Muerte de Prado LEONCIO PRADO Por entre las ruinas de Huamachuco - TopicsExpress



          

Muerte de Prado LEONCIO PRADO Por entre las ruinas de Huamachuco vagará perpetuamente una sombra, como el ángel custodio de sus tumbas; y esa sombra no será otra que la de aquel joven soldado tan celoso de la libertad de su patria, como lo fue de la Cubana. Vamos a desmentir las falsas narraciones que los escritores chilenos han hecho acerca de la muerte de Leoncio Prado, y en la que, con sobrada malicia han enaltecido el valor en sus últimos instantes para disimular un crimen. Hijo de un prestigioso e infortunado jefe del ejército peruano, cuya gloria ofuscaron superiores a su previsión, pareció consagrado por las mismas desgracias de su padre a salvar con ahínco la honra de su apellido. Los dos hermanos Leoncio y Grocio Prado, fueron los hijos gemelos del deber: el uno murió gloriosamente en Tacna; y, el otro, después de haber pelado con el denuedo propio de su corazón valeroso, fue victimado miserablemente en Huamachuco. Vamos a narrar los episodios de esa muerte, que un día será tema de la tragedia o la novela en que popularizado hecho tan triste hará imperecedera su memoria. Era el sábado 14 de julio cuando Leoncio Prado herido gravísimamente en la pierna y salvado con sus tres fieles ordenanzas, se hallaba refugiado en la casa de José Carrión, arrendador de la hacienda Serpaquino, en el punto llamado Cushuro, a tres leguas de Huamachuco. La manera como el infortunado Leoncio solicitó hospitalidad en la casucha de ese indígena se refiere haber sido de lo más enternecedor: el dinero consiguió, lo que los ruegos no alcanzaron. ¡Y no haber adónde llamar! En la tarde de aquel día el indio desapareció de su morada, y al caer el sol, en aquella hora melancólica en que las madres enseñan a los niños a rezar el Ave María, una comisión de cincuenta hombres, a las órdenes del capitán de artillería Julio Fuensalida, sorprendió al refugiado y a sus leales ordenanzas. Se nos ha referido que una vez Prado en su escondite había dicho a sus soldados: hasta aquí no más, hijos, yo no puedo moverme; pero ustedes pueden salvarse: déjenme. No, mi coronel, contestaron sencillamente aquellos sublimes compañeros del infortunio. Insistió Leoncio manifestándoles la imposibilidad de poder continuar y los ordenanzas, por única respuesta le abrazaron llorando. Así, tácitamente y de manera tan solemne, se firmó el pacto del sacrificio entre aquellas almas cuya grandeza era semejante. En la noche entraban a Huamachuco, la comisión y los prisioneros. Leoncio, invalidado, fue conducido en una camilla. Los cuatro prisioneros fueron alojados en la casa que servía de cuartel a la artillería chilena, casa del finado señor don Manuel Bringas, y depositados en la última sala de la derecha. Recordamos, algunas veces, haber visitado esa sala, que sobre dos de sus paredes tenía al fresco en una: el retrato de Bolívar; y, en otra, el de Salaverry; eran dos medallones, uno de la época gloriosa en que don Simón acampó con su ejército en Huamachuco; y otro del tiempo en que Salaverry era como el caballero Bayardo de la república. Aquellos retratos estaban destinados a ser los mudos testigos del sacrificio de un valiente. Desde la noche del sábado hasta las nueve de la mañana del domingo duró la prisión de Leoncio y sus compañeros. Prado manifestó que deseaba hablar con algún peruano; como si alguna revelación ya patriótica, ya íntima, como si algún legado misterioso quisiera hacer antes de morir. Un maestro carpintero, apellidado Coluna Monzón fue quien llegó al cuartel a las nueve de la mañana; pero no se le concedió permiso para recibir la postrer confidencia de nuestro compatriota; y vio, nos lo ha referido, al coronel, medio recostado tomando un poco de sopa, en un plato de loza y con una cuchara de palo. A la misma hora las tropas chilenas desocupaban Huamachuco y emprendían su marcha con dirección a Cajabamba. Los centinelas chilenos no abandonaban, sin embargo, su puesto y del lugar llamado la Calzada, ya en las afueras de la población, regresó un ayudante del coronel Gorostiaga, en momentos que Prado