Mi madre murió 12 días después de escribir esta carta, el 5 de - TopicsExpress



          

Mi madre murió 12 días después de escribir esta carta, el 5 de agosto de 2.011, día de mi cumpleaños, en el mismo lugar donde yo nací. Este fue su último regalo para mí. Cerró así un ciclo de vida y abrió otro nuevo para las dos. Para contar toda la historia y dibujar el tortuoso camino que tuvimos que recorrer juntas, lleno de injusticia, impotencia y dolor, necesitaría escribir un libro; quizá algún día me anime a hacerlo. Aquí, tan sólo, voy a hacer un resumen de las circunstancias que rodearon la enfermedad y muerte de mi madre, y de la lucha que ahora mantenemos para tratar de que se haga justicia en su caso. Procuraré ser objetiva e intentaré explicar las cosas de modo que puedan ser entendidas por personas legas en medicina. No pondré nombre al hospital, ni a ningún médico, pues existe actualmente un procedimiento contencioso-administrativo en curso y, hasta que no se dicte sentencia, todo es “presunto”. Todo empezó en Mayo de 2.009, cuando en el hospital donde se desarrollan los hechos, se le detectó un Adenocarcinoma de Endometrio de “Alto Grado” (G-III) en estadio inicial (Estadio I). En Estadio I, el cáncer está localizado, y no existen metástasis. El cáncer de Endometrio, cuando es detectado en estadio inicial, cosa que ocurre en la mayoría de los casos (puesto que es un cáncer que produce hemorragias), presenta una supervivencia a 5 años (que es como se mide la tasa de supervivencia) del 90%. El cáncer de Endometrio, en el 80-90% de los supuestos, se corresponde con un tipo histológico muy poco agresivo denominado “Adenocarcinoma Endometriode” y, en Estadio I, su único tratamiento consiste en una intervención quirúrgica de vaciado (útero, ovarios, etc), y limpieza de ganglios. Pero, lamentablemente, también existen los tipos agresivos, que se dan en el 10-20% de los casos. Mi madre presentaba un cáncer agresivo por doble partida: por ser de Grado III (G-III), y por corresponderse a un tipo histológico denominado “Seroso”, cuya capacidad de recidiva (de reproducirse) es de aproximadamente un 80%, si no se trata con quimioterapia y/o radioterapia después de la intervención quirúrgica, a pesar de localizarse en un Estadio I. Hay que decir, que la recidiva de este tipo de cáncer, suele ser mortal de necesidad. El protocolo a aplicar en el caso de mi madre consistía en una intervención quirúrgica, seguida de tratamiento con quimioterapia y/o radioterapia; así lo establece el SEOM (Sociedad Española de Oncología Médica, máxima autoridad en Oncología en este país) y, por tanto, todos los hospitales españoles. En este hospital, concretamente, el protocolo aplicable (según tuvimos constancia con posterioridad), consistía en la intervención quirúrgica, más 6 ciclos de quimioterapia, más radioterapia. Tratada de este modo, mi madre tenía entre un 80 y un 85% de posibilidades de supervivencia a 5 años; mi madre estaría viva casi con toda seguridad. Mi madre fue intervenida en julio de 2.009 y recibida en consulta de ginecología días después. La recibió el titular de la consulta de “Ginecología Oncológica” (este señor es ginecólogo y no oncólogo), el mismo doctor que siempre la atendió en esa consulta. Sin facilitarle el informe de la “anatomía patológica” (donde se analiza el tipo de cáncer y su extensión, y cuya entrega al paciente es obligatoria), le dio cita para nueva consulta en octubre, donde se le facilitó solicitud para unos análisis, cuyos resultados nos remitieron por correo, así como para un TAC que se prescribió para el mes de marzo de 2.010, indicándole que tenía que volver a consulta en abril de 2.010 (9 meses después de la intervención quirúrgica). En ningún momento este doctor nos informó de que el cáncer que mi madre presentaba era altamente agresivo y que precisaba de tratamiento adyuvante (quimio/radioterapia). El protocolo del hospital obligaba a tal doctor a remitir a mi madre a la consulta de Oncología Médica, cosa que inexplicablemente nunca hizo. Tan sólo un comentario acerca de este doctor: se iba de vacaciones al día siguiente, y estaba a punto de jubilarse. Como la ciencia rara vez se equivoca en tema de porcentajes (ya dije que si el cáncer de mi madre no se trataba con quimio/radio, tenía aproximadamente un 80% de posibilidades de reproducirse a corto plazo), mi madre a los 4 meses de la intervención quirúrgica, comenzó a sufrir un dolor intenso en la zona pélvica. Empezamos una auténtica peregrinación por distintas consultas (ginecología, traumatología, sistema circulatorio, unidad del dolor, fisioterapia…), y acudió