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NUESTRA SEÑORA DE LA FUENSANTA Una buena cantidad de características comunes asociadas a las leyendas del culto mariano confluyen de forma ostensible en el culto a la Patrona de Córdoba, Nuestra Señora de la Fuensanta: su aparición está vinculada al descubrimiento de una veta de agua con propiedades curativas, la exten­sión de su culto asimilada al desarrollo de los hechos prodigiosos que se obran por la intercesión ante la imagen o por inmersión en las aguas santas y los estatutos de su co­fradía, por explícitos, vienen a aclarar una gran cantidad de incógnitas que planean sobre otras hermandades similares. La leyenda cuenta que un hombre estaba desesperado por su situación familiar (una mujer imposibilitada y una hija demente) y que, presa de la desesperación, comenzó a recorrer en soledad parajes deshabitados. En una de estas ocasiones vio que se le aproximaban un hombre bien parecido con una doncella acompañando a una dama de belleza sin igual. Los tres personajes no eran sino la propia Santa María junto a los már­tires cordobeses Acislo y Victoria. La dama se acercó al atribulado hombre y le indicó que tomara del agua que manaba cerca para que diera de beber a su esposa y a su hija. Así lo hizo el buen feligrés, y la esposa y la hija quedaron sanadas de sus males al instante. El milagro comenzó a correr por boca de todos los habitantes de la ciudad y los en­fermos, entre ellos un ermitaño de la Al­baida, fueron a beber de las aguas milagro­sas, quedando al punto curados de sus males. Corría el año 1420. Fue el ermitaño quien oró junto a la fuente, pidiendo el favor de una revelación y ésta se le manifestó para decirle que junto a la fuente estaba oculta una imagen escondida por buenos cristia­nos de manos de los musulmanes. A pesar de que bajo el dominio del Islam el culto mariano no fue ni mucho menos prohibido, la mentalidad cristiana del siglo xv atribuía al infiel muchos martirios y pecados para el que se conservara ligado a la fe cristiana. Históricamente se puede atribuir este hecho a la predicación de los monjes que acudían con las tropas a los te­rrenos por conquistar. La unidad religiosa parecía ser la única válida en una época en la que España era un mosaico de influen­cias y culturas en apariencia imposible de unificar y esta tendencia es perfectamente observable desde el siglo XIV hasta que fue llevada a sus extremos por los Reyes Cató­licos. La expulsión de los judíos del suelo pe­ninsular fue consecuencia de esta tenden­cia unificadora. Los judíos, afines a los musulmanes por su origen y estrechos colabo­radores de éstos en la administración de las ciudades conquistadas, representaban un peligro para la fiebre unificadora, ya que gran parte de sus ritos y su fe eran comu­nes a los cristianos y desdibujaban los lí­mites que tanto Dominicos como los predi­cadores de otras órdenes se empeñaban en marcar para hacer de los nuevos reinos unidos uno solo con unos objetivos comu­nes. La Cofradía de Nuestra Señora de la Fuensanta, fundada a finales del siglo xv o principios del XVI, se hizo eco rápidamente de las normas de exclusión para los no cris­tianos, y recogió la necesidad de demostrar la pureza de sangre para acceder a la Her­mandad de culto mariano. El Santuario dedicado a la advocación de Nuestra Señora de la Fuensanta tardó poco en construirse. Primero, el Obispo Sancho de Rojas mandó construir un humilladero y un pozo; después llegó la construcción de una capilla gótica que poco después sufriría una radical transformación y que, afortu­nadamente, gracias a la reciente restaura­ción, se puede contemplar en la mayor sobriedad original de sus líneas, aunque la portada es una rítmica fachada de ladrillo visto con arco de medio punto central, en­ marcado en un frontón partido, coronado por una balconada que repite las caracterís­ticas del frontón principal y que se remata con espadaña campanario; nada más alejado del gótico, su estilo original. La imagen de Nuestra Señora de la Fuensanta es una escultura de terracota de pequeño tamaño, vestida con manto de plata para evitar que su frágil material se dañe con las inclemencias del tiempo. Re­presenta a la Virgen con el Niño en su brazo izquierdo. Ambas imágenes están coronadas con majestad en un hermoso camarín policromado que representa el firmamento. Actualmente, con dignidad de parroquia, 8 septiembre se celebran las fiestas en honor a la Patrona, con asistencia del Ca­bildo religioso y civil. Todo el pueblo de Córdoba desfila ante la imagen con sus hijos, a los que muestran la innumerable can­tidad de exvotos debidos a curaciones mi­lagrosas que alberga el templo en su interior.
Posted on: Wed, 10 Jul 2013 08:00:53 +0000

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