Mi padre era un minero “maricón”. Así le llamaba el resto de - TopicsExpress



          

Mi padre era un minero “maricón”. Así le llamaba el resto de sus compañeros cuando lo veían por las calles con sus hijos en brazos empujando un carricoche. “Menudo mariconazo”: hacer la comida, limpiar la casa, ayudar a sus hijos con los deberes en el tiempo que le queda a uno cuando sale de este infierno “no ye de paisanos”, tenía que darle vergüenza. Un picador como dios manda se gasta media paga en el bar, llega a casa borracho, se tumba en el sofá a ver cualquier bazofia que le saque a uno de su realidad, levanta la mano y pide. Así estaba la cosa. La mina de puertas adentro: la otra mina. De esa nadie habla. En mi barrio sucedían auténticas brutalidades, el maltrato era algo natural. Socialismo de puertas afuera, y en casa el más puro fascismo en el 90% de los casos. Ellas callaban, mi padre no: era feminista; creía en los hombres feministas. “Si el socialismo no se practica de puertas adentro, no el socialismo”. En el ejercicio de esta frase nos educó. Nos enseñó a pensar: a ser libres: a usar bien el lenguaje. En mi casa la escoba se rifaba y los juguetes no eran muñecas y pistolas. Mi padre entró en la mina con 14 años. Siempre quiso estudiar, le gustaban los libros. Cursó dos años de ingeniería, exprimiendo el tiempo que le sobraba. Salir de una mina, ayudar en casa y estudiar una carrera: abandonar o reventar. Así que en la mina se quedó, pero siguió estudiando por gusto en esos momentos libres; ya apuntaba maneras de marica. No es culpa de los mineros –decía-, son mis compañeros; por ellos doy la vida y ellos por mí; hablan con la boca que les han pintando y hacen en su casa lo que han visto hacer, no se les puede culpar. Los culpables son otros. El dolor es como la mina: sólo puede hablar de él quien lo conoce. La mina y Franco. La educación en manos de usureros. Las mujeres amaestradas por la iglesia y el patriarcado seguían reproduciendo el modelo ejemplar rigurosamente. En esta casa no va a suceder -decía mi padre-, aquí se rompe la cadena: comienza el socialismo: nos quedaremos solos. Cumplir el patrón de la costumbre es lo más fácil, acusar al otro de marica mientras se agacha la cabeza y se cede a favor de la iglesia, mientras se quema la cruz en el bar; esto también sucedía y hay que decirlo. Ya había muerto Franco, y la única que no iba a las clases de religión en todo el colegio era yo, así que me dejaban hacer y deshacer en una habitación llena de libros y diapositivas. En la soledad de aquel cuarto descubrí a Goya, contemplé por vez primera a Saturnoo devorando a sus hijos y no vi ni a Saturno ni a sus hijos, sino una mancha roja que me atraía con una oquedad hambrienta, como una boca de mina fagocitando a otra generación…. Pero al fin eran libres. Libres para cumplir con la costumbre. La educación seguía en manos de mujeres arrancadas de su centro y aún ejercían los sabuesos de Franco. La generación del 65, era que la que prometía: ellos iban a acabar con la tradición, con todo lo que les habían impuesto, eran pura rabia. Y lo hicieron: acabaron con todo. Hasta con su propia vida. Todo formó parte del mismo plan. Suponían un peligro para el orden latente, el caudillo ya estaba cayendo y tan sólo les rozó, no tenían tanto miedo: iban a dar mucha guerra. Lo más fácil fue liquidarlos a todos; el método: la heroína. Yo jugaba entre botes de pastillas, chutas y muertos y esto era algo natural, formaba parte de nuestro cotidiano. Toda una generación (mis amigos, por cierto….) a pique. Los hombres ya podían descansar: muerto el perro se acabó la rabia. Pero el perro nunca murió, ahí estaban ellos para confirmarlo, ahí estaba por otro lado la oscuridad de la tradición, del lenguaje, de la educación. Los mineros ya tenían bastante con la mina como para ocuparse de todo esto. Su lucha sirvió de ejemplo para todo un país; hicieron la revolución laboral; fueron y son ejemplo de solidaridad, lucha y resistencia. El que tenga algo que objetar y alegar contra ellos, es en mi opinión, un perfecto imbécil, un cobarde y un esclavo. La mina es muy dura, créanme si les digo que es un brasero enfermo lleno de hombres negros, de grito amoroso ¿A qué se le puede tener miedo cuando uno se juega la vida a diario? ¿Quién coño fue Lou Reed? ¿Un rockero mediocre y simplón (que algunos ineptos se atreven a llamar poeta) que hacía apología de la heroína aún a sus 70 años, después de ver derrumbarse a toda una generación? ¿Un “artista” de tres al cuarto que siguió cantando por falta de imaginación y genio, el mismo repertorio que se fumó con 20 años? La gente habla de compromiso y le rinde homenaje a un tipo que se repitió a sí mismo hasta el hartazgo. Al carajo Lou Reed y al carajo la mina. Que vivan los mineros, que los mineros vivan y les devuelvan a ellos y a los supervivientes de esa generación, lo que les han robado, lo que nos siguen robando por imbéciles, por cantar a estas alturas la misma canción de siempre: lo que le sobra a occidente: vicio.
Posted on: Wed, 30 Oct 2013 16:58:21 +0000

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