Mejor hablar Iban a dar las cuatro y media. Ya estaban todos - TopicsExpress



          

Mejor hablar Iban a dar las cuatro y media. Ya estaban todos dispuestos a emprender la carrera para ser el primero de la fila. Había una fiebre especial. Algo así como una amenaza: o sales el primero o no sales nunca de la escuela. El caso es que con frecuencia se organizaban discusiones: que yo llegué primero, que tú te colaste. Pero el listillo de turno, aunque fuera el último en prepararse tenía que salir el primero, y si no que trataran de impedírselo. Menudo era el niño. - Ya estoy harto de Daniel. Como tuviera más fuerza se iba a enterar. - Le comentó Pedro a Luis sin atreverse a reclamar sus derechos. A la salida de clase, entre bocado y bocado de merienda, organizaban el partido de balocesto. El “jefecillo” cogía la pelota y no la soltaba hasta que, aburridos, iban abandonando de uno en uno y se quedaba solo. - ¡Mamá, Daniel no me deja jugar! ¡Mamá, Daniel hace trampas! ¡Mamá…!- Era siempre una sarta de protestas; pero eso sí, sólo ante los mayores. Ante él, reinaba la más absoluta sumisión, aunque por dentro estuvieran rabiando por no atreverse a plantarle cara. Un día Pedro estaba sentado en las escaleras del patio, muy enfadado, después de correr media hora detrás del balón sin conseguirlo ni una sola vez. - ¡Chisssss, chissssss! - ¿Quién me llama? Si no veo a nadie. - ¡Chisssss, chisssss! Estoy a tu derecha. - Lo que me faltaba. Encima de no jugar, yo aquí, imaginándome cosas raras. - No son imaginaciones, Pedro. Soy tu doble invisible. - ¿Mi qué? - Tu doble. Todo el mundo tiene uno. Cuando vemos a nuestro gemelo en apuros vamos a echarle una mano. - Pues conmigo, no sé si tendrás suficiente con las dos, porque estoy muy disgustado. - ¿Tanto te molesta Daniel? - Una cosa buena tienes. Que sin muchas explicaciones sabes de qué van las cosas. - Como que me tiene negro esta situación. – Dijo Bedro mientras le rascaba la cabeza para que lo sintiera próximo. – Sobre todo, porque mucho protestar, mucho protestar y poco poner soluciones. - ¿No eres tú el que ha venido a eso? Pues empieza a trabajar - contestó Pedro aún malhumorado. - No te pases que yo soy un “mandao”. Tú das las órdenes y yo obedezco. En la vida había oído nada tan agradable. Agradable y divertido. Se levantó de un salto muriéndose de risa, ante el asombro de las madres que llegaron a pensar que no andaba muy bien de la cabeza. - Tenemos que hablar; pero en secreto - Dijo Pedro lleno de entusiasmo. - No hace falta, yo adivino el pensamiento – y fue rápidamente a quitarle la pelota a Daniel. ¿Os imagináis su perplejidad? Veía saltar la pelota, ir y venir, entrar en una canasta y en la otra, sin que la pudiera conseguir. Es más, cuando ya la iba a tocar con los dedos, sentía un codazo o un empujón como estaba acostumbrado a hacer él. Rendido fue a sentarse junto a Pedro. - ¿Ya no juegas? – Preguntó éste, volviendo la cara hacia otro lado, disimulando la risa. Prefirió no contestar. Aquello era cosa de duendes. -¡Eres un campeón, Bedro! ¡Nos hemos divertido de lo lindo. - Exclamó Pedro muy contento cuando se quedaron solos.- -Yo, no. Mi idea de ayuda es muy distinta. - No seas remilgado ¡Ha estado genial! Durante la noche, pensó Pedro que le había tocado la lotería con su gemelo invisible. Que lo podría utilizar para un montón de cosas. Se haría el jefe de la clase. Tenía que aprovechar muy bien esos dos días que Bedro iba a pasar con él. A la mañana siguiente nada más entrar en clase soltó en voz alta para que todos se enteraran: - ¡Daniel Danielín, cara de lechuguín! Se hizo un silencio sepulcral. ¡La que se iba a liar! Todos se retiraron para dejar pasar a Daniel que avanzaba puño en alto; Pero el puño cayó sobre él. Y no el suyo precisamente. - ¿Quién ha sido…? – Se volvió amenazante – y ni le dio tiempo de terminar la frase. A veces le hacían cosquillas, a veces le empujaban, otras le ponían en la cabeza un gorro de niña… Carcajadas de la clase e imposibilidad de descubrir al autor. Estaba hecho una furia. Cuando salieron al recreo Bedro llamó a su gemelo al orden. - Yo me decidí a venir porque quería que encontraras un amigo y lo estás perdiendo. Cada vez está más resentido con vosotros. - ¡Yo no quiero ser amigo de un abusón! ¡A toda la clase nos toma por tontos! ¡Ahora voy a ser yo el jefe de la clase! - ¿Para qué? ¿Para seguir comportándote como él lo hace? - ¡Pues no es mala la idea! – Pensó Pedro frotándose las manos. - Ese no es el sistema. Tú también te quedarías sin amigos. Sólo tendrías los que consiguieras a la fuerza, y esos no son amigos. ¿No sería mejor que él entrara en razón? Yo me marcho. Ya me contarás el resultado de lo que hayáis decidido hacer. - ¡No te vayas! ¡No soy fuerte! ¿Qué podría hacer yo sólo? - La fuerza no vale, es mejor hablar. A la salida de clase hicieron asamblea. Expusieron a Daniel las cosas que no les gustaba, y mira por donde, Daniel ni se había enterado de que su comportamiento era el de un niño abusón. Eran malas costumbres, que precisamente por costumbre no era consciente de que molestaba. En el fondo era un chico bueno y así lo demostró. Comprendió que todos eran iguales y que se merecían un respeto. A partir de ese momento, jugaban en armonía, cediendo como debe ser, unas veces unos y otras veces otros.
Posted on: Sat, 27 Jul 2013 08:57:03 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015