Me encontré esta historia, sobre el asalto al cuartel san carlos, - TopicsExpress



          

Me encontré esta historia, sobre el asalto al cuartel san carlos, es impresionante el gran valor de la gente de mi pueblo, cada dia aprendo amar mas a mi país, y a mi pueblo San Carlos. En San Carlos esta un volcán erupcionando lavas de poemas y canciones/ un riachuelo bien popular/un islote cargado de arboles de cartillas/garzas que enseñan a leer, hombres dueños de la esperanza y el futuro/ hombres viejos que ya no están que se fueron por el San Juan/ hombres buenos que río abajo se perdieron….” Canción-Diego Aguirre Era miércoles 13 de octubre de 1977. Hace 36 años. Quietud. Todo es quietud en el Río San Juan. Isla La Venada. La Atravesada, Mancarrón, Mancarroncito. Al frente Papaturro. A lo lejos las siluetas de montañas que algunos dicen que es Granada otros aseguran que es Chontales. Yo digo que es Nicaragua. Está de acuerdo conmigo la Isla San Fernando, conocida también como “la Elbis Chavarría”, todas éstas como parte del archipiélago de Solentiname, muchos se equivocan cuando escuchan decir Solentiname, creen que es una sola isla, una isla sola, no, no es cierto, Solentiname es un cúmulo de islas preciosas. Un paraíso en la Nicaragua de lagos y volcanes…también de isletas en cuyas entrañas se oculta tesoros milenarios y hombres y también mujeres que han cambiado la historia de la Nicaragua de Rubén. Ya estamos escribiendo sobre San Carlos en donde el Río San Juan se une con el lago de Nicaragua, nadie sabe con exactitud donde se unen, pero se unen en la niña visual del Malecón. Allá en donde “San Carlos despertó para mirarlos”. Codiciado el sitio, no lo digo yo, lo recoge, refleja la historia pasada y contemporánea de nuestro país. Cuanto quisieran los costarricenses poseer un lago dulce, una mar dulce con tiburones, tilapias, robalos, pescaditos de todititos los colores, los colores del arco iris, siete de Newton, del disco, del que te advierte que la lluvia se va y te recuerda el pacto con Dios. La trama continúa en Mancarrón donde siluetas juveniles van esculpiendo garzas blancas y zopilotes del río, patos chanchos, al final patos del río, del San Juan, cerca de San Pancho lejano de San Fernando y de Papaturro, al final todos estos preciosos sitios cobijados por aguas del San Juan haciendo mescolanza, argamasa, melcocha con aguas del gran lago. Del San Juan de Nicaragua y del Gran Lago Cocibolca, esos que huelen a Pinol-pinolillo-pinolito. Puro Pinol. La isla Venada inquieta. La atravesada ya no se diga, San Fernando cómplice, la Iglesia mancarroniana con influencia trapense, con sus hileras de cuartones de 4x4 y 2X2 de árboles centenarios que te indican el camino a seguir desde el techo que ha sido testigo de muchas necesarias conspiraciones, además, de bellas composiciones musicales que le cantan y cantaran a Dios desde el pulpito al son y compás de una Misa Campesina. 4X6 y 6X8 musicalmente. Carlos Mejía, Pablo Martínez Téllez “El Guadalupano”. Pablito y Carlitos, Carlitos y Pablito, el somoteño y leonés. Al fin nicaragüenses para orgullo suyo y mío. Trapense en vivo. Todo por la Nicaragua amada, adorada, querida; jamás olvidada. Un remedo de muelle, una lanchita espera silenciosa, cómplice, callada, sempiterna, consciente de lo que va a ocurrir en Nicaragua. Los días apenas comenzaban en el calendario y octubre también cómplice. Colaboraba. Muchos colaboradores. Muchas lanchitas, vinieron de Costa Rica, canaletearon por San Pancho, Felipe Peña, Johnny, Los Sábalos, El Castillo donde la Payita-Rafaela Herrera- no le falló a don Pedro y ¡pum! El buque pirata se fue a pique, hilachas del “Cachimbon” aún están en el fondo del Raudal del Diablo. Indio Maíz calmo como siempre con sus monos Congos, Codornices y