“La Cita” La cita se había programado en casa del viejo - TopicsExpress



          

“La Cita” La cita se había programado en casa del viejo periodista y acordaron volverse a encontrar allí mismo días después pero a última hora hubo un cambio de planes. El periodista esperó en el lobby del hotel a que apareciese el político. Mientras veía discurrir a los clientes del hotel, entrando y saliendo cómo si nada fuera con ellos o como si nada les importase demasiado a excepción del clima exterior y poco más. Huele a limpio y todo está muy ordenado, decoración carísima y piezas de arte originales a las que nadie observa con el interés adecuado sino con una indiferencia discordante. Si les hubieran cambiado los objetos por flores nadie habría notado el cambio. Al cabo de diez minutos, programados para hacerle esperar, apareció el político. Llegaba junto a dos hombres con cara de pit-bull y de espaldas tan anchas que podrían derruir una pared a empujones. Al llegar junto al salón del lobby despidió a los guarda-espaldas con una sonrisa indecentemente marcial y estrechó la mano del periodista retirado. -¿Lleva mucho tiempo esperando? –dijo en primer lugar. -No, señor presidente. No se preocupe –dijo el periodista sin mostrarse molesto por la premeditada espera. -He tenido que resolver unos asuntos de última hora pero nada grave. Tome asiento, por favor –el presidente señaló un mullido sofá que invitaba al sueño con solo mirarlo. Elías había ejercido el periodismo durante cuarenta años y su olfato narrativo no había mermado en absoluto. Había conocido los primeros pasos del periodismo informativo en España, Transición y posterior Democracia. Conocía los entresijos que existían tras las banderas y estrados. Era capaz de saber cuando un hombre le mentía o se encontraba inseguro. El presidente lo estaba y tenía motivos para ello pese a que realizaba esfuerzos inhumanos para no desvelar su inseguridad. -Bien ¿Qué le parece que dejemos a un lado los formalismos y vayamos directos al asunto que nos concierne? -Me parece perfecto –dice el viejo, mucho más tranquilo y sereno. -¿Aún tiene la pretensión de publicar esas informaciones? -Por supuesto –dijo sin egocentrismo, casta profesionalidad. -Supongo que es usted consciente de a lo que se expone. -No demasiado pero me gustaría saberlo. -No le estoy amenazando –frunció el ceño el presidente. -No he dicho lo contrario pero prefiero tratar directamente con el “jefe” -Admiro su profesionalidad. Dicen de usted que es el mejor periodista de este país. -Dejé de ser periodista. Estoy jubilado –aclaró conciso -. Yo sólo me dedico a realizar mi trabajo con la mayor seriedad posible pero le aseguro que hay otros verdaderamente buenos. Además, odio los halagos. -Sí, lo sé ¿Desea tomar algo? –el presidente señala la cafetería que debe encontrarse en algún sitio inapreciable. -No, estoy bien. -Dice usted que dejó de ser periodista… -Bueno, es un modo de hablar. Verdaderamente uno nunca deja de ser periodista, supongo que de igual modo nunca se abandona del todo la política ¿O sí? –preguntó con cierta inquina que ni esperaba respuesta ni pretendía objeciones. -Es un tipo duro. No me va a poner las cosas fáciles ¿verdad? -¿Qué es fácil para usted? -Qué me permitan realizar mi trabajo con flexibilidad, que no se interpongan en la forma con que se gestiona el partido y que se asuma de una vez que todos estamos obligados a enfrentarnos a esta terrible crisis… -Tengo que interrumpirle –Elías se le acerca sin abandonar su sillón -. Hace unos minutos dijo que dejásemos a un lado los formalismos y me está lanzando el típico discurso preelectoral. Hágase a la idea de que no habla con un votante, no porque yo los desprecie o considere incapacitados, sino por qué sé cuando un político miente. -Bien, bien… Usted va más allá. -Voy por el camino que debo ir y no por el que usted me tiene preparado. Esas informaciones se publicarán dentro de dos días, lo cual le deja uno para decidir si tiene algo que contar antes de que eso suceda. El presidente respira profundamente. Elías se sonríe por que en la posición en que se encuentra puede verle los calcetines. -No puedo evitar confesar que este asunto se nos escapa de las manos y que supondrá una bomba de relojería pero no pienso realizar ninguna declaración. Usted, como periodista debe entender eso. -Aja –se limita a responder. -Y también debe entender que mi partido no puede verse involucrado en