Llegada la Cuaresma de este año, el religioso agustino Fray - TopicsExpress



          

Llegada la Cuaresma de este año, el religioso agustino Fray Egidio se dirigió desde el púlpito a los fieles con una queja, que sería interpretada como una auténtica profecía: "Varias vezes os he propuesto esta limosna y no avéis dado oídos; pues mis vozes se oirán en Reynos estraños, de donde embiará Dios el socorro; y no ha de ser de la Italia, sino de tierra que está más de mil millas distantes de aquí". Siguiendo el hilo del relato, con evidentes visos de tradición piadosa más que de rigor histórico, al mismo tiempo que esto sucedía en Roma, Doña Teresa Enríquez parece que tuvo una revelación en Torrijos, pues encargó al franciscano Fray Antonio -quien se dirigía a Roma para participar en el Capítulo General de la Orden en Ara Coeli-, que entregase cien ducados y ocho varas de brocado "... a aquellas personas que hallaréis en Italia que ofrecen reverentes cultos con luzes y otras demostraciones, al Santíssimo Sacramento de el Cuerpo de Christo nuestro Redentor, prometiéndoles de mi parte cosas mayores, si continuaren con su devoción". Muchos días hubieron de transcurrir desde que Fray Antonio llegara de Roma para que, al fin, el 4 de mayo de 1506, se encontrara casualmente camino del Vaticano con una procesión de impedidos en la que varios hombres portaban hachas alumbrando la Eucaristía. Informado por ellos del origen de la Cofradía de San Lorenzo, les entregó tanto el brocado con el que los cofrades confeccionaron el ansiado palio, como los cien ducados con los que exornaron la Capilla. Fue entonces cuando uno y otros comprobaron que la donación de Doña Teresa se produjo, no ya en la misma semana, sino el mismo día en que predicara el aludido Fray Egidio, atribuyéndose el oportuno socorro a causas sobrenaturales. De vuelta a Torrijos, Fray Antonio se hizo acompañar de uno de los cofrades, para que diese cuenta personalmente de su instituto a Doña Teresa. Así lo hizo, y con espléndidos resultados. Pues retornaría a la Ciudad Eterna con dos acémilas cargadas de ornamentos preciosos para el servicio del Altar, y grandes sumas de dinero que sería destinado a enriquecer la Capilla de San Lorenzo con costosos mármoles y suntuoso bronce dorado; le acompañaba un capellán apellidado Covarrubias, encargado del aumento del culto divino. Al año siguiente, en 1507, Doña Teresa envió otro capellán a Roma con el fin de presentar la Hermandad al Pontífice Julio II y obtener de él gracias y privilegios para la misma. En la audiencia, los cofrades regalaron al Papa de parte de la noble dama unas colgaduras bordadas en oro y sedas para su cámara privada. Después de conocer el origen y objetivo de la corporación. S.S. Julio II manifestó su deseo de ingresar en las filas como un hermano más, otorgando además una Bula que concedía un sinfín de indulgencias a la citada cofradía. Tan segura estaba Teresa Enríquez de haber ganado el favor del Pontífice, que rápidamente volvió a escribir a su capellán en Roma, para que en su nombre suplicase a Su Santidad tres cosas: la primera, que aprobase la fundación en Torrijos de una Cofradía del Santísimo con los mismos estatutos y privilegios que la de San Lorenzo in Dámaso; en segundo lugar, que cada dos años saliese una pareja de capellanes a visitar los sagrarios de las iglesias españolas, con facultad de erigir cofradías sacramentales allí donde no las hubiese, contando con tres mil ducados anuales de renta para aquellas fábricas que, por su pobreza de recursos, no pudiesen hacerlo por sí mismas; por último, solicitaba que los Obispos no obstaculizaran la labor de los citados visitadores, y que aquéllos obligasen a los mayordomos de fábricas a fundar Capillas y Sagrarios al Santísimo Sacramento. Todo lo concedió el Papa Julio II, rublicándolo con la famosa Bula "Pastoris