Urracas por doquier. La tortuga del río habla pausadamente, fresca, lenta, haragana con el Indio. Se entienden. Se comprenden. Despiste. En la iglesia de Mancarrón se pintaba con los colores naturales de Dios. Se armaba y desarmaba la vieja carabina. El arrastre, el ángulo de tiro, las escuadras y nuevamente la lanchita quieta en el remedo del muelle. Esperaba. Mancarrón comenzaba a inquietarse. En Managua el tirano confiado en su poder pretoriano. Propio de dictador. No se imaginaba lo que venía, - no tenia porque- lo que se gestaba, eran niños, apenas mozalbetes conscientes de su historia y dispuestos a cambiar su propia historia. No estaban equivocados. Jamás lo han estado. Nunca lo estarán. Se acercaba el trece de octubre de 1977. “Oh San Carlos eterna poesía/ enamorado de la hija del sol/ vas creciendo a lo largo del tiempo/ hasta alcanzar el sueño de tu andar…”. Canción- Diego Aguirre. Todos Jovencitos con miradas centradas en el Río San Juan. En un futuro mejor. Dispuestos a cumplir todas las órdenes, menos una: ¡Rendirse! Leían el evangelio, cantaban, componían canciones, pintaban el paraíso con pinceles divinos; escribían poesía, recitaban versos, leían historia de Nicaragua, del universo, se hacían mejores muchachos. Vivian en comunidad por algo se le ha llamado comunidad de Solentiname. Hoy podríamos recordarles con un verso de una canción pincelada, precisamente, por un hijo del río, por un nativo de San Carlos, Diego Aguirre, un muchacho que enfrentó la muerte un sábado nueve de septiembre de 1978 cuando, imitando a otros chavalos de octubre de 1977, asaltó-junto a otros adolecentes- un bastión somocista en la Colonia Centroamérica, Managua. Un guardia con puntería de canalla disparó y Diego cayó. Un milagro salvó al sancarleño para seguir cantando a los muchachos que le inspiraron a empuñar el fusil y la guitarra. ” En San Carlos esta un volcán/erupcionando lavas de poemas y canciones…” “Hombres viejos que ya no están/que se fueron por el San Juan/ hombres buenos que río abajo se perdieron… ¡Oh! San Carlos eterna poesía/ enamorado de la hija del sol, vas creciendo a lo largo del tiempo/ hasta alcanzar el sueño de tu andar…” Ernesto Cardenal, el poeta trapense, se deslumbró de la infinita quietud de Solentiname. De ese archipiélago con arpegios de pájaros carpinteros, codornices, garzas blancas que convierten en leche las orillas de Mancarrón, Mancarroncito, isla Atravesada, San Fernando, isla la Juana de donde salían los aguacates más grandes y ricos del universo, curiosamente una peste acabó con ese néctar verde por fuera amarillo por dentro tal como suelen decir los niños en el juego de la adivinanza. Papaturro de frente. Comenzaba la década del setenta y se hizo el milagro. El sueño trapense se le encomendó a Cardenal llevarlo a la realidad. Según vecinos del lugar la propiedad fue vendida al Padre Cardenal por el papá del actual Fiscal General de la República, doctor Julio Centeno Gómez. En el corazón de Mancarrón surgió la iglesia pequeña y humilde: Nuestra Señora de Solentiname. Era la época del evangelio de la liberación, de jóvenes inquietos y los de San Carlos y comunidades adyacentes jamás podrían estar al margen de ese fenómeno que rondaba por America Latina. “El San Juan de la Cruz” y la “Luis Ugarte “continuaban aguardando sobre las quietas aguas del archipiélago a su preciosa carga. Nicaragua en paz. Supuesta paz. Algo se gestaba. Se sabía pero nadie aseguraba nada, al final nadie sabía nada o mejor dicho eran poquísimos y poquísimas los y las que manejaban “la cuestión”. Lo cierto es que en Nicaragua de un momento a otro habría “fiesta”. Bulliciosa de por cierto. Los estragos del terremoto de 1972 aun se observaban, aun se sentían, aun se comentan. Los lamentos aun estaban presentes, aun