cinco o seis puntas agudas tan gruesas cada punta como el dedo pulgar; las hachas son del mismo tamaño y mayores; la cuchilla de metal, de ancho de palmo como alabarda; tras estos vienen piqueros con lazas de 30 palmos; en el brazo izquierdo traen una manga con mucho algodón sobre la que juegan con la porra”. “Todos vienen repartidos en sus escuadras con sus banderas y capitanes que los mandan con acierto. En terrenos accidentados, emplean una especie de orden abierto o disperso y cuando el adversario está en un desfiladero o quebrada lo atacan con honda y dardos y hacen rodar grandes pedrones”. Devorando a los vencidos. Practicaban la antropología con ritos orgiásticos, al final de la batalla, devorando a los vencidos después de arrancarles el corazón. Profesaban sin embargo el culto a los muertos. Francovich, asegura que los indios “no pensaban en la inmortalidad del alma, sino que el cadáver pasaba a ser una cosa mágica con poderes especiales. Si verifican el origen del Pujllay de Chuquisaca (Los shonko Micu) encontrarán una relación.
Posted on: Sat, 28 Sep 2013 15:14:57 +0000

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