Aeternis" expedida en Roma el 21 de agosto de 1508. En ella se reconoce la meritoria labor de Teresa Enríquez en favor del culto eucarístico y se le considera principal promotora de las corporaciones eucarísticas. Esta bula, es la que “Fernández de Oviedo, y con él todos los historiadores afirma haber traído a España Doña Teresa; es la confirmación oficial de las Cofradías, la que les daba entrada en los pueblos, la que llevó por toda la cristiandad el culto del Santísimo. Además, el documento pontificio está lleno de indultos y especiales privilegios para las cofradías que se iban instituyendo bajo el patrocinio de esta señora en todos los reinos españoles, con la de Torrijos a la cabeza. Tanta estimación profesó S.S. Julio II a Teresa Enríquez, que en ocasiones la llamó "la embriagada de este Vino celestial" ó "la Loca del Sacramento", apelativo con el que se le ha venido conociendo hasta nuestros días. Giuliano della Rovere, que así se llamaba el Papa italiano Julio II, nació en el Albissela, en 1445 y murió en Roma en 1513, era sobrino de Sixto IV, que lo eligió obispo de Carpentras y luego cardenal, encargándole delicados e influyentes puestos en la curia. Elegido pontífice, demostró un temple y un carácter durísimo y un carácter impulsivo y combativo En su Pontificado, se adhirió en 1509 a la liga de Cambari, compuesta por Luis XII, Fernando el Católico y el Emperador Maximiliano de Austria para combatir a los venecianos, se opuso a la dominación extranjera en Italia y con este fin concluyó la Liga Santa en 1511 contra los franceses, siendo expulsados de Italia, Comenzó la nueva basílica de San Pedro en 1506. Intentó realzar el prestigio del Pontificado y de la Iglesia, declarando entre otras cosas, la nulidad de la elección papal efectuada por simonía. Fue un decidido impulsor y generoso mecenas del arte y de los artistas como Bramante, Rafael o Miguel Ángel. Poco después, sería Giovanni de Medici, el Papa León X quien, a los dos años de su Pontificado, distinguiría a las Hermandades Sacramentales españolas con singulares gracias. A instancias de Teresa Enríquez, dictará un Breve el 19 de septiembre de 1515, perdonando a los cofrades que hubiesen omitido recitar alguna oración, salmo o devoción a que les obligase su Regla, siempre que asistiesen a la Fiesta del Corpus Christi. Días después, el 11 de octubre, el mismo Pontífice otorgará Bula reiterando que todos los privilegios de que disfrutaba la que hemos de considerar Hermandad Matriz de las Sacramentales. La de San Lorenzo in Dámaso de Roma, se extendía a todas las Cofradías que estuviesen fundadas a lo largo y ancho de la Catolicidad bajo la advocación del Santísimo Sacramento. Hemos de aceptar la fecha de 1511 como la que marca el nacimiento de las Hermandades Sacramentales hispalenses, gracias a la iniciativa personal de Teresa Enríquez. Según parece, ese año llegó a Sevilla formando parte del séquito del Rey Fernando el Católico y de su segunda esposa Germana de Foix. A la sazón, resulta bien significativo que los monarcas participaran en el cortejo de la magna procesión del Corpus de ese año. Doña Teresa traía consigo la conocida Bula papal de 1508, que autorizaba la fundación de Sacramentales con las mismas gracias y privilegios que la de San Lorenzo in Dámaso de Roma. Los feligreses de distintas collaciones sevillanas acogieron esta Bula con alborozo, agrupándose en torno a sus respectivas parroquias para formar las más antiguas corporaciones eucarísticas de la ciudad. De la espléndida salud gozada por estas Hermandades Sacramentales a los pocos años de abandonar Sevilla, Teresa Enríquez nos da fe de un testimonio del Padre Contreras en 1529, quien comunica a la noble dama "... lo mucho que se fomentaba en esta Ciudad la devoción al Santíssimo Sacramento con las nuevas Cofradías, aumentándose notablemente así el número de las