lo están. Al margen de la tragedia la “cosa” política, el tema de la guardia, de Somoza, de los gringos, de la dependencia, del General Sandino que lo quisieron inútilmente ocultar. Más fresco aun un viernes 27 de diciembre de 1974 en Managua en víspera de despedida de año cuando “El silencio se Rompió” y Eduardo Contreras, Germán Pomares, Joaquín Cuadra y Hugo Torres entre otros y otras sacudieron los estamentos de una cruel dictadura logrando con ello denunciar al mundo la atrocidad a que estaba siendo sometida la Nicaragua de Sandino. “Frente al Callejón de los Enamorados -donde las postas llegaron a escuchar suspiros, grititos ahogados, carros corriendo a velocidad prohibida sin moverse de su sitio- estaba la residencia, desde la cual se miraban el lago y las luces de la capital. La mayoría de los combatientes elegidos fueron concentrados desde los primeros días de octubre de 1974.(…) Me produce aún una intensa ternura recordar cómo los integrantes de aquella unidad de combate siempre creyeron que la acción sería en extremo peligrosa y, sin embargo, en ningún instante se les cruzó por la imaginación que no fuera posible. Con el entrenamiento llegaron a tener confianza total en el éxito. Fue intenso. Se practicó centenares de veces cómo penetrar a un local e inmovilizar a sus ocupantes, improvisar parapetos, rechazar un ataque. Se simuló hasta cómo irían en los vehículos” es parte del testimonio del Comandante Tomás Borge –qepd- en lo relacionado al asalto a la residencia de Chema Castillo en Los Robles, Managua. 1974 y “el silencio se había roto”. Esta acción serviría para incentivar lo que en Solentiname se gestaba de cara a un histórico 13 de octubre de 1977. “San Carlos estaba despertando para mirarlos”. Nubia Arcia, muchacha bonita, Alejandro Guevara humilde y aguerrido sancarleño, Bosco Centeno, Felipe Peña, Laureano Mairena, Elvis Chavarría, Gloria Guevara hermana de Alejandro y de Donald del mismo apellido, Ernesto -El Chato- Medrano, José Arana, Iván Guevara, Roberto Pichardo y Panchito Batata entre otros y otras disfrutaban las fiestas de cumpleaños sabatinas de San Carlos y sus entornos. Familiares entre sí, amigos y hasta novios entre los mencionados. Alejandro, el más humilde, conductor del grupo, ya andaba metido en “la cosa”, igualmente Laureano, sabían lo que estaban haciendo bajo la óptica de Ernesto Cardenal y mandos políticos y militares clandestinos de una organización política militar llamada Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). La compartimentación funcionaba. La familiaridad, el noviazgo y la amistad una cosa, otra la lucha por la liberación. Tenía un costo. Las reuniones clandestinas en Mancarrón continuaban. Discurrían los meses antes de octubre de 1977. La comunidad crecía, la conciencia se agigantaba, Ernesto Cardenal aprendía y enseñaba, los muchachos de la comunidad también aprendían y enseñaban. Todos aprendían y enseñaban. Así avanzaban hacia las páginas de nuestra historia. “Se me ocurre un ejemplo: Uno coge un palo de madroño y lo pone de solera en una casa, pero no da flores, sino que dará otra cosa. Y no puede dar las flores blancas que daba en el monte porque murió a ese mundo, pero va a dar provecho en otro mundo. Aquí tenemos muchas soleras en la iglesia que son madroños…” Alejandro Guevara, actor principal del ataque al cuartel San Carlos el 13 de octubre de 1977, muerto en accidente automovilístico en la década del 80 siendo subcomandante del Ejército Popular Sandinista. HORAS ANTES DEL ATAQUE. Con las lluvias de mayo llegó Nubia Arcia a Solentiname. -Nubia era novia de Alejandro Guevara, posterior inmediato al triunfo de la revolución se convirtió en su esposa- Había aceptado invitación de Gloria y Maria Guevara hermanas de Alejandro del mismo apellido. Visitar