numerosas veces a urgencias. Siempre advertimos de su reciente operación de cáncer, pero a nadie, ni siquiera en Ginecología Oncológica (acudió sin cita), se le iluminó la bombillita. Miento, un fisioterapeuta nos informó de lo extraño que resultaba que no se nos hubiera facilitado el informe de la “anatomía patológica” de la intervención, y decidió escribir una carta dirigida al ginecólogo que trataba a mi madre (el titular de la consulta de Ginecología Oncológica) solicitando dicho informe. Finalmente, recibimos este informe por correo en marzo de 2.010 y, realmente, nos asustamos cuando lo leímos. Pero la suerte ya estaba echada, en pocos días ella se haría el TAC y ahí se desvelaría todo. Al ser recibida en abril de 2.010 por el mencionado doctor, nos informó de que debía operarse de nuevo, explicando que era cosa de poco, un pequeño “bultito” que le había salido (¡en su línea!). Nada más lejos de la realidad. La intervención fue brutal, duró 8 horas. Le extirparon el bazo, el peritoneo, el epiplón… le intentaron reseccionar todas las partes afectadas del abdomen, pero la resección fue “subóptima”, no se pudo limpiar todo el cáncer. No nos enteramos de la gravedad de la cuestión hasta que hablamos con el cirujano, quien nos explicó que ya no había esperanza para mi madre, tan sólo quedaba la posibilidad de que reaccionase bien a la quimioterapia y pudiesen alargar su vida unos meses, un año o quizá dos. También manifestó su extrañeza por el hecho de que mi madre no hubiera sido tratada con quimioterapia. El fue quien la operó la primera vez, y nos dijo que siempre supieron que era un cáncer altamente agresivo. Cuando acudimos a la consulta de “Oncología Médica” por primera vez, tras esta segunda intervención, el oncólogo me llamó aparte para comentarme varias cosas. Quería saber si era conveniente o no hablar claramente con mi madre. Yo le dije que no, que él se encargase de las buenas noticias y yo me encargaría de las malas. Después, me informó de que era obligatorio haber tratado a mi madre con quimioterapia y radioterapia tras la primera intervención, y me dijo: “tienes que hacer algo”. Sus palabras tan solo confirmaron las sospechas que ya teníamos mi madre y yo. También me contó cosas muy preocupantes relativas al ginecólogo antes mencionado (esto siempre según este oncólogo): se negaba sistemáticamente a acudir a los comités médicos donde, entre ginecólogos, cirujanos y oncólogos, se decidía sobre los tratamientos aplicables a cada paciente de ginecología oncológica. Es decir, él tomaba sus propias decisiones, sin consultar con sus colegas. Llevaba tantos años en el hospital que no obedecía ninguna orden, ni seguía ninguna nueva pauta. Había sido objeto de multitud de quejas por parte de sus pacientes, sobretodo, en relación al trato que las dispensaba. Su relación con la mayoría de sus compañeros era inexistente, y era visto con muy malos ojos por éstos. A pesar de todo lo que me explicó este oncólogo, me dejó claro que esa conversación nunca la había mantenido, es decir, no estaba dispuesto a arriesgar su puesto de trabajo por mi causa. Desde ese momento, tuve claro lo que tenía que hacer: me puse a investigar. Primero tomé contacto con algunos amigos médicos, quienes me asesoraron acerca de los manuales de oncología que tenía que consultar. El caso parecía estar muy claro. La “presunta” actuación negligente era obvia. También me convertí en periodista, en detective, en médico… quería facilitarle a mis abogados toda la información necesaria para fundamentar el caso. Tras esta investigación, puse una reclamación en el hospital, explicando lo que había ocurrido. Fruto de aquella reclamación fui recibida por el superior inmediato del ginecólogo implicado y por el subdirector de la Maternidad del hospital. Ambos reconocieron la presunta negligencia (por supuesto, siempre en privado), pero me comunicaron que el ginecólogo alegaba que él no había sido quien atendió a mi madre por hallarse de vacaciones. Su excusa perfecta fue que otro médico, a quien nunca puso nombre, fue quien la recibió y omitió prescribirle los tratamientos obligados. Por supuesto, esto es mentira y, seguramente, se trata de una estrategia recomendada por los abogados del hospital, quienes saben que, en caso de no resultar clara la autoría de una negligencia, es imposible condenar penalmente a un médico. Después, puse el resultado de mis investigaciones en manos de mis abogados, quienes presentaron una Reclamación Administrativa, a la que, por supuesto, como suele ocurrir en la mayoría de los casos, la Administración contestó que el protocolo aplicado por el