Cofrades como fervor de las Hermandades". La Muerte de Doña Teresa, ocurrió el 4 de marzo de 1529, Jueves, día dedicado al Stmo. Sacramento. La etapa terrena de Doña Teresa había llegado a su fin y Dios la llamaba para darle la recompensa merecida. Rayaba ya en los 80 años y su vida que, según los historiadores, “se había ejercitado en ayunos y otros rigores, había llegado al límite de sus fuerzas corporales”. Imposible describir la consternación que se apoderó de los torrijeros. Todos la miraban como a madre y como a madre la amaban y lloraban. El santo viático fue acompañando en solemnísima procesión por sacerdotes, religiosas y el pueblo en masa. ¿Qué sentiría el alma de la “Loca del Sacramento”, puesto que la Hostia Santa había sido siempre el móvil de todos sus afanes y vibración de su alma? “Treinta años antes -dice Bayle- Cristo salía a despedir a los moribundos, con menos acompañamiento que un hidalgo de aldea. Gracias a Doña Teresa. por toda España, Italia, Portugal. Austria, Polonia..., Jesús Sacramentado salía ahora escoltado por los fieles devotos, con luces, con ornamentos si no ricos, siempre decorosos...” ¿Cómo sería la última mirada que se cruzarían en la tierra? No sólo en Torrijos, en toda España y aún fuera de ella, fue lamentabilísima la muerte de aquella virtuosísima señora...” “Los que la conocieron sólo por la fama -escribe el P. Aranda- tuvieron de qué dolerse; los que habían experimentado sus limosnas, lloraron su falta; los que conocían su virtud echaron de menos sus grandes ejemplos; y apenas hubo autor de aquellos tiempos que no calificase por fatalidad del año haber muerto en él tan ilustre Matrona”. -Debido a la gran devoción que siempre tuvo al Patriarca San Francisco dejó establecido que en muriendo vistan su cuerpo con el hábito del santo, y la enterraran en el Monasterio de Santa María de Jesús de Religiosos Franciscanos, extramuros de su Villa de Torrijos, en el enterramiento que allí tenía ella y el Comendador Mayor su marido. -Que no pusieran epitafio alguno. -Que si el día de la muerte o entierro acaeciese ser día del Stmo. Sacramento (como lo fue, pues murió en jueves), o fiesta principal, o alguna de las tres Pascuas, sin haber consideración al sentimiento o tristeza por su muerte, se diga la Misa que corresponde a tan solemne día con música y celebridad que pide dicha fiesta, encendiendo una vela de cera al tiempo que se alzare el Santísimo Sacramento en la Misa y en las demás que por ella se dijeren; y que así en el entierro como en los demás Oficios de cabo de año y novenerio, se haga todo sin pompa, solamente que aquellos días se pongan cuatro hachas delante del Santísimo Sacramento, y que se prevea como en el día del enterramiento y novena y cabo de año, haya sermón del Santísimo Sacramento, en el cual no se diga nada en alabanza de la señora Doña Teresa, sino sólo pidan a Dios por su ánima. Ruega mucha a los sacerdotes que al tiempo que alzaren en la Misa el Cuerpo y la Sangre del Señor, le pidan devotísimamente por sus méritos y Pasión Santísima, sean lavadas en aquella preciosísima Sangre las ánimas suyas y del Comendador su marido, y D. Alonso su hijo...”. Asegura el P. Aranda y cita a Pérez de Moya, que al morir Doña Teresa “hallaron que no tenía más de 50 reales y una pobre cama, pues todas sus cosas habían dado a Dios y a sus pobres”. Unían a Doña Teresa lazos estrechísimos con la Orden Franciscana: la educación a la sombra del Monasterio Franciscano de Valdescopezo, la tradicional devoción a su familia a los hijos del pobrecillo de Asís; no pocos de sus miembros llevaron con santo orgullo el corazón de San Francisco..., Franciscano era su hermano el P. Diego Enríquez, Prior del Convento de Torrijos. No se sabe si vivía aún o si se encontraría presente al fallecer su santa hermana. Los Franciscanos eran su mano derecha y para sus obras de