Los errores de las multitudes. Pluma Libre Abraham BAGDADI - TopicsExpress



          

Los errores de las multitudes. Pluma Libre Abraham BAGDADI ESTRELLA ¿Las multitudes piensan? Muchos dirían que lo válido en un país es un régimen democrático en donde las mayorías determinen el tipo de gobierno y quién debe gobernarlo. Hasta ahí todo es correcto, desde luego que debe ser así. Los ciudadanos deben tener el derecho de elegir quien los gobierne y ese derecho lo deben tener de forma permanente para que cada determinado tiempo lo puedan ejercer, como sucede en México y muchos otros países. Pero deben las multitudes cambiar la forma del gobierno que ellos mismos eligieron y hacerlo de forma violenta porque alguna decisión simplemente no les gusta? Pues desde luego que no, a menos que esa decisión gubernamental amenace la independencia o autonomía del propio país o algún otro asunto de verdadera relevancia. Pero nunca por ajustes económicos que se lleven a cabo por estrategia del propio gobierno con el fin de estabilizar o competir en el marco de la globalización en la que estamos inmersos. Mucho menos cuando las decisiones políticas no significan una amenaza a la democracia del país en cuestión. Y eso no se puede hacer porque cuando las multitudes perciben que pueden destituir gobiernos a simple capricho, entonces tenemos una nación inmersa en la inestabilidad política en donde el gobierno no podrá ejecutar ningún plan ni estrategia que le permita fortalecer la economía nacional por ejemplo, si esta es impopular. Qué hacer entonces? Dos cosas a simple vista, una es generar mecanismos de consulta popular para que los ciudadanos puedan opinar sobre decisiones que el gobierno desee implementar en el ejercicio de sus propias facultades y con ello legitimar esa posible decisión. Y dos, establecer en sus propias constituciones formas para revocar los mandatos populares para con ello refrendar o rectificar el gobierno que democráticamente se ha elegido. Bajo estas circunstancias puede conducirse o prevenirse cualquier inconformidad social. Al no existir estos mecanismos las multitudes buscarán formas de expresarse y cuando aprenden que llenando plazas y usando mecanismos violentos pueden derrocar gobiernos entonces el país se enfrentará al anarquismo, el desorden permanente y la inestabilidad social como método para satisfacer vayamos a saber que deseo o capricho, y de quien. Simplemente porque las multitudes son absolutamente manipulables, en ellas la razón está ausente, no existe la reflexión, sólo son toneladas de emociones inestables sujetas a un sin fin de factores como lo pueden ser manipuladores profesionales incrustados en los propios medios de comunicación o en otros sectores de la sociedad con la suficiente influencia como para hacer llegar sus opiniones a grandes cantidades de personas. Y el ejemplo de que esas multitudes no piensan lo tenemos en México cuando esos ciudadanos que tienen el derecho de elegir gobierno cada tres o seis años lo hacen en base a manipulaciones descaradas de medios de comunicación o a profesionales que compran esa decisión, para que luego esas mismas multitudes se conviertan en las principales críticas del gobierno que ellas mismas eligieron, se quejen permanente de él y de sus decisiones. Otro ejemplo es Egipto, un país que durante muchos años no tuvo un gobierno democrático, se expresan en manifestaciones masivas y logran le primera elección democrática de su historia contemporánea, llevan al gobierno a quien ellos deciden y un año después por una decisión impopular de ese gobierno esas mismas multitudes generan inestabilidad social y logran lo que cualquier persona o país rechazaría o temería un golpe de estado militar. Y todavía la festejan. Estas son las contradicciones de las turbas, el peligro de las emociones gritando democracia, el contagio inminente de los sentimientos que se transmiten como corriente eléctrica en cable de cobre cuando una muchedumbre logra reunirse. Conclusión, simple, irrefutable, las multitudes no piensan, se emocionan y sienten. Y después de eso, cuando regresan a la realidad, -evocando aquella película llamada Perfume- la resaca colectiva resulta insoportable. El sentimiento de culpa llega como verdugo a fustigar la conciencia y a regañar a la razón, pero ya todo es inevitable e irreversible. Lo hecho, hecho está.
Posted on: Wed, 10 Jul 2013 04:49:23 +0000

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