MIXQUIHUITL: FIESTA A LOS MUERTOS EN TLAXCALA Por Cándido - TopicsExpress



          

MIXQUIHUITL: FIESTA A LOS MUERTOS EN TLAXCALA Por Cándido Portillo Cirio Del antes y después de la vida, nunca sabremos nada, todo es eternidad, la virtud de la vida sólo es el velo de una ilusión que alumbra un instante esa eternidad, con la cual no tenemos relación: Un destello de vida y una eternidad de muerte. Sin embargo, el misterio de la vida, plantea una serie de interrogantes, al tratar de conocer el principio de la vida: ¡De donde proviene! La respuesta, simple o categórica, es adornada por un misticismo mágico y artístico, pues la eternidad y el firmamento, son inalcanzables para el hombre. El rango heroico, la autoridad sobrenatural, el culto a la personalidad, los dones y privilegios, sólo son conceptos temporales del hombre terrenal, al final de cuentas, con el paso del tiempo, la eternidad anulará la memoria de ese hombre. La relación del pueblo, con el más allá, está relacionada con la magnificencia de la tumba que se le hace al difunto, pero esta relación sólo es un sentimiento eventual, que el vivo mantiene con el muerto. Dentro de este contexto de inmensidad, a la que los hombres hemos llamado civilización, han, y siguen realizado actos y objetos artísticos dedicados al hecho mortuorio, pues todas esas civilizaciones, son producto de la rigurosa necesidad de morir: El cuerpo se oculta bajo la tierra, como semilla que deberá nacer en otro sitio, pero esto sólo es idea inherente a los ritos de fertilidad temporal, al final de cuentas, todo es absorbido por esa eternidad. En la Tlaxcala prehispánica, la vida provenía de los cuatro elementos: Quetzalcoatl (aire), Tláloc (agua), Texcatlipoca Yayauhqui (tierra) y Camaxtli (fuego), enviados a la tierra por los dioses padres Tonacatecuhtli (Señor luz) y su esposa Tonacatzihuatl (Señora luz) quienes residían en Tlaque Nahuque, porque Huey teotl tlaque nahuque, significa que Dios es una sola esencia que está en el cielo y la tierra. Pero al considerar que el cielo no tiene principio ni final, describían el concepto de eternidad inalcanzable. Consideraban que había un solo Dios, por encima de todos los dioses, que el cielo es sin principio ni fin. Creían que después de esta vida había otra, donde residían los dioses en continuos placeres y eterno descanso: lugar de la eterna perpetuidad. Que había pena y gloria, por tanto, los buenos recibirían premio y los malos recibirían castigo, como respuesta a su conducta en la tierra. De esta manera los líderes sociales y religiosos gobernaban a su sociedad. La respuesta religiosa prehispánica, relacionada al origen de la vida, decía que inició en Tomoachan y en el Mitlán tendría su fin, por eso es que el Tlatoani (gobernador), el Tecuhtli (capitán o especialista), el Pilli (noble) y el simple Macehualli (de la clase popular), se trasformarán en ilhuicachenes (moradores del cielo), mítico lugar donde descansan los muertos en permanente descanso, en el lugar de la eternidad donde residen los muertos. Los dioses del Tlaltipac (mundo terrenal) fueron Mitlantecuhtli y su esposa Mitlantzihuatl que reinaban en Mitlán (panteón) donde llegan los seres para dormir el sueño eterno, luego de haber atravesado el río Itzehecayan, límite entre el mundo de los vivos y el de los muertos; durante la travesía, eran conducidos por el fiel amigo del hombre xoloixcuintle (perro), los buenos llegarían ante huey teotl (Dios supremo) y los malos ante Tlacatecolotl. (Dios maligno) Los deudos recordarán a su ser querido, sabiendo que vive en tepan in mitlán (región de los muertos) y los festejarán en los meses Miccailhuitontli (fiesta de muertitos) y Miccailhuitzintli. (Fiesta de muertos) Se le recordará con las cosas que le dieron identidad, su obra sigue estando presente, al final de cuentas, el hombre cambia de forma (materia) pero nunca muere, esa es la esperanza. Esta noción integró las formas del arte funerario: escultura, pintura, poema, arquitectura y prosa, que para los sentidos del ser humano, expresan vitalidad, virtud a que son elementos susceptibles de representar. El Huey Teocalli de Chalchihuapan, lugar que hoy ocupa la Catedral de Tlaxcala, se levantó, como resultado de esfuerzo de exaltación mágica, a las fuerzas cósmicas que le atribuyeron a su Dios tutelar Camaxtli, en su advocación de Mixcoatl, el de la nube blanca. De acuerdo, a la versión de Diego Durán, este edificio funerario, era mayor que el de los mexicas, “tanto en arquitectura, como en galanura.” Por eso podemos asegurar que la arquitectura de este teocalli dedicado a Camaxtli, reflejó el esfuerzo de creatividad y audacia de la Tlaxcala prehispánica, que el paso del tiempo se va perdiendo en la eternidad. Han pasado 3000 años y aún los tlaxcaltecas, para recordar a sus seres queridos, perfuman el camino con el copal y los recibirán con flores de zempoaxuchitl, la mesa debe lucir con frutas y comida abundante en el molcajete, jarros, chiquepextle, chiquehuite, para mostrar abundancia y felicidad. El agua de chalchihuites mitigará su sed y sanará su cuerpo y mente de las desventuras, la imagen de Camaxtli, decorada de blanco y rojo, simboliza la pureza de dios y la sangre de los hombres. El petate espera para que descanse, de tan largo viaje, desde el mítico Mitlan a la tierra. Todo lucirá, como cuando se hacía el banquete colectivo, con de toda la familia. Mixquihuitl (fiesta de muertos), se realizará en mixquixtle (noche de muertos), como representación cósmica, de la idea, del término de la existencia humana: noche de flores de zempoaxuchitl que pintan de amarillo la tristeza de los muertos con sus 365 pétalos, durante los 365 días del año. En la vida prehispánica de Tlaxcala, la fiesta de muertos es manifestación de concepciones míticas, ritos, costumbres y tradiciones, que permiten convivir con los ancestros, pues no se puede romper los lazos que unen, debido a que son el resultado de la suma de sus conocimientos. Fueron colhuas, porque su estirpe proviene de Culhuatepetl: Tienen abuelos, tienen linaje puro, con el que se identifican, mítica e históricamente. Pero aún, con la grandeza, de cualquier identidad histórica, al final de cuentas, solo es un destello de luz en la inmensidad de la eternidad. Todo el drama de la transitoria vida, con su secuela de triunfo y derrota, se traslada al cementerio, donde descansa el cuerpo de los seres humanos, para perderse en el valle de la inmensidad. Mientras en ese hálito de vida del hombre, por medio del arte y el folclor, se ríe de la muerte, y hasta vende sepulturas en condominio, presentando a la muerte como buena inversión, pan de cada día, de líderes sociales y religiosos: vender la promesa del cielo y la inalcanzable gloria eterna. OFRENDA DE EL DÍA DE LOS MUERTOS La ofrenda del día de muertos, presenta un sincretismo religioso y tradicional, mientras para la cultura prehispánica es convivencia de los muertos con los vivos, para la religión católica es comunión entre los vivos y los muertos, manifestación, cuya esencia se muestra en la diversidad cultural. En el Zacatelco de mis recuerdos, tengo presente la actividad de mi abuela paterna Pascuala Derio: con meses de anticipación, preparaba la ofrenda, dedicada a mi abuelo Don Rosa Portillo, y a su hijo Basilio: limpias