y saludar a Ernesto Cardenal que recién había llegado de Estados Unidos, -venia de denunciar las atrocidades de Somoza Debayle-, era el objetivo. Eran momentos duros en la montaña nicaragüense donde un puñado de hombres y mujeres mal comidos, mal vestidos, mal armados pero henchidos de amor a Nicaragua enfrentaba a un ejército entrenado para matar por parte del imperio norteamericano. Esa visita a Solentiname cambio la vida de Nubia. Se convirtió en Maestra y se quedó en Mancarrón enseñando y aprendiendo junto a otras y otros jóvenes que dentro de pocas semanas enviarían un mensaje de liberación al mundo. Durante esa estadía, cuenta Nubia, los muchachos partieron a entrenarse a escuela clandestina del FSLN. “Nosotros no sabíamos nada de lo que se venía” enfatiza Nubia al recordar un pasaje de su vida que caló en la conciencia nacional. Laureano Mairena –qepd- no desaprovechaba el tiempo y en una fiesta recluta a Miriam y de entrada le plantea que si quiere participar en un combate. Miriam Guevara no titubeo y aceptó. “Éramos trece y nos reunimos en La Comuna. El M-1, la M-3, el Garand fueron las primeras armas que conocimos, las desarmamos, las armamos, nunca antes las había visto” relata Miriam. Felipe Peña –qepd-, por su parte, una mañana de las que antecedió al ataque al cuartel San Carlos, se despidió de su papá y notó preocupación en el rostro de su progenitor. Parte del grupo ya estaba en La comuna. Ese día Felipe viajó a San Carlos en la lancha de Luis Ugarte, se embriagó con su hermano y al día siguiente se “embuzonó” en una casa de seguridad. Alejandro Guevara –qepd- en su oportunidad recordó que el doce de octubre de 1977 salieron de Solentiname. Estaban solo los que iban a participar en el asalto al cuartel de San Carlos. Ernesto Cardenal ya se había marchado a Costa Rica. Una semana antes el propio Alejandro había dirigido una escuelita militar en La Comuna. Ya estaban entrenados. El arsenal: Un fusil Garand, una subametralladora M-3, una carabina M-1, una escopeta 12 y una carabina 22, horas después llegarían más armas a través de apoyo político militar del clandestino FSLN. “las armas llegaron al peso de la madrugada en una camioneta, las desempacamos, limpiamos y armamos porque llegaron desarmadas” recordó Felipe Peña. Alejandro Guevara en entrevista histórica señalaría “nos alistamos para la salida. Dejamos las luces encendidas y nos bajamos al muelle. Íbamos Julio mi hermano, Bosco, Laureano, mi hermano Donald, La Nubia y yo. Mis otros dos hermanos Iván y la Gloria estaban acuartelados junto con Pablo en la Loma, cerca de San Carlos. Apenas oscureció un poquito nos embarcamos en el “San Juan de la Cruz” y atravesamos el lago”. Los recuerdos de Nubia Arcia nos señalan que llegaron al campamento casi a las doce de la noche. Fueron recibidos por “Cero”. Se bañaron, cambiaron ropa y comieron. Durmieron un poco y a las tres de la mañana estaban listos para el combate. “Estábamos divididos en dos columnas: una norte y otra sur. La columna norte iba jefeada por el comandante “Cero” y Chop. La columna sur estaba jefeada por el comandante “Uno”. Yo quedé en la norte” concluye Nubia. A la media noche del doce de octubre repartieron las armas entre los combatientes. No quedaba tiempo para dormir. Una camioneta recorrió calles y avenidas de San Carlos con una preciosa carga: una veintena de combatientes. Muchachos y muchachas decidid@s a dar la batalla como ejemplo de rebeldía ante un sistema ya insoportable para los nicaragüenses en ese octubre lleno de historia, de heroísmo, dolor, alegría y que al final desembocó en un parto: 19 de julio de 1979. “Somos los libertadores que con plomo y no con flores, venimos a conquistar, la segunda independencia que traidores sin conciencia han querido profanar (…) debemos