una trama de estas dimensiones. -Pues lo está. -Necesito más tiempo. -¿Usted cree que soy idiota? -No. Creo que es un hombre comprensivo y que sabrá entender que esto puede llegar a afectarle… -Ahora sí me está amenazando. -Usted no puede publicar esa información y sí lo hace debe tener en cuenta que usaremos todos los medios que estén a nuestro alcance para desprestigiar a su periódico. Temo decirlo así pero debemos defendernos de los ataques. -Lo considero adecuado, es más, considero que toda la opinión pública se enternecerá con las disputas generadas entre un medio informativo y el propio gobierno de España. -¿Se enternecerá? –dijo sonriente. -Sí. Usted me amenaza y yo me burlo. -Apartaremos a cualquier juez que intente sentenciarnos. -Hagan lo que crean oportuno. Hay millares de jueces y algunos de ellos están demasiado sensibilizados con las causas sociales. -¿Eso cree? ¿Cómo puede estar seguro de lo que va a hacer? -Por qué no nací ayer. Sería oportuno que realizase unas declaraciones previas a la publicación de los documentos de su tesorero, o ex-tesorero, como prefieren llamarle ahora. -Da por asumido que sigue adelante. -Tanto que sería capaz de jugarme la vida. -¿Por qué coño hace todo esto? Su periódico ya goza de un reconocimiento incomparable. -Le repito que no es mí periódico. -Trabaja para el. -Trabajo para mi conciencia y de ahí que lo que me interese sea dar vía libre a la verdad. -¿Qué verdad? -Si ustedes descubrieran un asunto así en la oposición no lo sacarían a la luz por miedo a que ellos actuasen del mismo modo pero yo lo haría de igual forma. -No le creo. -No importa lo que usted crea, sino lo que usted va a hacer para decirle a las personas de este país que su partido político lleva años financiándose a costa de dinero negro y que precisamente procede de donantes empresariales que recibían contratos a cambio. Eso es lo que importa. -¿Cuántos conocen estas informaciones? –dijo el presidente mostrando gran interés. -Todo mi equipo y sus propios informantes, claro está. -¿Quiénes fueron? -Me resulta chocante que no sepa que los periodistas protegemos a nuestras fuentes. -Usted quiere convertir esto en el nuevo Watergate. Es una idea demasiado ambiciosa como para calar en la gente y sobre todo dada la actual situación. -Es por eso mismo que calará, ya tan al fondo que cuando quiera darse cuenta tendrá reuma de por vida. -No pienso hacer ninguna declaración. Eso sería cogerme las manos. -Entiendo pues, que pretende mantener la mentira hasta dónde sea preciso en busca de un milagro que tape el asunto. -No. Entienda mejor que todos cometemos errores y que nosotros seremos los encargados de solucionarlos. -Este tipo de errores son de los que afectan a la seguridad nacional y por eso son los jueces quienes deben juzgarlos. Ustedes son políticos, no jueces. -¡Por dios, Elías! –negó con la cabeza -. Poner a un gobierno contra las cuerdas y creerse un ciudadano decente es una obviedad sin sentido. -Sus mentiras electorales son un “sin sentido”. Ha llegado la hora de apretarles las tuercas. -¿Ve? Es un asunto personal. -Sí pero no una venganza personal. El periodismo también está cambiando, como la política. Es el momento de sumarse al cambio o morir en el intento. Lo que ocurre es que el cambio que promueven ustedes, los jerarcas de la nueva política liberal, es un cambio de escasas garantías sociales y muchas ventajas para cierto número de privilegiados. -Me sermonea y a fin de cuentas sólo busca vender periódicos. -Buscamos vender periódicos; yo, la dirección editorial y hasta la competencia. Fíjese que este asunto le saldrá rentable incluso a aquellos de sus medios informativos más afines. Vamos a vender periódicos todos, incluyendo a los más derechistas. Debería alegrarse por ello. -¿Qué otras opciones disponemos? -El tecnócrata es usted. Yo sólo tomo notas y respondo de mis actos. El presidente se agita en su asiento. Los pit-bull no cesan de vigilarle desde la puerta. La decoración sigue estando ahí y las flores no aparecen por ningún lado. Lo que si aparece es una claridad envolvente que ilumina el lobby con una insurgencia natural, como si aquellos dos hombres no fuesen parte de un asunto importante, sino dos organismos vivos aislados que un buen día desaparecerán sin dejar rastro. -Me gustaría invitarle a comer –dice el presidente y se acaricia la barba con detenimiento. -No, lo lamento. Una vez salga de aquí será con la resolución