OTRAS VOCES Riesgos para el cristianismo Jesús Fernando Taboada Los cristianos de Oriente son los perseguidos y sufridos de este siglo. La renovación de fuerzas en el esquema del mundo árabe no sólo ha derrocado a autócratas, sino que también abrió las fuerzas de represión contra todos aquellos que no comparten la fe islámica, evidenciando un progresivo repliegue, especialmente del cristianismo de la región. Atentados a repetición se aprecian en Egipto, donde los coptos, que constituyen el 10% de la población, sufren reiteradas persecuciones y escarnios, con agresiones y quema de iglesias. A ello se añade que los cristianos de Siria han emprendido una fuga hacia las fronteras, en razón del temor de verse desprotegidos, y las comunidades cristianas de Irak y Jordania ven menguar sus acólitos, que ya estaban en vías de desaparición. Este panorama se extiende, lamentablemente, a países africanos como Nigeria, donde arrecian las luchas interreligiosas, siempre en detrimento de las cristianas, y en otros de Asia, donde predomina la intemperancia religiosa. Los derrocados dictadores, quizás con el mero propósito de asegurarse una opinión favorable en Occidente, se habían caracterizado por asumir genéricamente una actitud neutral frente al cristianismo, ejercitando una tolerancia que incluso fue exaltada en su momento para el régimen de la familia Assad en Siria. El supuesto liberalismo que pretendía imponer la primavera árabe fue trastrocado luego de producidos los cambios gubernamentales, permitiendo un germinar de ideas dogmáticas que implican una tendencia de hegemonía religiosa, alterando el libre y público ejercicio de otros cultos en forma aviesa pero progresiva. La misma Turquía, ejemplo de liberalismo laicista, observa recientes prácticas demostrativas de la conveniencia de hegemonizar al Islam. Por otra parte, Líbano, que se caracterizara por el entendimiento pacífico de diversos credos, a resultas de las consecuencias colaterales que surgen de la guerra en Siria, comienza a resquebrajar principios de tolerancia que se presumían asegurados. Asimismo en Argelia, donde hubo una notoria progresión de conversiones fruto de la presencia activa de predicadores evangelistas, motivó disposiciones gubernamentales tendientes a erradicar dichas labores dificultándolas al máximo. Ejemplos estos que tristemente se extienden a numerosos países y que, en su intolerancia, los llevan a no aceptar una estricta reciprocidad de libertad de cultos, al no consentir la práctica religiosa de otros credos en sus propios territorios, mientras difunden y sostienen pecuniariamente la necesidad de construir nuevas mezquitas en Occidente. Coincidente con este espíritu, que aspira a una implantación generalizada del Islam, que se conjuga con la tendencia de recuperar valores tradicionales de las enseñanzas del Profeta, las minorías cristianas del Medio Oriente ven disminuir sus derechos, su vigencia e incluso su presencia ante el temor de represalias por sectores extremistas, que actúan en forma dispersa pero continua, a efectos de obtener un reimplante riguroso de la ley coránica en todos los Estados posibles. Analizando la conducta tradicional de la Hermandad Musulmana, hoy marginalizada en Egipto, que siempre mantuvo un carácter de cofradía disimulada en acciones cubiertas por el secreto que le instauraba la ilegalidad impuesta por los gobiernos, observamos su progresiva labor de integración e injerencia en todos los países del mundo árabe, asumiendo, eso sí, diversidad de actuación, gestión y participación, incluso adoptando características bajo rúbricas diferentes, pero siempre sometidas a las directivas ideológicas de una conducción centralizada. Y en ellas siempre hubo determinación de priorizar las creencias de un Islam integrador y posesivo, que iba en desmedro de la presencia de las otras religiones del Libro. La presencia de Israel, como Estado legítimamente constituido, no siempre fue aceptada por las fuerzas más radicales del Islam, y la penosa existencia de los refugiados palestinos, sumada a la carencia de movilidad de las negociaciones para el reconocimiento de un Estado palestino, son elementos que confluyen para un deterioro genérico del panorama de diálogo interreligioso. Pero para que este pueda darse en forma equilibrada y justa se requiere la aceptación plena de la presencia de minorías cristianas que tradicionalmente han convivido pacíficamente en la región y que hoy, frente a la alteración de los esquemas de gobierno, permiten formularse dudas sobre su futura permanencia. Como aporte positivo, cabe destacar que un elemento alternativo y de profunda esperanza ha surgido recientemente en Occidente. Este radica en la voluntad del Santo Padre, quien se ha expresado con plena convicción y anhelo sobre fomentar el diálogo interreligioso que se contrapone a esta tendencia de exclusión y hegemonía que florece en tierras del Islam y que, de no alterarse, podría dificultar las posibilidades de diálogo. Diálogo que a su vez requiere del consenso entre suníes y chiítas, que hasta ahora siguen enfrentados cada vez con mayor determinación, como lo prueba la actual guerra civil en Siria, donde la beligerancia se sustenta en criterios religiosos y, lamentablemente también en otros países del mundo islámico, donde se avizoran fundamentalismos cada vez más acentuados que no contribuyen a colmar las grietas que se han ido gestando y donde el peligro de orar en forma diversa a las prácticas islámicas sigue latente y en crecimiento. Las minorías cristianas tienen una raigambre histórica en el Medio Oriente. Su presencia ha sido ejemplar y positiva por el continuo aporte de una acción humanitaria y educativa, cuya subsistencia pacífica contribuye para conceder el necesario equilibrio a una región que hoy más que nunca requiere del diálogo, del consenso y, esencialmente, de un principio rector y fundamental a todo emprendimiento humano, que es la simple pero casi nunca bien aceptada tolerancia. Jesús Fernando Taboada es embajador retirado.
Posted on: Mon, 30 Sep 2013 19:02:14 +0000
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