de proceder como soldados valientes preferir mejor la muerte y no dejarnos vencer” (La Casita). Anastasio Somoza Portocarrero, “El chigüín”, pasaba vacaciones en Morrillo acompañado, por supuesto, de un buen pelotón de guardias debidamente entrenados. Esto no fue considerado en el ataque a San Carlos que ya estaba iniciando un trece de octubre de 1977. El tañer de campanas de la iglesia fue como señal para que iniciaran los primeros disparos contra el Cuartel de San Carlos aquel inolvidable 13 de octubre de 1977. La orden era fuego nutrido luego solicitar rendición a los guardias acantonados en el sitio. Alejandro Guevara fue el que inicio el fuego con un fusil M-3. Se rompió la quietud sancarleño. Los feligreses buscaron refugio en la iglesia donde oficiaban misa y se preparan para una procesión, otros corrieron sin rumbo, nadie sabía con exactitud que estaba ocurriendo esa madrugada. Eran aproximadamente las cuatro de la mañana. Una luz de foco, una ráfaga y un hombre cayó: era el “cuque”-cocinero- de la guardia. Las escuadras disparaban y el fuego fue contestado desde el Cuartel. ¡Ríndanse! Gritó con un megáfono en mano uno de los combatientes, la guardia respondió con fuego de fusilería. La orden de fuego por parte de los guerrilleros no se hizo esperar. Felipe Peña fue herido en la cara-sin gravedad- Iván Guevara logró llegar hasta cerca de la cocina del cuartel y una granada lanzada por este combatiente silenció a cuatro o cinco guardias que aun no se reponían de la sorpresa madrugadora. Bosco Centeno recuerda: “Miré una ráfaga y tiré una ráfaga en esa dirección. El me ubicó. Y entonces comenzamos a tirarnos ráfagas el uno al otro. Ahí no mirabas otra cosa que los fogonazos. No siguió disparando: seguramente lo jodí”. Sancarleños aseguran que fue, precisamente, la guardia que acompañaba al “Chigüín” –Anastasio Somoza Portocarrero- hijo del dictador de Turno Anastasio Somoza Debayle- que se encontraba cerca del lugar los que hicieron acto de presencia y los que informaron a la capital del suceso y con ello la retirada se realizó con algunos desajustes. En la retirada Richard Lugo neutralizó en la calle de abajo” o de “los comerciantes” a José Manuel Delgadillo Mayor de la Guardia Nacional y a Augusto Fonseca, Juez de Policía. La escuadra de Alejandro Guevara toma rumbo “Río Frío”, la de Laureano Mairena por la pista buscando San Pancho, los jefes superiores del operativo Antenor, William y Alvaro Ferrey, incluso, José Valdivia tomaron lancha sobre el Río San Juan, buscando el río “Medio Queso” , tratando de alcanzar la finca “las Brisas” de José Coronel Urtecho y Maria Kautz. José Valdivia, conocido como “Marvin” en el Frente Sur para la ofensiva final de 1978/1979 ostentó, posterior inmediato al 19 de Julio de 1979, el honroso rango de Comandante Guerrillero. Alejandro Guevara, Nubia Arcia, Gloria Guevara y otros miembros del Comando, después de muchas penurias y acoso de la guardia por aire y tierra lograron llegar, con apoyo de la Guardia Civil costarricense, a San José, donde fueron entrevistados por la prensa internacional y atendida dignamente por las autoridades de ese hermano país. Elvis Chavarría y Donald Guevara en la retirada buscando Costa Rica llegaron a una hacienda equivocada, “La Esperanza”, era de Somoza, los apresaron posteriormente, los asesinó la guardia somocista no sin antes hacerlos cavar sus propias tumbas. Felipe Peña fue capturado por el ejército de Somoza, torturado y por una foto tomada por Roberto Sánchez Ramírez y publicada en el diario la Prensa no fue asesinado. Fue liberado mediante la acción sandinista del 22 de agosto de 1978 cuando el Palacio Nacional de Managua fue tomado por un grupo de guerrilleros encabezados por Edén Pastora, Dora Maria Téllez y Hugo Torrez. Felipe