NUESTRA SEÑORA DE COVADONGA El Santuario está situado en la zona oriental de Asturias, dentro del concejo de Cangas de Onís, rodeado por una sucesión de barreras montañosas pertenecientes al macizo oriental de los Picos de Europa, en un escenario de gran fuerza expresiva y enorme plasticidad. Dista 11 kilómetros de la ciudad de Cangas de Onís y 84 de Oviedo. Se accede por la N -634 hasta Arriondas, de donde sale la carretera hacia el Santuario. Hay servicio de autobuses desde Oviedo. Con motivo del XII Centenario de la batalla de Covadonga, se creó el 22 de julio de 1918 el Parque Nacional de Covadonga, primero de los de España, para velar por la pureza del paisaje y por la conservación de su fauna y flora. La Cueva Santa se incrusta en las entrañas del monte Auseva. La leyenda forjada en torno a Covadonga tiene, según historiadores del prestigio de Sánchez Albornoz, Ruiz de la Peña o Casariego, bases históricas ciertas. La crónica Albeldense y la crónica Alfonsina con signan la retirada de Pelayo a los montes asturianos y su victoria sobre el Islam, hecho comprobado incluso por autores árabes, cuya coincidencia con las fuentes asturianas ha sido demostrada por Sánchez Albornoz. El testamento de Alfonso II el Casto (812, anterior a las crónicas citadas) y la crónica Silense (siglo XII) hablan también de la batalla de Covadonga. En esta última se recoge un párrafo significativo: (...Pelayo, y los que con él estaban, aterrados por tantos enemigos, no cesaban de suplicar día y noche a la Virgen María, que hasta hoy se venera en aquella cueva, que auxiliase a los cristianos ... ) A la bella historia que rodea el nombre de Pelayo se incorpora por tanto la Virgen María. En las dos versiones de la crónica Alfonsina, la Rotense y la Ovetense, se hace referencia a la que con el tiempo sería la Cueva Santa, bien como Cava dominica (es decir, «Cueva de la Señora») en la Rotense, bien como Cava Sanctae Mariae (es decir,«Cueva de Santa María») en la Ovetense. De Cava dominica, pasando por Cava dómnica, se deriva el actual Covadonga. Aunque en estas Crónicas la victoria de Pelayo y los suyos no se atribuye expresamente a la intervención de la Virgen, sí existe ya una relación entre ambas, que los monarcas asturianos posteriores se cuidarán de estimular, incrementando el culto a la Virgen. Así, ya en el siglo XI existía al lado de la Cueva Santa un monasterio benedictino (los sepulcros de sus abades aún pueden contemplarse hoy). A partir de este momento, reyes y papas han multiplicado privilegios y donaciones al Santuario. Los primeros datos sobre culto y devoción a Nuestra Señora en el recinto de la Santa Cueva proceden del reinado de Felipe II, atribuyéndose la construcción de la pequeña iglesia (en forma de Capilla mayor al Rey Alfonso II el Casto. Esta iglesia de madera, denominada «Templo del Milagro», resultó incendiada por un rayo en 1777 y el Rey Carlos III, haciéndose eco del pesar que causó dicho acontecimiento en todo su reino, ordenó la construcción de un templo monumental; pero la muerte del Rey dio al traste con el proyecto y sólo en 1874, por iniciativa del Obispo de Oviedo, don Benito Sanz y Forés, se inicia la construcción de la Capilla de la Gruta, obra del arquitecto Roberto Frasinelli. Al tiempo, se reconstruyó la escalinata de acceso, de 105 peldaños, que se conoce como «Escalera de las Promesas», y se creó una Hospedería para dar alojamiento a los peregrinos. Demolida en 1936, fue reemplazada por la Capilla actual obra del arquitecto asturiano Luis Menéndez Pidal, de aspecto románico popular. Poco menos de un kilómetro antes de llegar a la explanada que hay bajo la Cueva, se encuentra el llamado Campo del Repelao (Re-Pelaio), donde la tradición afirma que fue elegido Pelayo como rey o caudillo, hecho que recuerda el obelisco erigido por orden de los Infantes de España, Duques de Montpensier, en 1857. En la explanada las aguas se precipitan desde cierta altura en el llamado Pozón, y de ella parte la escalera que lleva hasta la Gruta, en la que está el Camarín de la Virgen. La Cueva Santa es también panteón real. En el propio recinto hay dos sepulcros, en sendos huecos abiertos en la roca, en el primero de los cuales reposan según se dice