NUESTRO AMIGO MUERTO Estábamos en la casa de un amigo que - TopicsExpress



          

NUESTRO AMIGO MUERTO Estábamos en la casa de un amigo que acabábamos de enterrar. Éramos cinco. El salón donde nos hallábamos era sumamente amplio y frío, y estaba mal iluminado. En el exterior de la casa hacía un tiempo horrible: era una noche tormentosa, llovía y había viento. No muy lejos de allí, después de un jardín bastante extenso que se veía en parte desde la ventana del salón, se encontraba la cripta familiar donde se hallaba ahora el cuerpo inerte de Mauricio. El sacerdote que había oficiado el entierro nos acompañó un buen rato luego de que se marcharan los otros, eso fue al final del día. Lo noté algo turbado, preocupado tal vez, y antes de irse nos dijo que no nos quedáramos mucho allí, aunque no supo explicarnos por qué. Seguramente él no estaba seguro, pero probablemente presentía algo, o había sentido algo extraño, porque mientras pronunciaba unas oraciones miraba de reojo el ataúd de Mauricio. Habíamos encendido la chimenea y conversábamos frente a ella: - ¿Y la mujer que andaba con Mauricio, no se habrá enterado…? -preguntó Ramón, dirigiéndose a mí. - Ni idea -le contesté-. Apenas la vi un par de veces, y no se acercó ni a saludar. La primera vez fue hace poco, una noche de carnaval, y la segunda fue hace unos días, la iluminé con el auto cuando venía por este camino. No le habrá hecho mucha gracia, porque se cubrió el rostro y volteó como si la hubiera encandilado, aunque andaba con las luces bajas. Supongo que había andado por aquí, ya era tarde de la noche. - Esteban, ¿era tan linda como dice Ramón o no? -me preguntó esta vez Pablo, otro de mis amigos. - ¡Oh sí!, pero también era extraña, muy pálida para mi gusto, y sus ojos eran tan negros como su pelo. - Pálido estaba Mauricio estos últimos días -comentó Javier, y todos asintieron con la cabeza -. Sería por la anemia esa que le dio. Después quedamos en silencio, recordando a nuestro amigo. Todos miraban las llamas de la chimenea. Mauricio no tenía parientes vivos, sólo tenía a sus amigos, y su última voluntad fue que nos quedáramos con su propiedad, un gesto típico de él; aunque sus últimos días estuvo bastante distanciado de todos. Se debilitó rápidamente por una anemia cuya causa no pudo explicar el único médico que vio, y murió repentinamente. Pensando en eso se me ocurrió algo que me hizo estremecer: - Muchachos -les dije-. Todo esto me hace recordar un cuento de terror que leí, y varias películas que vi. No importa si se ríen, pero, a veces la realidad supera a la ficción y… - Deja de andar con vueltas -dijo de pronto Sebastián, que hasta el momento había permanecido en silencio-. Creo que todos estamos pensando en lo mismo: que aquella mujer era una vampira. - Es lo que iba a decir -confesé. Evidentemente los otros también estaban pensando en eso, pues quedaron completamente serios y con los ojos muy grandes. La noche iba empeorando, la tormenta creció. Retumbó un trueno que hizo que mi corazón se acelerara de golpe, y que los otros reaccionaron con movimientos bruscos de sobresalto. Siguieron al trueno unos relámpagos, estalló un rayo no muy lejos de allí, y toda la casa tembló. Las pocas luces del salón empezaron a titilar, y en medio de aquella emoción, de aquel terror que iba creciendo y que alimentábamos entre todos, Ramón lanzó un grito y señaló hacia la ventana, y a la vez vimos que un par de siluetas humanas se desplazaban por el jardín: una era de mujer; y la otra parecía ser la de Mauricio. Desaparecieron en la oscuridad y no los vimos más. Cuando la tormenta amainó nos marchamos de allí. Pasados unos días nos reunimos para hablar del asunto. Ninguno ha vuelto a la casa, la dejamos abandonada, y hasta ahora no nos atrevemos a revisar la cripta donde colocamos a nuestro amigo.
Posted on: Thu, 18 Jul 2013 06:17:06 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015