ginecólogo era el adecuado. Tras esta Reclamación, iniciamos un Procedimiento Contencioso-Administrativo, actualmente en curso (interponer una querella criminal, es decir, ir “por lo penal” a por un médico es misión casi imposible, si previamente no se ha reconocido judicialmente que ha habido una negligencia médica, y ésto se consigue con este proceso administrativo). Recientemente, han declarado los peritos médicos de ambas partes. Nuestro perito, en su informe y posterior declaración, ha expuesto los hechos conforme a la realidad y de forma contundente. Su principal conclusión es que mi madre tenía aproximadamente un 85% de posibilidades de curarse totalmente si se le hubieran aplicado los tratamientos obligatorios (quimioterapia/radioterapia). El perito de la Administración ha declarado que, en el Estadio I de la enfermedad, no es preceptiva la aplicación de ningún tratamiento, a parte de la intervención quirúrgica, y que es irrelevante que se trate de un tipo agresivo, es decir, que el tipo histológico del cáncer es irrelevante a la hora de prescribir el tratamiento y en el pronóstico de la enfermedad. No voy a entrar a valorar la actuación de este médico, ni a ponerle ningún calificativo. Me limito a transcribir literalmente el protocolo de actuación que el SEOM (máxima autoridad en oncología en España, y cuyas directrices han de ser seguidas por todos los hospitales) tiene colgado en internet en su página web: seom.org, en lo relativo al Adenocarcinoma de Endometrio: seom.org/es/informacion-sobre-el-cancer/info-tipos-cancer/ginecologico/endometrio?start=6 “El 80% de estos tumores son los llamados tipo I, en que la histología es un adenocarcinoma endometrioide…..La mayoría de ellos se encuentran en estadios iniciales, son de bajo grado tumoral, y suelen tener un excelente pronóstico…….”. “Los otros tipos histológicos son los llamados tipo II que incluyen las histologías: carcinoma escamoso, mucinoso, células claras, seroso, microcítico e indiferenciado (G-III). Tienden a ser más agresivos….”. “El grado de diferenciación del tumor (G-I, bien diferenciado, G-II, moderadamente diferenciado y G-III alto grado) es uno de los factores pronósticos más importantes. Es fundamental definir la existencia o no de los siguientes hallazgos: Invasión del miometrio y/o del estroma cervical, diseminación extrauterina, si es un carcinoma seroso papilar o de células claras y si son tumores cuyo grado histológico sea G-III. Estos tumores presentan un alto riesgo de recaída, motivo por el que se debe individualizar el tratamiento posterior a recibir tras la cirugía (quimioterapia y/o radioterapia)”. Este protocolo, que habla por sí sólo, está al alcance de todos vosotros y, por supuesto, del perito médico de la otra parte y del juez a cargo del caso. Existen muchos manuales de oncología, también colgados en internet, donde se habla expresamente de la necesidad de tratamiento adyuvante en el tipo de cáncer de mi madre, en estadio I. Iré publicando los enlaces. El juez del caso, no hizo ni una sola pregunta al perito de la otra parte, por lo que, en principio y sin poder asegurarlo, creemos que la declaración de dicho perito le resultó convincente. Lo normal en un procedimiento como éste es que el juez, tras escuchar a los peritos de ambas partes dicte sentencia. También, lo normal es que un reputado médico, diga la verdad y no falsee un informe a petición de parte (que conste que yo no estoy diciendo que nadie haya mentido ni falseado nada). Pero en este caso, a la vista de los hechos, y pintando la cosa muy mal, mi abogado ha solicitado al juez algo extraordinario, la declaración del SEOM, o bien, un tercer informe por parte de un perito médico independiente (a esto último el abogado de la otra parte se ha opuesto). Al ser algo atípico, es difícil que el juez decida atender a las pretensiones de mi abogado. De momento, tendremos que esperar unos meses hasta que resuelva sobre esta cuestión. Yo no puedo asistir a las vistas de este juicio, ni comunicarme con el juez; no obstante, tan sólo le diría una cosa: “no pierde nada por escuchar al SEOM, ni a un tercer perito, y así tendrá un criterio mucho más claro a la hora de dictar sentencia”. Tan sólo pediros que si queréis solidarizaros con esta causa, deis a ME GUSTA en la página de Facebook PLATAFORMA JUSTICIA PARA PILAR AFONSO, y que invitéis a vuestros amigos a que lo hagan. Quizá esta historia llegue a alguien que, de alguna manera, pueda ayudar a que se haga finalmente justicia a mi madre. Gracias a todos.
Posted on: Mon, 10 Jun 2013 19:25:56 +0000

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