caridad y como mensajeros entre la Santa Sede y ella muchas veces se sirvió de los mismos. Poco tiempo después de su fallecimiento y cumpliendo una súplica que por escrito había hecho reservadamente a su confesor, el M. R. P. Juan de Tolosa, fueron trasladados sus mortales despojos al enterramiento de los religiosos del citado Monasterio. La súplica estaba expresada en los siguientes términos: “Revdo. Padre: Como a mi Confesor, y a quien tengo comunicado lo más secreto de mi conciencia, suplico con humildad a V. R. que después de mi fallecimiento y funerales que por mí se hicieren como dejo ordenado en mi testamento, saque V. R. por sí solo y con personas que le parecieren de su confianza, mi cuerpo de la bóveda adonde estuviere, y con todo el secreto se ponga en la capilla del enterramiento de los religiosos, en pared oculta, o nicho de pared cerrado, de modo que no ponga señal alguna por donde se pueda venir en conocimiento en tiempos en tiempos venideros dónde está, pues me motivan a hacer esto razones que tengo comunicadas a V. R.. El original de este escrito estuvo oculto en el archivo del Monasterio Franciscano de Torrijos y de él se remitió copia al P. Gabriel Aranda. Don Juan de Tolosa falleció lleno de méritos en Alcalá en 1506, no fue por lo tanto él quien ejecutó el encargo de ocultar el cuerpo de Doña Teresa, pero lo cierto es que éste desapareció del panteón familiar y por más pesquisas que se llevaron a cabo durante más de un siglo tanto por los religiosos Franciscanos como por los Duques de Maqueda, no se podía dar con él. La Excma. Señora Doña María de Guadalupe, Duquesa de Abeiro y Maqueda hizo reconocer el archivo del Monasterio y encontrado el ya comentado escrito encargó a los religiosos que redoblasen su empeño en la búsqueda de lo que consideraba un gran tesoro. Más todos los trabajos resultaron infructuosos. “Por fin llegó a descubrirse lo que tanto se anhelaba. En la mañana del 7 de enero de 1688 uno de aquellos religiosos, que empezó nuevo registro, halló en pie y sin tapa, empotrado en la pared, un ataúd, dentro del cual veíase un cuerpo entero de mujer, incorrupto, vestido de terciopelo, cuello alto, ceñida con una gruesa cuerda de San Francisco, y debajo del terciopelo el humilde hábito de este Santo. Vínose en conocimiento de ser aquel el cuerpo de Doña Teresa, por corresponder exactamente su parecido con los retratos que de esta Señora había en Torrijos; robusteciendo más este convencimiento el sayal de San Francisco, sayal muy propio de la sierva de Dios, tanto por su humildad cuanta por la gran devoción que el Seráfico tuvo. Por otra parte, ningún cuerpo de mujer pudo ser enterrado entre religiosos, aunque lo hubiera pedido, justificando además su autenticidad el susodicho escrito encontrado en el archivo, merced a las incesantes gestiones hechas por la precitada Duquesa”. “Como el más preciado tesoro fue guardado en el Monasterio los restos mortales de Doña Teresa hasta que, en lo gloriosa guerra de la Independencia, las huestes de Napoleón invadieron la comarca de Toledo y temerosa la Comunidad puesto que ni los sepulcros de los muertos dejaban en paz, resolvió trasladarlos secretamente, para su ocultación al Convento de las monjas Concepcionistas, como así se efectuó en una noche después del toque de oraciones”. Es de notar que, durante aquella invasión el Monasterio de la Concepción fue respetado y tenido como refugio sagrado, pues cuantas personas, religiosas o seglares se recogían en él eran igualmente respetadas. Pocos días después quedaba saqueado y totalmente destruido por las llamas, el grandioso y artístico Monasterio de Santa María de Jesús de la Villa de Torrijos -1909- Muy interesante el informe del Rvdo. P. Constantino Bayle, Jesuita, que acompañando al Emmo. Cardenal Guisasola, con el Obispo Auxiliar y Deán de la Catedral de Toledo, entró en la