La Novela "A Falta de Cartas" sigue engordando. Los lectores - TopicsExpress



          

La Novela "A Falta de Cartas" sigue engordando. Los lectores hasta exigen. Lo agradezco. Por eso... otro fragmentillo, de esos que se te pegan... Ya están todos, con la afinación precisa y el desenfado. Las yemas de los dedos todos menean el hato Es la voz que surge entonces allá del otro lado de los zines. –Final las utopías, final la redención. En calle 37, detrás del callejón– Entona Adalberto El Maldad Zamalea casi a las cinco de la madruga, secundado por las tumbadoras, de pardo contracanto y el batá en su lamento y Zamalea que arremete– Final si te molesta, final si te da igual. Final si te reviras, esa es la sumisión. Del golpe arriba el chama, derrumbe pal ciclón. Final si te dichavas, final tu decisión– Es un fristaleo desesperado como si estuviera aún en Valle Grande, escribiendo aquellas lúcidas cartas de amor. Trueque por cigarro, por sábanas limpias, por comida, por paco, por rajarle la cabeza a quien se atraviese. Las tumbadoras de golpe callan y el batá domina impetuoso –Pa salir por un país así, pa salir por un canal, final. Final si no reclama, final peligro, final pasión. Si te acorralan, si te denuncian. Final dolor, tu tanto orgullo, tu convicción.– Ayer buscaba como un loco el clave de un taco que escondió arrebatado todavía y de aquella gaveta le volvió el tiempo, en aquella carta que nunca entregó terminada, porque todas las noches no es la última. Qué importaban los trueques, si ya terminaba por fin aquel partido que duró trece años. Al mediodía iba a estar cruzando el puente de la lisa. A pie iba a venir desde La Novia del Mediodía, desde San Antonio a San Antonio caminaría. La isla toda caminaría. Libre de todo, de odio y de ansias. Qué carta iba a terminar. –Hay tremenda peste a calle en esa litera– gritaba El Disciplina desde el último cubículo. Pobre Alaín con aquella carta sin final que no aceptó, que desanduvo de bolsillo en bolsillo, cajas, cajones. Hoy recala en la gaveta. Veintiún cigarros costaba la carta, y lo valía porque sin una carta como esa, Yaima no vendría al Pabellón ni a empujones. No era poca la fama del escribano El Maldad Zamalea, que hasta en inglés las componía, porque Evelito cuadró una yuma desde el mismísimo Combinado del Este, catorce meses duró aquello. Holandesa la dama, de Romerillo el novio. Como un Edmundo Dantés del Caribe. Le escribió consuelos a guajiras y casadas. Chorreaban las peticiones y no renegó de ningún cliente, fuere maricón o prestao, evangélico, chiva, se iba con su carta de amor. Todos menos Alaín que volvió vencido a su litera. Yaima: Era lo que tenía que hacer, escribirte. Me asomo ahora a tu abrazo, sin sentirlo lejos ya. No es la visita, somos nosotros, tú y yo en nuestra primera vez. Como rondaban las canciones, como soplaba el viento. Beso todo en ti ahora, como un novio desesperado, bajo la lluvia en tu calle. Por tenerte soporto, por pensarte los días se suceden sin lamento. Extraño lo dulce que era tomarte la mano, irnos a la tarde de cualquier sábado, cuando era tuyo El Vedado si te acariciaba. Cómo no esperarte cada visita, cómo no llorarte en las noches enrarecidas cuando salto estos muros y corro a tu sonrisa y alboroto tu pelo y eres mía otra vez. Beso tus labios ahora, Yaima. A tu lado siempre como la vida, como esas veces que te acercas cómplice, desnuda
Posted on: Fri, 13 Sep 2013 06:08:19 +0000

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