comenzaba a tomar su alimento. Al ver este a aquél, le pidió permiso para hablar con el carpintero Coluna; y el ayudante contestó de este modo: -“Coma usted nomás, no hay permiso”. Prado entonces arrojó el plato lejos de sí, e incorporándose y comprendiendo su sentencia dijo: -“Pues que voy a morir, muero por mi patria, viva…” esta palabra se confundió con el traquido de un balazo, era el del revolver del ayudante, que casi a boca de jarro le penetró por la mejilla izquierda, matando instantáneamente al bravo Leoncio. El ayudante que no se había apeado del caballo volvió riendas y marchó e incorporarse con su tropa. Los guardias en seguida fusilaron a dos de los asistentes de la víctima, a los más muchachos, los tres habían contestado al viva lanzado por su jefe. Fueron fusilados en un rincón del traspatio de la casa, que nos ha sido señalado por testigos que hallaron los cadáveres; el tercero fue llevado de guía por los mismos guardias y en un pueblecito llamado Marcaval, a tres leguas de Huamachuco, en la ruta de Cajabamba, lo fusilaron igualmente. Así murieron los cuatro héroes. El cadáver del coronel peruano fue conducido al cementerio del lugar en una caja, se asegura, obsequiada por la señora Carmen Arana y la señorita Paula Arana, su hija, ambas de las familias medianamente acomodadas de Huamachuco, y que tan perseguidas fueron posteriormente por las autoridades de don Miguel Iglesias, solo por el delito de haber sepultado a nuestros héroes, de haber hospedado a los defensores del principio constitucional y de haber manifestado simpatía por la causa del general Cáceres, causa que digan, lo que digan, fue siempre la de la provincia de Huamachuco y muy en especial de la ciudad donde se librara el combate y en la que hasta las mujeres han sido perseguidas por ella. Los restos de Leoncio Prado se depositaron cerca del nicho del coronel don Gaspar Calderón, huamachuquino y benemérito a la patria en la época magna. La mortaja del valiente fue su uniforme. Tomado del blog de Jonatan Saona gdp1879.blogspot/2012/07/muerte-de-prado.html#ixzz2ZTEJVCeE LEONCIO PRADO Por entre las ruinas de Huamachuco vagará perpetuamente una sombra, como el ángel custodio de sus tumbas; y esa sombra no será otra que la de aquel joven soldado tan celoso de la libertad de su patria, como lo fue de la Cubana. Vamos a desmentir las falsas narraciones que los escritores chilenos han hecho acerca de la muerte de Leoncio Prado, y en la que, con sobrada malicia han enaltecido el valor en sus últimos instantes para disimular un crimen. Hijo de un prestigioso e infortunado jefe del ejército peruano, cuya gloria ofuscaron superiores a su previsión, pareció consagrado por las mismas desgracias de su padre a salvar con ahínco la honra de su apellido. Los dos hermanos Leoncio y Grocio Prado, fueron los hijos gemelos del deber: el uno murió gloriosamente en Tacna; y, el otro, después de haber pelado con el denuedo propio de su corazón valeroso, fue victimado miserablemente en Huamachuco. Vamos a narrar los episodios de esa muerte, que un día será tema de la tragedia o la novela en que popularizado hecho tan triste hará imperecedera su memoria. Era el sábado 14 de julio cuando Leoncio Prado herido gravísimamente en la pierna y salvado con sus tres fieles ordenanzas, se hallaba refugiado en la casa de José Carrión, arrendador de la hacienda Serpaquino, en el punto llamado Cushuro, a tres leguas de Huamachuco. La manera como el infortunado Leoncio solicitó hospitalidad en la casucha de ese indígena se refiere haber sido de lo más enternecedor: el dinero consiguió, lo que los ruegos no alcanzaron. ¡Y no haber adónde llamar! En la tarde de aquel día el indio desapareció de su morada, y al caer el sol, en aquella hora melancólica en que las madres enseñan a los niños a rezar el Ave María, una comisión de cincuenta hombres, a las órdenes del capitán de artillería Julio Fuensalida, sorprendió al refugiado y a sus leales ordenanzas. Se nos ha referido que una vez Prado en su escondite había dicho a sus soldados: hasta aquí no más, hijos, yo no puedo moverme; pero ustedes pueden salvarse: déjenme. No, mi coronel, contestaron