clausura del Convento de Concepcionistas de Torrijos en enero de 1920: “En la pared izquierda del Coro bajo, a unos dos metros y medio del suelo, hay abierto un medio arco, y en él descansa el ataúd. Con una escalera de mano subimos; el cadáver está amortajado en hábito franciscano, con blancas tocas en la cabeza, completamente conservado: la cara llena, los dientes completos, le piel cede a la presión más suave, el color acecinado. Notable es el parecido del rostro a la estatua de Doña Teresa que hay en la Capilla de la Antigua de la Capital de Toledo, por ella y su marido levantada”. “Algunas religiosas ancianas aseguraban que hace no muchos años, con ocasión de cambiarle el hábito, comprobaron su absoluta flexibilidad: moviéndole los brazos, la sentaban, la ponían de pie, etc.; exactamente como si estuviera recién muerta. Hoy sería peligroso hacer la prueba: da miedo de que a cualquier movimiento brusco, todo se desmorone”. “La verdad es que sitio más poco a propósito para evitar la descomposición no es fácil hallarlo; humedad en invierno, y recio calor en verano; el sol da de lleno en el muro; la caja forrada de tafetán, viejo y descolorido, descubierta; pues la tapa ni bisagras tenía. El recelo de las religiosas a perjudicar lo más mínimo la autenticidad de los restos, les impedía aceptar otra caja que la Excma. Señora Duquesa de Maqueda les había ofrecido. “Quitoles los escrúpulos el Señor Cardenal, y se brindó a costear él la nueva caja, si era preciso. No lo fue; enterada del caso la Duquesa, mandó construir una muy rica, y la ofreció en el nombre de su hijo, a la buena memoria de la Fundadora de la noble familia”. “Los Padres Franciscanos, que si no moran en Torrijos no pueden tampoco olvidar a la que tanto los amó, organizaron para el solemne traslado una peregrinación de la Vble. Orden Tercera de Madrid, de Toledo y pueblos cercanos”. Desde entonces, 1922 a este de 1999 en que se celebra el 470 aniversario de su muerte, han ocurrido vicisitudes y cambios notables, en el Venerable cuerpo de Doña Teresa. Durante la guerra del 1936 la comunidad tuvo que salir y anduvo por cárceles y refugios. Cuidadosamente habían dejado la caja de Doña Teresa guardada en una habitación con los ornamentos e imágenes más valiosas. Al volver todo lo encontraron saqueado y destrozado; pero la caja estaba ilesa. La Providencia había velado por el más rico tesoro de la Comunidad. En el año 1970 las Religiosas tuvieron que abandonar de nuevo el viejo convento por su estado ruinoso. Quedó el cuerpo reservado en lugar libre de peligro, y cuando después de cuatro años y medio pasados con las Hermanas de la Puebla de Montaban, volvieron a Torrijos, tanto el Párroco como el Alcalde y todo el pueblo, unidos en homenaje de amor y gratitud, organizaron un traslado solemnísimo del cuerpo de “LA LOCA DEL SACRAMENTO”. Fue algo indescriptible el fervor con que los torrijeros se sumaron a los actos programados. Varios jóvenes se disputaron el honor de llevar la pesadísima caja sobre sus hombros desde el viejo Convento hasta la Colegiata y desde ésta al nuevo Convento de la Concepción. Las calles estaban abarrotadas de gente y lo mismo el espacioso templo. Durante el recorrido, el Excmo. Ayuntamiento y autoridades de la Villa, el Párroco revestido de pluvial negro y dorado; los sacerdotes de la Parroquia; las Hermanas de Santa Ana con las niñas de su colegio; la Abadesa y tres religiosas más del convento de la Concepción; todos cantaron salmos e himnos litúrgicos alusivos al acto. Llegados a la Colegiata se celebró un solemne funeral con magnífica homilía predicada por D. Vicente Alarcón Párroco de la Villa, cuya potente voz recordaba a los torrijeros el deber de gratitud hacia su bienhechora, tan maravillosamente conservada.
Posted on: Sat, 29 Jun 2013 18:05:34 +0000

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