definitiva. Está noche empezamos a trabajar. -Pero usted dijo que me concedía dos días. -Sí y así es pero el trabajo comienza hoy, de un modo u otro. -Sea sincero; ¿Qué cree que sucederá después de publicar esas cuentas? -Se producirá el caos. En primer lugar será un shock para muchos ciudadanos pero no para todos y eso le dará a su partido una ventaja provechosa que sospecho usarán a tumba abierta. El inconveniente será que otros periódicos se sumarán a la “cruzada”, independientemente de su ideología, lo cual fomentará que vayan emergiendo nuevas noticias sobre el caso. Claro está que al principio apenas serán disparos aislados pero las bombas seguirán surgiendo y una a una e irán minando la capacidad de resistencia de su partido. Les obligará a esgrimir argumentos de todo tipo y hasta tal punto que acabarán por envenenarse con sus declaraciones. -¿Y después? -¿Cree que habrá un “después”? -¿No le parece desmesurada la seguridad con la que se expresa? -Nada de eso, de hecho me parece que estoy siendo demasiado humilde. Esto es el comienzo de su caída. -Otro me sustituirá. -Sí, pero fíjese en una cosa; ¿Cuánto de preocupado no debe estar por la subsistencia de su partido como para tolerar la posibilidad de una sustitución en pos del bienestar de su partido en conjunto? -El partido es primordial. -Ese siempre ha sido su problema; la supremacía del partido. Ahora ya no son capaces de soliviantar por más tiempo esa soberanía crepuscular y esto es en sí lo que se publicará. La vejez de los viejos ideales, transformados en indecencia y fracaso. El dibujo está muy claro como para eludir responsabilidades. -¿Y si hacemos un trato? –la voz melosa del presidente suena como una lengua de serpiente avanzando en una campo de hierba. -¿Un trato? –pregunta el periodista con sarcasmo -. Los tratos son para quienes salen perjudicados en cualquier caso. Yo estoy libre de perjuicio. -¿Usted cree? -Delo por hecho. -Por mucho que disimule se le ve el plumero… Usted es un rojo rabioso. -A mí los colores nunca me hicieron mucho chiste ¿sabe usted? Mi padre me dijo una vez que desconfiará de los políticos pero sobre todo de sus engaños. -¿Lo ve? Rojo crónico… -Los de su partido deberían estar cansados de usar la misma acusación día tras día. Los rojos a los que usted se refiere, son aún más deplorables porque ellos, se supone, debían estar al lado de los desfavorecidos, de los obreros, de la gente común y sin embargo hoy más que nunca sirven al modelo capitalista de la forma más descarada. -¿Qué pasará con Luís? -Cárcel, exilio, juicio… ¿Qué más da? -¿Quiero saber a qué se expone un viejo amigo? No sea pretencioso. -No. Quiere saber a qué se expone usted una vez se publique la contabilidad secreta del partido. No sea hipócrita. El presidente rió con grandilocuencia, como quién es capturado justo en el momento de realizar la fechoría. -Acabará en prisión y España entera se agitará. Los ciudadanos desconfiarán hasta del kiosquero de su barrio… -Bueno, ya va usted un paso por delante. Tenga fe, y paciencia. -No le permito que se burle de mí. -No me burlo, me limito a tirar de ironía tendenciosa. -Se burla entonces. -No. La ironía es más discreta que el humor a capela. -Tal vez un puesto en el Congreso le haría reconsiderar sus intenciones –trató de seducir. -Ni el cargo de presidente me haría dar un paso atrás. -Miente –paladeó cada sílaba. -Mañana comprobará en los titulares de los periódicos que no existe mentira alguna. Y ahora tengo que dejarle, he de trabajar durante toda la noche, ya sabe, una colaboración desinteresada con mi antigua editorial informativa –Elías se levantó y quitó las arrugas de sus pantalones. -¡Un momento! –el presidente saltó de su asiento -. Sea comprensivo, tenga en cuenta lo que le suplico, que merecemos una oportunidad y que no es justo este trato. -Es curioso, señor presidente… Debería haber imaginado que esas mismas palabras son las que el resto de España le ha gritado tantas y tantas veces. Buenos días y… No olvide comprar el periódico de mañana, le va a interesar mucho. El viejo periodista salió del lobby del hotel. Los rayos del sol le dieron directamente en el rostro y se alegró. Sintió poseer ahora la licencia de fallecer tranquilo. (En memoria de los periodistas que una vez tuvieron decencia y contribuyeron al bienestar de la sociedad)
Posted on: Sun, 08 Sep 2013 15:37:05 +0000

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