La luz de la fe -- Autor: Fernando Teseyra, - TopicsExpress



          

La luz de la fe -- Autor: Fernando Teseyra, ssp. [email protected] Francisco presentó a la Iglesia la encíclica escrita a “cuatro manos”. Ciertamente, la "Lumen fidei" o "La luz de la fe" muestra, a lo largo de sus cuatro capítulos, el estilo académico del papa Ratzinger y el modo llano y pastoral del papa Bergoglio. De todos modos, la enseñanza de la encíclica cierra la tríada que conforma con "Deus caritas est" y "Spes salvi" (cfr. nº. 7). Al ser un documento compartido, hay temas relevantes que atañen a los intereses pastorales de ambos Papas, pero que han hecho un perfecto esfuerzo de unidad, lo cual da cuenta de la comunión de la enseñanza pontificia en la diversidad, signo y ejemplo para la Iglesia en su conjunto. Deseo subrayar algunos elementos transversales de la nueva encíclica, que tiene como objetivo “recuperar el carácter luminoso propio de la fe” (nº. 4), lo cual es oportuno en este “Año de la fe”, descripto como “tiempo de gracia que nos está ayudando a sentir la alegría de creer, a reavivar la percepción de la amplitud de horizontes que la fe nos devela, para confesarla en su unidad e integridad, fieles a la memoria del Señor, sostenidos por su presencia y por la acción del Espíritu santo” (nº. 5). En primer lugar, resalta la profundización bíblica de la enseñanza pontificia. Todos los capítulos y los apartados están anclados en el estudio de pasajes escriturísticos, que se han seleccionado para presentar el mensaje papal sobre la fe, que es luz para los pasos del creyente (cfr. Sal 119, 105). De esta manera, Abrahan, Moisés, Noé, san Juan, san Pablo aparecen como prototipos de personas de fe, o quienes han dejado señalizado el camino de la fe con sus escritos. Sobre todo, el capítulo primero es abundante en esta riqueza porque pretende mostrar la iluminación progresiva del camino histórico con la luz de la fe. Por eso, es imprescindible arrancar desde la fe abrahámica, pasando por la mosaica, para llegar a la plenitud de la revelación en Cristo y sus consecuencias para la relación con la verdad, los sacramentos y las más importantes esferas de la vida eclesial, como es la familia, los vínculos sociales y la realidad de todos los sufrientes . Llama la atención que la encíclica cite autores de la teología o del pensamiento contemporáneo, además de las referencias insoslayables a los Padres de la Iglesia, en especial, san Agustín. Esto revela la cultura de los Papas, que mencionan a Nieztche (nº. 2), Buber (nº.13), Dostoievski (nº. 16), Wittgenstein (nº. 27), Guardini (nº. 22), Newman (nº. 48), Eliot (nº. 54)… Además, esto prueba el conocimiento de la realidad que tienen los Papas, aunque, a veces, da la impresión de que adhieren a cierta tendencia apologista o reaccionaria ante el pensamiento no cristiano o el mundo moderno, reconociendo con pesimismo solo los males de nuestra época, que supone la fe como oscuridad (nº. 2), que sume al mundo en una crisis de fe y de verdad (nº. 25) y lleva, entre otras cosas, a una incompleta fraternidad (nº. 54). Evaluación esta que puede provocar una reclusión eclesial, contraria a la postura que el mismo Francisco se esmera en demostrar con sus innumerables gestos y palabras de apertura y cercanía a los más diversos sectores sociales. Mirando el interno de la Iglesia, la encíclica entrega una línea de amplitud de la proposición teológica que enseña que la fe es una fe comunitaria, de allí que exprese: “La fe tiene una configuración necesariamente eclesial, se confiesa dentro del cuerpo de Cristo, como comunión real de los creyentes. Desde este ámbito eclesial, abre al cristiano individual a todos los hombres” (nº. 22). Más adelante aclara: “Quien recibe la fe descubre que las dimensiones de su «yo» se ensanchan, y entabla nuevas relaciones que enriquecen la vida” (nº. 39). Por eso, “la luz de la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su capacidad de mantenerse, de ser fiables, de enriquecer la vida común. La fe no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo” (nº. 51). Esta es una marcada tendencia de Francisco a vivir y presentar una Iglesia de comunión, abierta a las relaciones con los demás actores sociales y al servicio de los más pobres. Un aspecto que complementa esta explicación de la fe comunitaria es la referencia a la encarnación, ya que es el misterio de Cristo que los creyentes confiesan y le señala la praxis en medio de las realidades de la cultura donde se encuentren, como lo hizo el Salvador al plantar su tienda en medio de nosotros (cfr. Jn 1, 14). A la luz de esta confesión de fe cristológica, centro y cúspide de la fe (cfr. nº. 54), el Papa advierte que esta “es una fe en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en nuestra historia. La fe en el Hijo de Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret no nos separa de la realidad, sino que nos permite captar su significado profundo, descubrir cuánto ama Dios a este mundo y cómo lo orienta incesantemente hacía sí; esto lleva al cristiano a comprometerse, a vivir con mayor intensidad todavía el camino sobre la tierra” (nº. 18). Así se revela como un Dios cercano, que convierte el corazón del hombre (cfr. nº. 20) y da plenitud al amor (cfr. nº. 31). La encarnación del Hijo de Dios la vivimos hoy mediante la oración y los sacramentos. Al final, son interesantes algunas notas concernientes al respeto por la dignidad humana y el cuidado de la naturaleza, por eso, aclara Francisco: “En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su solicitud concreta por cada persona, su designio de salvación que abraza a la humanidad entera y a toda la creación, y que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Cuando se oscurece esta realidad, falta el criterio para distinguir lo que hace preciosa y única la vida del hombre. Este pierde su puesto en el universo, se pierde en la naturaleza, renunciando a su responsabilidad moral, o bien pretende ser árbitro absoluto, atribuyéndose un poder de manipulación sin límites” (nº. 54). Desde Juan Pablo IIº, se ha hecho más claro el camino de diálogo entre la fe y la razón, cuyos argumentos centrales los retoma Francisco en Lumen fidei, pero con un típico acento en una fe que responde inteligentemente a los problemas de nuestro tiempo, a pesar de que se entienda la verdad como algo subjetivo, pues el hombre contemporáneo teme a una verdad común, debido a los totalitarismos que han marcado negativamente la historia. “Sin embargo –aclara el Papa–, si es la verdad del amor, si es la verdad que se desvela en el encuentro personal con el Otro y con los otros, entonces, se libera de su clausura en el ámbito privado para formar parte del bien común. La verdad de un amor no se impone con la violencia, no aplasta a la persona. Naciendo del amor puede llegar al corazón, al centro personal de cada hombre. Se ve claro así que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro” (nº. 34). "Lumen fidei" es una encíclica redactada por dos Papas, caso único en la historia de la Iglesia, que abre un panorama alentador para la propuesta pastoral de la fe en el mundo contemporáneo, desde una perspectiva más racional, que invita al encuentro con el rostro de Dios manifestado en Jesucristo, “que quiere revelarse personalmente y en el momento oportuno” (nº. 13), pero, a su vez, desde un enfoque más horizontal, porque “la fe nos enseña que cada hombre es una bendición para mí, que la luz del rostro de Dios me ilumina a través del rostro del hermano” (nº. 54). Por estas posiciones convergentes, "Lumen fidei" es una enseñanza para pensarla y actuarla en diversos ámbitos de la vida eclesial.
Posted on: Thu, 11 Jul 2013 03:34:56 +0000

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