“NO TE PERDONO LO QUE HICISTE…” A eso de las cuatro de la mañana las cuatro parejas que habíamos celebrado el cumpleaños de Miguel nos despedimos de él y su esposa, y salimos de su departamento. El ascensor no era demasiado amplio y dudamos sobre si abordarlo los ocho o bajar en dos tandas. Decidimos entrar todos. Entre risas hacíamos bromas sobre si nos caeríamos o no, cuando se cortó la electricidad y quedamos a oscuras y trabados entre los pisos 8º y 7º. Las mujeres fuimos las más alarmadas, los hombres sólo hablaban para pedir serenidad. De pronto siento una mano que oprime mi muslo por detrás y sube por dentro de mi minifalda. Mi marido tiene esa costumbre. Como estábamos en una oscuridad total, decidí seguirle la broma y con mi cola hice un movimiento hacia atrás, contra su mano, y separé mis piernas. Él siguió, buscó el bordecito de mi tanguita, lo traspasó, me recorrió desde atrás hasta adelante y me penetró con un dedo. Así estuvo unos minutos. Las otras tres mujeres pedían auxilio a gritos, yo me iba excitando y ya hacía movimientos de coito contra su dedo. El pedido de auxilio había sido escuchado y ya dos hombres, desde el octavo piso, nos prometían rápida solución. Yo estaba bien así a oscuras. Volvió la electricidad, el ascensor reanudó su marcha descendente mientras la luz nos encandilaba. El dedo se retiró raudo de mi intimidad… y mi marido, cercano a la puerta, me preguntó si estaba bien. ¡No había sido él! Le dije que sí, que estaba bien, sintiendo que cometía una ironía cruel. Pero no podía menos: me había gustado. ¿Quién habría sido? La mano era de hombre, y hombres, fuera de mi marido, había sólo tres: Mario, Agustín y Héctor. “Ojalá no haya sido Mario –pensé- ¿Agustín? Bueno, más o menos, pero Héctor… mmm… Héctor sí”. ¿Cómo hacer para descubrirlo? Me dormí pensando en eso y así desperté. Elaboré un plan. A mediodía llamé a Mario: - No te perdono lo de anoche. - Sí, ya sé, quería disculparme con vos. - Que no se repita, Mario, y queda olvidado. - Sí, disculpame, no me di cuenta y serví el champán a los hombres antes que a vos. No se va a repetir. Yo ni me acordaba del champán. ¿Se haría el tonto Mario o no habría sido él? Llamé a Agustín: - No te perdono lo de anoche. - Sí, disculpame, bailando te pisé… Otro que se hacía el tonto o que no había sido. Quedaba Héctor… ojalá Héctor sí: - No te perdono lo de anoche. - Uh… Ceci, sí, te iba a llamar para disculparme, me fui sin saludarte. ¿Cómo seguiría mi tarea de Sherlok Holmes? Sonó aviso de mensaje en mi celular: “¿o debía disculparme de algo más?” Éste era, pero ¿quién? El número no era identificable. Contesté: “¿quién sos?” Respondió enseguida: “el que no se disculpa por la gloriosa ocurrencia de haberte tocado”. No sólo era él, sino que ya había participado a un amigo cuyo teléfono utilizaba para esconderse. Siguieron los mensajes. - No debiste hacerlo, ni tampoco servirme el champán después que a los hombres. - No serví el champán… eso lo hizo Mario… pero no contesto más si no me decís si te gustó. Mario no era. Quedaban Agustín y Héctor. - No debiste hacerlo, eso fue más grave que haberme pisado mientras bailábamos. - No me contestaste, querés descubrirme sin contestar si te gustó… no lo hice por grosero, lo hice porque estoy enamorado de vos desde hace mucho tiempo. ¿Te gustó o no, deseás que haya sido yo o no? - Sos el hombre que me tocó… sé hombre entonces y descubrite antes de inquirirme. - Tampoco te pisé bailando… no me animé a sacarte a bailar, aunque quería. - ¿Héctor? - El mismo, el que te ama en silencio, Ceci. - Eso que hiciste no lo hagas más. Nunca más. - Disculpame, Ceci, no lo haré más, en eso te hago caso, pero no puedo prometerte dejar de amarte. - ¿Y cómo me amás, sólo para tocarme? - No, Ceci, tocarte fue una gloria, pero te toqué porque te amo, te amo de verdad. - Entonces no lo hagas más. - No, te prometo que no. - Te digo que no lo hagas más en un ascensor y cuando estamos rodeados de gente. - ¿Y a solas sí? - A solas cuando quieras… y te contesto: me gustó.
Posted on: Wed, 11 Sep 2013 00:27:47 +0000