Peña cayó combatiendo durante la ofensiva final de 1979 en las montañas de Nueva Guinea. Eddy Chavarría, músico y topógrafo, hermano de Elbis, vivo aun, fue hecho prisionero y torturado en esa ocasión. Recién me decía en el marco de nuestra amistad histórica: “me encapucharon, me patearon pero curioso, Franklin Montenegro me perdonó la vida porque cuando estuvo de jefe del comando aquí me miró tocar la guitarra. “A tu hermano lo matamos ya, yo puedo matarte aquí mismo” recuerda que le dijo el oficial de confianza de Somoza Franklin Montenegro muerto al final de la guerra insurreccional de 1979 por fuerzas sandinistas. Eddy aclara que Franklin Montenegro fue enviado por Somoza a San Carlos posterior inmediato al asalto al cuartel en virtud que conocía la zona. San Carlos desde el 13 de octubre de 1977 hasta el 19 de julio de 1979 estuvo militarizado por tropas somocistas. La acción del trece de octubre de 1977 en San Carlos, Río San Juan, estuvo acompañada de una serie de acciones política militares impulsadas por el FSLN entre las que sobresalen las de Cárdenas en Rivas, Ducuali, Mozonte y San Fernando en Nueva Segovia, incluso en Masaya. Alejando Guevara, a raíz del triunfo de la Revolución Popular Sandinista ocupó altos cargo en el gobierno sandinista de los años ochenta y, además, fue subcomandante del Ejército Popular Sandinista, falleció en un accidente automovilístico en la década del 80. José Valdivia se retiró del Ejército con rango de Comandante Guerrillero, está en la vida civil. Nubia Arcia se convirtió en empresaria hotelera en Solentiname, Bosco Centeno en la vida civil, fue Teniente Coronel del Ejército Popular Sandinista, actualmente es operador turístico de ese bello paraíso de San Carlos, Río San Juan, Gloria y Miriam Guevara están en la vida civil y radican en San Carlos. Laureano Mairena fue Capitán del Ejército Popular Sandinista y cayó combatiendo en la montaña norte nicaragüense a la contrarrevolución financiada por Estados Unidos de Norteamérica en los años 80. “Ernesto (“Chato” Medrano) encargado de las granadas fue el primer en asomar su pecho a las metrallas. Un disparo proveniente de una Browing le destrozó la rodilla derecha. Crac. Un segundo después un calor intenso hormigueaba azaroso por sus piernas. Ya herido, intentó lanzar otra granada con igual desacierto. Al principio se tambaleó, pero la bala había perforado la rodilla haciendo trizas los tendones y la rótula. Cayó al suelo y trató de arrastrarse entre la maleza. De vez en cuando alzaba su mano ensangrentada para indicar su posición. Un compañero resguardado tras un árbol veía su rostro pálido asomarse intermitentemente. Cuando su compañero logró acercarse, Ernesto no le pidió auxilio, al contario, deseaba más granadas para continuar el ataque. Deseaba morir allí, pero se lo impidieron. Mientras se desangraba, al resguardo de un pequeño pretil, gritó con furia las que quizá fueran sus últimas palabras conscientes: “denme un fusil y guarden sus posiciones, carajo”. No quiso huir junto a los otros. Dedujo que un hombre inválido acabaría siendo la desdicha de todo el grupo. Unos combatientes intentaron llevarlo al hospital, pero la desesperación los hizo chocar la camioneta contra una casa. Ernesto insistió en quedarse y combatir sólo a la Guardia Nacional. Los vecinos aseguran que Medrano combatió hasta que el fusil se encasquilló. Amanecía. El soldado aún con sudor en su cara rozaba el gatillo una y otra vez. Algo en los ojos vidriosos de aquel hombre le impedían saciar sus ansias de matarlo a quemarropa. Ernesto respiraba endeblemente, un diáfano y repetido quejido se escapaba de su cuerpo rasgando la espalda del soldado con un intenso escalofrío. Las manos teñidas de marrón se aferraban ya por inanición o por terquedad al fusil