sencillamente aquellos sublimes compañeros del infortunio. Insistió Leoncio manifestándoles la imposibilidad de poder continuar y los ordenanzas, por única respuesta le abrazaron llorando. Así, tácitamente y de manera tan solemne, se firmó el pacto del sacrificio entre aquellas almas cuya grandeza era semejante. En la noche entraban a Huamachuco, la comisión y los prisioneros. Leoncio, invalidado, fue conducido en una camilla. Los cuatro prisioneros fueron alojados en la casa que servía de cuartel a la artillería chilena, casa del finado señor don Manuel Bringas, y depositados en la última sala de la derecha. Recordamos, algunas veces, haber visitado esa sala, que sobre dos de sus paredes tenía al fresco en una: el retrato de Bolívar; y, en otra, el de Salaverry; eran dos medallones, uno de la época gloriosa en que don Simón acampó con su ejército en Huamachuco; y otro del tiempo en que Salaverry era como el caballero Bayardo de la república. Aquellos retratos estaban destinados a ser los mudos testigos del sacrificio de un valiente. Desde la noche del sábado hasta las nueve de la mañana del domingo duró la prisión de Leoncio y sus compañeros. Prado manifestó que deseaba hablar con algún peruano; como si alguna revelación ya patriótica, ya íntima, como si algún legado misterioso quisiera hacer antes de morir. Un maestro carpintero, apellidado Coluna Monzón fue quien llegó al cuartel a las nueve de la mañana; pero no se le concedió permiso para recibir la postrer confidencia de nuestro compatriota; y vio, nos lo ha referido, al coronel, medio recostado tomando un poco de sopa, en un plato de loza y con una cuchara de palo. A la misma hora las tropas chilenas desocupaban Huamachuco y emprendían su marcha con dirección a Cajabamba. Los centinelas chilenos no abandonaban, sin embargo, su puesto y del lugar llamado la Calzada, ya en las afueras de la población, regresó un ayudante del coronel Gorostiaga, en momentos que Prado comenzaba a tomar su alimento. Al ver este a aquél, le pidió permiso para hablar con el carpintero Coluna; y el ayudante contestó de este modo: -“Coma usted nomás, no hay permiso”. Prado entonces arrojó el plato lejos de sí, e incorporándose y comprendiendo su sentencia dijo: -“Pues que voy a morir, muero por mi patria, viva…” esta palabra se confundió con el traquido de un balazo, era el del revolver del ayudante, que casi a boca de jarro le penetró por la mejilla izquierda, matando instantáneamente al bravo Leoncio. El ayudante que no se había apeado del caballo volvió riendas y marchó e incorporarse con su tropa. Los guardias en seguida fusilaron a dos de los asistentes de la víctima, a los más muchachos, los tres habían contestado al viva lanzado por su jefe. Fueron fusilados en un rincón del traspatio de la casa, que nos ha sido señalado por testigos que hallaron los cadáveres; el tercero fue llevado de guía por los mismos guardias y en un pueblecito llamado Marcaval, a tres leguas de Huamachuco, en la ruta de Cajabamba, lo fusilaron igualmente. Así murieron los cuatro héroes. El cadáver del coronel peruano fue conducido al cementerio del lugar en una caja, se asegura, obsequiada por la señora Carmen Arana y la señorita Paula Arana, su hija, ambas de las familias medianamente acomodadas de Huamachuco, y que tan perseguidas fueron posteriormente por las autoridades de don Miguel Iglesias, solo por el delito de haber sepultado a nuestros héroes, de haber hospedado a los defensores del principio constitucional y de haber manifestado simpatía por la causa del general Cáceres, causa que digan, lo que digan, fue siempre la de la provincia de Huamachuco y muy en especial de la ciudad donde se librara el combate y en la que hasta las mujeres han sido perseguidas por ella. Los restos de Leoncio Prado se depositaron cerca del nicho del coronel don Gaspar Calderón, huamachuquino y benemérito a la patria en la época magna. La mortaja del valiente fue su uniforme Tomado del blog de Jonatan Saona gdp1879.blogspot/2012/07/muerte-de-prado.html#ixzz2ZTDkB100
Posted on: Fri, 19 Jul 2013 06:30:59 +0000

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