los restos de Pela yo, su mujer y su hermana, mientras el segundo pertenece al Rey Alfonso I y su mujer. A la derecha de la gruta, y en un nivel más bajo, se encuentra la histórica Colegiata de San Fernando, regida primero por Benedictinos y más tarde por un colegio se cular de canónigos Agustinos, situada en el emplazamiento de la primera edificación del Santuario, y que aún conserva restos de la obra de renovación efectuada en 1635 por el Rey Felipe IV. De la Cueva a la plaza de la Basílica se accede por un paso subterráneo excavado en la roca, en el que hay un magnífico retablo barroco procedente de Valdediós. Al final del subterráneo se extiende la explanada fruto de la voladura del monte Cueto, entre el Auseva y el Ginés. En ella se encuentran el Seminario, la Casa de Ejercicios, las viviendas de los canónigos y otros edificios auxiliares, así como el Templo, iniciado en 1877 y terminado en 1901 -con asistencia del Rey Alfonso XIII- y que el Papa León XIII elevó al rango de Basílica. Obra de Frassinelli, completada por Aparicio, está construida totalmente con piedra rosada y sus volúmenes y líneas son muy armoniosos y elegantes, realzados por su incomparable emplazamiento. El Tesoro catedralicio guarda joyas de gran riqueza, fruto de numerosas donaciones, que incluyen las corona y el Niño. La imagen de la Virgen, que el pueblo denomina cariñosamente La Santina, no es obra de arte singular, pero está cargada de historia. Es una talla de madera poli cromada, de rostro apacible y gracioso, que fue donada por el Cabildo de Oviedo al de Covadonga para sustituir a la que pereció en el incendio de 1777, imagen al parecer no muy antigua. (En Cillaperlata, Burgos, se venera una imagen en piedra poli cromada, del siglo XI al XII, que se afirma es copia de la primitiva románica del Santuario). La imagen de La Santina ha sufrido diferentes vicisitudes. Coronada canónicamente en 1918, coincidiendo con el duodécimo aniversario de la histórica batalla, desapareció en 1936, quedando recluida en los sótanos de la embajada española en París, de los que fue rescatada en 1939, recorriendo en olor de multitudes el itinerario desde Irún hasta el Santuario, donde fue entronizada el día 13 de junio. En 1971 hubo de ser restaurada por Bellas Artes y en la actualidad se presenta al culto con manto, vestido y rostrillo. Covadonga vive hoy un momento de inusitado esplendor espiritual. Tras su adaptación a las modernas exigencias de comunicación, el Santuario apenas ofrece cabida para la multitud de visitantes que acuden a él durante el año, en cuanto las condiciones climatológicas son favorables. Por su especial relieve, solemnidad de culto y afluencia de devotos, debe destacarse en el Principado la Novena a la Virgen, que comienza el 30 de agosto, con Misa, homilía, Rosario y procesión desde la Basílica a la Cueva Santa. Las peregrinaciones organizadas en todos los lugares y parroquias de Asturias hacen afluir multitudes al sagrado lugar para recibir el Sacramento de la Penitencia, dar gracias y pedir favores a La Santina. La solemnidad de Nuestra Señora de Covadonga se celebra desde tiempo inmemorial el 8 de septiembre, y es de precepto en la archidiócesis de Oviedo. Durante los últimos lustros el incremento de asistencia ha sido espectacular, en especial a raíz de la visita del Papa Juan Pablo II. Los más altos prelados de la Iglesia han visitado frecuentemente Covadonga. Ya en 1954, el entonces Cardenal Roncalli, más tarde Papa Juan XXIII, llegó al Santuario en su peregrinación a Santiago de Compostela, orando largamente ante la Virgen (un medallón con su efigie, situado en la ante cueva, recuerda su visita). Pero el día grande de Covadonga fue el 20 de agosto de 1989, con la llegada de Juan Pablo II. Recibido por el Príncipe de Asturias y máximas autoridades civiles y eclesiásticas, el Papa asistió a una sesión del Patronato, oró en la Cueva Santa durante largo tiempo y celebró misa en la explanada ante miles de fieles, recorriendo más tarde los lagos y sobrevolando los Picos de Europa antes de emprender regreso a Cangas de Onís y a Roma. Sus últimas palabras en tierra asturiana fueron: «Asturias es un país maravilloso».
Posted on: Tue, 06 Aug 2013 07:34:35 +0000