Marco y circunstancias históricas de la Independencia - TopicsExpress



          

Marco y circunstancias históricas de la Independencia nacional La gesta emancipadora que otorgó al Paraguay su libertad y soberanía como sociedad y como país fue el resultado de una serie de procesos confluyentes en los sucesos de principios del siglo XIX. Diversos factores y de la más disímil naturaleza formaron las varias aristas de las circunstancias que determinaron el curso de los hechos que derivaron en la independencia americana, como lo sucedido hace 200 años en el Paraguay. La política seguida por los reyes católicos, que llevó a la España a caballo entre los siglos XV y XVI a convertirse en un estado moderno, el más moderno de su época, fue abruptamente modificada con el acceso al poder de su nieto, el príncipe feudal Carlos I –más conocido como el emperador Carlos V–, quien transformó la compartimentada y relativamente autónoma estructura estatal del feudalismo, centralizándola por medio de una potente burocracia real. Esta situación no impulsó la dinámica nacional burguesa, como sí se vivió en otros países europeos que optaron por fortalecer la participación burguesa en los diferentes campos de acción, como el caso de Inglaterra. Si bien esta política sirvió en su momento para articular la primera potencia mundial como lo fue España, se quedó allí. No evolucionó. El anquilosamiento del sistema administrativo español, que de ser el más moderno estado europeo –con administración moderna, sistema político reformado y con unidad nacional–, a la cabeza de los países europeos de mediados del segundo milenio de la Era cristiana, pasó a convertirse en el más empobrecido y deteriorado país, que, pese a ser metrópoli de un extenso territorio con dominación colonial, se derrumbó como un castillo de naipes, al ser herido en sus flancos débiles e indefensos. A ese derrumbe se sumaron hechos, circunstancias, ideologías, negocios y diversos otros factores enmarañados en una trama determinante de las decisiones de los actores políticos que protagonizaron aquellos hechos que llevaron a todo un continente a cortar sus vínculos políticos y construir una nueva sociedad, basada en la igualdad en libertad para el ejercicio de su soberanía. Los acontecimientos de mayo de 1811 en el Paraguay, así como lo ocurrido en la antigua capital virreinal un año antes, no fueron un simple levantamiento militar para derrocar al poder colonial, sino un hecho determinado por la crisis peninsular y como una resolución de los patriotas para evitar el vacío ante la desintegración de una estructura supranacional, como el sistema colonial español, lo que derivó en el autogobierno de las antiguas provincias. La fuerza de las ideas El derrumbe o la desintegración del sistema colonial español en América fue el resultado de la falta de visión de sus líderes para adecuarse a las nuevas corrientes ideológicas y filosóficas, así como a la incapacidad de la sociedad española de adaptar su sistema productivo a las nuevas tecnologías que iban ganando terreno en el continente europeo, cambiando radicalmente la situación económica y social de la época. La aparición de nuevas ideas iban permeando paulatinamente las sociedades de la época, revolucionando el pensamiento del hombre y planteando situaciones y cuestionando realidades que se consideraban naturales, inmanentes e inmutables. Estos cambios en la conciencia del hombre de aquella época sacudieron profundamente los cimientos y las estructuras de las sociedades de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Los acontecimientos de mayo de 1810 en el Río de la Plata y de mayo de 1811 en el Paraguay no pueden explicarse sin la confluencia de factores que llegaron a influir abiertamente en la independencia americana y, por ende, de nuestro país. Uno de aquellos factores fueron las ideas renovadoras que iban surgiendo y que fueron ganando espacio en Europa. Desde el siglo XVII, heredero de la liberación y exaltación del hombre por el Renacimiento, iba ganando terreno un estado de opinión que fue afianzándose a lo largo del siglo XVIII y que fue conocido como la Ilustración, o como la definió el filósofo Emmanuel Kant, la “liberación del hombre de su culpable incapacidad”, sintetizando en una visión universal las ideas sobre Dios, la razón, la naturaleza y el hombre. Estas nuevas ideas se plasmaron en un gran movimiento intelectual que inspiró avances revolucionarios en el arte, la filosofía, la política y la economía. La Ilustración preconizaba que, ante todo y sobre todo, estaba la razón. Efectivamente, la Ilustración daba suma importancia a la razón y sus posibilidades para transformar y organizar la sociedad. Para este movimiento, el pasado no determinaba de forma inexorable la evolución de la Humanidad, sino que preconizaba que ella –la evolución de la Humanidad– se basaba en la conciencia de los hombres sobre sí mismos, su inteligencia y su libre albedrío. La Ilustración era contraria a todo dogmatismo y determinismo, por lo tanto se contraponía a realidades políticas y morales imperantes, como el absolutismo monárquico y al dogmatismo religioso. Por otra parte, los logros científicos que venían desarrollándose desde el Renacimiento llevaron a concebir el universo como una realidad dinámica regida por leyes que la razón podía desentrañar y explicar. En ese sentido, se postuló el “deísmo”, según lo cual Dios era el “arquitecto del universo”, el creador de las leyes universales, pero que no intervenía directamente en ellas. Estas ideas tuvieron sus negadores y detractores, y no faltaron quienes radicalizaron sus concepciones y se hicieron ateos. El “progreso histórico” de la humanidad Todas estas ideas llevaron a pensar que la humanidad era producto de un “progreso histórico”, fruto de sus propios esfuerzos y de la razón humana, y no de un plan divino. Se generó la idea de “humanidad” integradora de los pueblos, por encima de cualquier situación o circunstancias. Las diversas realidades de cada país europeo marcaron las características de esta tendencia ideológica: Una Francia gobernada por un sistema monárquico absolutista llevó como resultado una Ilustración más anticlerical y política, diferente a la desarrollada en una Inglaterra con una monarquía liberal. En Alemania, por su parte, los debates se centraron en torno a la metafísica y la religión. Fruto de la Ilustración fueron las primeras teorías modernas secularizadas. Empezaron a ser rechazadas las explicaciones escolásticas del mundo. Los objetos del entendimiento no podían ser entidades constituidas previa e independientemente de él ni tampoco ideas innatas. Estas ideas abrieron paso a una nueva visión de la ética y de la sociedad, cuya correcta y justa ordenación dependería solo de la razón humana. Las realidades dispares de los diferentes países marcaron, como dijimos, las características de la Ilustración. En Francia, donde la organización política era inflexible y absoluta, la reacción contra la rígida jerarquización y desigualdad desembocó, inexorablemente, en ideales revolucionarios. Algunos de sus mentores postulaban un liberalismo garantizado por la separación de los poderes –en Ejecutivo, Legislativo y Judicial–. No faltaron quienes atacaban abiertamente el absolutismo o propugnaban el imperio del orden y de una sociedad regida por el ejercicio de la libertad. Las ideas de la Ilustración prendieron fuertemente en Francia, Inglaterra y Alemania. Más tímidamente en Italia y España. Por otro lado, las nuevas ideas tuvieron un inusitado arraigo en las colonias hispanoamericanas, donde contribuyeron decididamente a formar el pensamiento de los líderes independentistas. La influencia de las ideas en América Los acontecimientos que tuvieron lugar en América estuvieron, en gran parte, inspirados por estas ideas, que constituyeron uno de los factores determinantes para la transformación política, económica y social del continente. De un continente que, precisamente, era víctima de la jerarquización social que derivaba en grandes y profundas desigualdades e injusticias sociales. Si bien hubo un atisbo del pensamiento ilustrado en la España Borbónica, el temor del contagio de los efectos de la Revolución francesa sacudió el reinado de Carlos IV de España. Este temor al contagio de ideas revolucionarias derivó en el cierre de las fronteras españolas de los Pirineos y significó un retroceso de la política ilustrada en la península ibérica. La fuerza de los negocios en la independencia Después de la invención de la agricultura en la llamada Revolución neolítica, la economía mundial no conoció ninguna transformación sustancial hasta que, desde la segunda mitad del siglo XVIII, comenzó en la Gran Bretaña la Revolución industrial. Estrechamente relacionada con el desarrollo del sistema capitalista, la industrialización se extendió por todo el mundo y determinó el surgimiento de nuevas formas de sociedad, de estado y de pensamiento. La comprensión de los acontecimientos ocurridos en la América española no puede estar apartada del impacto e influencia que la Revolución industrial tuvo en la forma de pensamiento de aquella época y la concepción de un nuevo orden económico y político. El conjunto de innovaciones técnicas derivó en una serie de transformaciones económicas y sociales que originaron el paso de un tipo de economía estática –la agrícola y feudal– a un proceso de crecimiento autosostenido –economía industrial y capitalista–. La industrialización en la Gran Bretaña estuvo muy unida a la consolidación del sistema capitalista, basado en la libre competencia de las fuerzas del mercado, tal como lo preconizaban los teóricos del liberalismo, por lo que ambos, el liberalismo y la industrialización, están estrechamente ligados. El proceso de industrialización, que alcanzó su apogeo rápidamente en Gran Bretaña, tuvo un desarrollo más lento en el continente europeo, debido a la pervivencia de las tradicionales estructuras agrarias, hecho que no solo acentuó las desigualdades entre países, sino también entre zonas distintas de un mismo país. En un principio, la industria inglesa se organizó en régimen familiar. El capital se fijó primero en las industrias textiles, cuya mano de obra se vio asegurada por la gran cantidad de campesinos que fueron desplazándose a las ciudades, especialmente las que eran foco de desarrollo industrial. La Revolución industrial, que se inició en Inglaterra y que ganó ímpetus en el último tercio del siglo XVIII, dio un nuevo impulso al capitalismo inglés y demandó la búsqueda de nuevos mercados para la colocación de los productos ingleses, frutos de una manufactura altamente competitiva y que ya había saturado el mercado local. Por ello, la Revolución industrial –iniciada y desarrollada en Inglaterra– tuvo mucha importancia en la aparición de los movimientos independentistas americanos. Ella había desatado una conflictiva carrera por el control de los mercados, lo que llevó a Inglaterra a una situación de guerra con Francia, a la que fue arrastrada España, como aliada circunstancial de Francia. Esta situación, luego, se trasladó a América y fue uno de los ingredientes importantes en las revoluciones emancipadoras americanas.
Posted on: Thu, 07 Nov 2013 10:40:26 +0000

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