servilletas y manteles que adornaran la mesa, apartar leña para calentar el horno, sembrar el zempuazuchitl, seleccionar calabazas para hacer dulce, (chicualole) escoger espinosos, hacer tortillas, tlacoyos, memelas, enchiladas, el mole, matar pollos y el guajolote y completar con las frutas de temporada. El sahumerio debería estar preparado, el petate que se pone frente a la mesa, comprar el litro de pulque, cigarros, y otros detalles complementarios. Ella vestiría sus mejores galas, con su traje netamente tlaxcalteca, finamente bordado con chaquiras. El día de los grandes, a las doce del día, junto con alguno de sus nietos, hacer el “caminito” perfumándolo con el copalli, desde la entrada de la casa hasta la mesa donde ya estaba preparada la ofrenda, haciendo los rezos respectivos. Claro es que nuestro espíritu infantil está presto en la emoción de La Levantada, en vista de que “los muertitos” habían dejado la ofrenda intacta, entraba en acción el festín de los vivos. Las hojaldras, los cocoles, las pesuñas, también llamado pan blanco y pan liso, serían guardados en fresco chiquehuites, después de que habían repartido La Ofrenda a las amistades y familiares. En el repartimiento, se veían deambular a las señoras, yendo de casa en casa, para repartir la legendaria ofrenda, que no era otra cosa que intercambiar panes y las frutas que habían puesto para esperar a los familiares muertos. Cada casa imponía su estilo. Pero si hacemos una separación, obtendremos los siguientes simbolismos: CRISTIANO: 1. - Agua bendita: El bautismo. 2. - Incienso: Para loar la gloria y dar la bienvenida a los muertos. 3. - Copal: Para limpiar las impurezas del cuerpo. 4. - Blanco y azul: Colores de la religión, el blanco representa la pureza de Dios y el azul el cielo. 5. - Imagen de Cristo: Representa al líder religioso. 6. - Ceras y veladoras: Luz para alumbrar la oscuridad. 7. - Vino: La sangre de Cristo. 8. - Fruta de temporada: Abundancia, esperanza de que el difunto llegue al paraíso donde no le faltará nada. 9. - Comida: El alma llega, huele y se impregna del aroma de la comida. 10. - Flores: Adorno de la ofrenda. 11. - Veladora de aceite: es la esencia del culto católico. 12. - Retrato de la persona que se recuerda. PREHISPÁNICO: 1. - Agua de Chalchihuites o de manantial: Para mitigar la sed y limpiar el cuerpo de impurezas de malos augurios, desdichas, desventuras, etc. 2. - Copalli: Con el tlecuilli o sahumerio, limpiar la ofrenda, y con el humo darles la bienvenida y limpiar el o lugares de los malos augurios. 3. - Imagen de Camaxtli: Dios tutelar de los tlaxcaltecas. 4. - Frutas de la temporada: Abundancia y felicidad. 5. - Comida: Mole de guajolote, tamales, tlacoyos, memelas, atole, agua, tlaxcalt, pulque, jícara, acocote, diversos panes: hojaldras, roscas, pesuñas, todo en su canasta tapada con bella servilleta. 6. - Flor de zempoaxuchitl: Luz celeste. 7. - Colores blanco y rojo. El blanco representa la pureza de Dios y el rojo la sangre del hombre tlaxcalteca. 8. - Utensilios del difunto: Según su actividad. Para el caso de un guerrero su arco, flechas, macana, (ximatl) lanza, cuchillo de pedernal. Para un campesino su azadón, ayate, lazo, hoz, a una mujer deberán ponerle sus trastes de barro cocido y prendas que la identificaron. 9. - Distintivos e instrumentos característicos de la región. 10. - Chiquehuite, Chiquepextle, metate, metlapitl, brasero. 11. - Petate: Para que el difunto descanse de tan largo viaje y después retornar al Mitlan. En la década de los 1980 se agregó la biografía del difunto.
Posted on: Sun, 20 Oct 2013 22:53:53 +0000

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