La mayoría de la gente hace todo lo que está a su alcance para - TopicsExpress



          

La mayoría de la gente hace todo lo que está a su alcance para evadir a la soledad. Por mi parte, considero que la compañía superficial es más aborrecible. Risas y juegos, son placenteros, pero… solo por poco tiempo. Apenas tus amigos y tú se despiden, de repente te encuentras solo, y te das cuenta que, pese a todo, siempre lo estuviste. Por ese motivo, nos encanta enamorarnos, aunque la mayoría de nuestras aventuras románticas suelan fracasar. El amor proyecta una realidad ilusoria donde súbitamente, dejamos de sentirnos solos. Por mi parte, he sido un solitario desde que tengo memoria. A la temprana edad de cuatro años, en la guardería, los niños se me burlaban constantemente a raíz de mi extrema gordura. En poco tiempo “El gordo Gonzales” se consumó como mi sobrenombre legendario; incluso los profesores, tan acostumbrados a oír las burlas de los niños, adoptaron tal denominación para referírseme. “El gordo Gonzales” me persiguió hasta la secundaria, donde debido a mi adolescencia, la opresión social resultó más dura. Expulso carcajadas trágicas al pensar que, si mi autoestima fuese un pez, sin dudas se ahogaría en el agua. Jamás salí con chicas; de hecho, nunca disfruté el privilegio de la compañía femenina, siquiera bajo el marco de la amistad. Tampoco fui exitoso entre los camaradas varones. Mi carácter débil en suma con mi titánica gordura siempre me llevaban a ser el hazme reír del grupo. En definitiva, soy inmensamente solitario; motivo por el cual disfruto al pasar incontables horas sentado en mi sofá filosofando respecto a la psicológica humana. Si no puedo ser feliz viviendo la vida, al menos quiero ser feliz comprendiéndola, incluso en sus profundidades más abstractas; y en mi opinión, la naturaleza humana es el tema metafísico más complejo. Me traslado por los pasillos de mi escuela mientras observo a la multitud de adolescentes. Siempre caminan en pares, tríos, o cuartetos, quizá porque la compañía de una manada les infunde seguridad. Ninguno se atreverá jamás a proyectar su verdadera personalidad frente al grupo. Le temen al rechazo colectivo; a las catástrofes que podrían ocurrir si uno dice la palabra equivocada, una opinión estúpida, o simplemente un chiste malo. El sentido del ridículo es autóctono del ser humano, es como una barrera invisible que nos impide socializar con auténtica naturalidad. En otros términos, tememos decir lo que realmente pensamos; por tanto, exponemos al resto únicamente nuestra faceta superficial, bajo la cual nos sentimos más seguros. Llego a mi salón de clase, y opto por sentarme junto a la chica más atractiva de la escuela: Jennifer Claros. Apenas tomo asiento, ella me observa de arriba hacia abajo, con el exquisito disimulo que caracteriza al género femenino. Soy negro, grande, y gordo; por añadidura, mi ropa dice “clase baja”. La situación mejoraría si llevase gorra de rapero, cadenas llamativas, o siquiera un miserable brazalete; no obstante, ese no es el caso. A manera de reprobación, Jennifer Claros se levanta de la silla y dirige su petulante caminar hacia el extremo opuesto del salón, donde sus amigas llenas de risotadas aguardaban el retorno de la matriarca. Escuché a una de ellas decir:
Posted on: Fri, 16 Aug 2013 04:19:24 +0000

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