inservible; su mirada estaba fija en el cielo donde un extraño color marrón se extendía hacia el norte del lago. Ernesto no temía al cañón que tenía a dos palmos de su pecho. Sabía que ese era su último amanecer. Los primeros rayos de una revolución que sacaría al pueblo nicaragüense de la opresión Somocista, pero que lamentablemente lo sumiría en otra dictadura de colores distintos. Los testigos del amanecer del 13 de Octubre de 1977 afirman que entre todos los hechos que ocurrieron, uno de origen sobrenatural, fue muy peculiar: aquella mañana el amanecer no fue celeste”. Ricardo Sánchez Murillo.- La Fortaleza o excuartel de la guardia somocista en San Carlos, lamentablemente, al momento, no registra un solo ápice de esta acción heroica de los hijos del Río San Juan. Fuentes no oficiales indican que el gobierno actual esta preparando la construcción de un museo en honor a esa gesta. Seria estimulante, particularmente, para los hermanos que descansan en Mancarrón esperando la resurrección. A continuación nombres de hermanos y hermanas que participaron en el operativo del asalto al Cuartel San Carlos el 13 de octubre de 1977, hace 36 años. “Parece que fue ayer”. “Participaron en el ataque Alejandro, Julio Ramón, Iván, Donald, Gloria, Miriam todos de apellido Guevara Silva. Laureano Mairena, Elbis Chavarría, Felipe Peña, Pedro Pablo Meneses, Nubia Arcia y Bosco Centeno (estos últimos provenientes de Solentiname), Richard Lugo Kautz, los hermanos Alvaro, Antenor y William Ferrey Pernudi, Freddy Sobalvarro, José Valdivia, William González, Roberto Pichardo, Emiliano Torres, Jimmy. Santiago Carballo (“Carballito”) y los costarricenses Ernesto “Chato” Medrano y Plutarco Hernández. Uno de los principales organizadores fue Carlos Coronel Kautz. En el ataque fue herido y murió desangrado Ernesto “Chato” Medrano, herido gravemente José Valdivia. Elbis Chavarría, Donald Guevara, Roberto Pichardo, Felipe Peña y Santiago Carballo fueron capturados. Los dos primeros fueron conducidos el 14 de octubre de 1977 por la mañana río abajo y asesinados, igual que a Pichardo pero en otro sitio. A todos los vió vivo el periodista Roberto Sánchez Ramírez quien llegó a San Carlos la madrugada del 14. Roberto brindó testimonio de los asesinatos en una enérgica denuncia pública. Felipe Peña fue rescatado cuando la toma del Palacio Nacional el 22 de agosto de 1978. Cayó en combate en Nueva Guinea, en mayo de 1979. Jimmy fue también liberado en esa ocasión, combatió en la guerrilla y luego fue parte del nuevo ejército. “Carballito” se marchó a Costa Rica donde murió, fue determinante en la introducción de las armas. Laureano Mairena pereció en Nueva Segovia en un enfrentamiento contra la agresión imperialista norteamericana, Alejandro Guevara murió en un accidente de tránsito. Elbis, Donald, Laureano y Alejandro están sepultados juntos en la isla Mancarrón, archipiélago de Solentiname. Los restos de Roberto Pichardo están en el parque que lleva el nombre de Ernesto “Chato” Medrano en San Carlos, los de Felipe Peña quedaron en Nueva Guinea, se ignora el sitio. José Valdivia y Richard Lugo Kautz recibieron grados honoríficos de Comandantes Guerrilleros. Este es un pequeño relato de uno de los hechos más importantes ocurridos en la historia de San Carlos, Río San Juan. Los restos de Alejandro Guevara, Laureano Mairena, Elvis Chavarría, y Donald Guevara descansan en el corazón de la isla Mancarrón, archipiélago de Solentiname, de donde salieron en las lanchitas clandestinas un trece de Octubre de 1977 a desafiar y vencer el poder criminal de un Dictador. Hoy los recordamos como los “Hombres buenos que río abajo se perdieron…” El resto ya lo conocemos…´ Fin.
Posted on: Mon, 14 Oct 2013 23:49:18 +0000

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