Por: Edward Lloclle SÁBADO DEPORTIVO DIGITEX Las nuevas reglas - TopicsExpress



          

Por: Edward Lloclle SÁBADO DEPORTIVO DIGITEX Las nuevas reglas del fútbol y el vóley Así se juega ahora Duda no cabe que a partir de los insólitos hechos ocurridos el sábado último, las normas para ganar cualquier juego de mesa, de barrio o torneo olímpico, habrán de reformularse y los reglamentos reescribirse pronto. Harta labor queda para los entendidos del deporte y las imprentas. De nada valdrán los goles, no los metan más: lleven una moneda. Normalmente ocurre que se gana con más goles o puntos y un mejor esfuerzo. Y pocas veces uno se convierte en testigo insólito de un evento peculiar por partida doble, donde se gana por la cara o sello de una sencilla moneda o por ausencia del equipo rival. EL INICIO Tras numerosas menciones en reuniones del pre-turno, había llegado la mañana en que partiríamos al Centro Deportivo, ubicado a la espalda del nuevo Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN) en San Borja, a disputar con otros call centers de Lima un torneo de vóley y fútbol. La mañana de ese sábado, a nuestro temprano entusiasmo deportivo le antecedió un prolongado feriado de tres días por fiestas patrias en Chile que nos permitieron más tiempo familiar en casa, viajando o haciendo compras, y hasta tal vez husmeando películas en cines. Pero el consenso general aquel 21 de setiembre frente al 357 del jirón Lampa, casi un mentado juramento, fue que esos días, en realidad, transcurrieron muy rápido, más que de costumbre, como agua del arroyo veloz que escapa de entre la juntura de nuestras manos. La reunión inició incipiente con unas siete personas apostadas en las rejas detrás de la Catedral de Lima a las 10 y 30 de la mañana y aun algo antes. Y a medida que los demás hacían su aparición, no faltaron esos relatos detallados de vivencias en los feriados recientes, contados con cierta nostalgia pues no habrían de repetirse otros tan extensos en lo que queda del año. Por eso, a capricho puro, ese sábado también lo hicimos feriado. Así de ameno transcurría esa hora hasta que luego de las 11 finalmente bajó del edificio Jimmy y tras él, Pedro. Se habían hecho esperar. Y pronto, sin demora, organizaron partidas rápidas en taxi, en pequeños grupos de 5. Y partimos en varias unidades, la nuestra atravesando la siempre variopinta e insegura La Victoria, huyendo pronto hasta tomar Canadá en dirección hacia la avenida San Luis, una vía más calmada hacia nuestro destino. Increíblemente, y pensando lo contrario debido a nuestros “varios” atajos, llegamos último. EL COMPLEJO DEPORTIVO La sensación de encontrarme al interior de un recinto deportivo me resultaba tan extraño y evasivo como asistir a misa. Debido a la fervorosa creencia de ser víctima de un contundente pelotazo o sorprenderme aún de la sin novedad del sermón dominical interrumpido por la poco santa reunión de la limosna (háganla antes o después). Pero era innegable. Desde la misma entrada este complejo tenía un aspecto muy acogedor, semejante a una residencial, de amplios jardines con juegos coloridos de antaño para montones de niños, como coincidí con Maryorie. Más allá, prosiguiendo el sendero marcado por una serpenteante vereda, se alzaban paredes de redes de 6 metros de alto, encerrando canchas de tenis. Otras de fútbol y vóley en un total de al menos cinco, en las que se atiborraban desde más temprano decenas de gentes con la típica vestimenta deportiva. Una vez todos juntos sumábamos poco más de una treintena, entre teleoperadores, recursos humanos, supervisores, encargados, back office. Parecía un paseo campestre alegre, mejor hubiera sido. Llegaron las provisiones compuestas por bebidas rehidratantes y comidas breves. Aquellos seleccionados para campeonar se probaban las camisetas blancas con pequeños motivos logrados, cada cual con número respectivo bien estampado. Elizabeth, Cira chillando, “Charo”, Olga, Annie, Ingrid y otras las vestían para el vóley a cargo de Miluska. En el fútbol hacían lo propio, adicionalmente con “shorts” negros de reglamento, Jimmy, Roberto, Francesco, Jorge, Alejandro y algunos nuevos. El resto de nosotros, con Cristian, Conan, Félix, Gilberto y Manuel, aligerábamos nuestras prendas debido al creciente calor, reuníamos todas nuestras ganas para animar a nuestra gente y finalmente cargamos las mochilas, pertenencias y fiambres al interior de la loza designada frente a nosotros. Las mujeres partieron más lejos buscando su cancha. Por allí también iban Helen, las supervisoras Luisa y Mapi y demás compañeras. Nilda y Kristian, aparecerían avanzada la tarde. EL PARTIDO Una vez dentro, el juego sin tregua inició de inmediato. La adrenalina se esparció como reguero de pólvora en ambos bandos y con ella los gritos lanzados con esputo, defendiendo una jugada o ajusticiando una falta en contra. Entre esos gritos se oyó, a voz en cuello, reiteradas convocatorias de sacar al árbitro, quien vestía una camiseta que a ratos hacía recordar a la muy querida mascota del mundial España 82: Naranjito, a diferencia que nuestro “naranjito” era el más odiado pasada la una de la tarde. En fin, este ya tenía varias tarjetas amarillas según nuestro punto de vista vengativo y obviamente parcializado. Las luchas comenzaron sin tregua. El arco estaba a cargo de Alejandro, cuya camiseta negra en la espalda lo identificaba con un sugestivo y diminuto “ALE”, centímetros más abajo se marcaba grande el 1. Jimmy vestía la 4. Jorge, la 5. Francesco, la 9. Y Roberto sudaba enfundado en la histórica 10. Ellos componían la primera cuadrilla de nuestro equipo, la que inició el juego, los que la rajaron sobre el verde rectángulo trazado con blanco. El clima hacía lo suyo, haciendo sacrificado cada remate y la pronta carrera de cada uno. Todos los movimientos los vigilaba Ale, desde el arco, y sobre el amplio verdor sintético destacaba el dominio de Jimmy sobre la redonda o tras de ella. Uno de los primeros encontrones nació en el momento justo en que se disputaban el balompié a la maña, al golpe sordo contra la gamuza verde del esférico. Y allí Jimmy, a faltaba el aliento, metía el cuerpo contra las intenciones de su oponente de turno, se crecía, jugando contra todo y contra el tiempo. Pero la jugada perfecta se iba demostrando con el apoyo de sus integrantes, los rugidos de nuestros ánimos reunidos para destrozar y arrebatar a punta de patada directa, el triunfo que semanas antes habían soñado. Por eso Roberto, Francesco, Jorge, la jugaban sin temor, dudando a veces, solo para reestructurar al vuelo la salida mejor a una barricada que a varios momentos le ofrecía el equipo opuesto, cuya camiseta blanca portaba una cruz a dos colores: el rojo y verde. En conjunto, los colores del emblema italiano. Sobre nuestras camisetas, se abanderaba el de la empresa: ENTEL. Y pronto siguieron los codazos frente al arco opuesto, al contrario. Sin embargo, también pronto cerca al nuestro porque lo merodearon sin pudor ni respeto. Sorprendiéndonos el temprano gol en nuestra contra. Haciendo que con el primer tiempo nos cayera un raudo golpe de puño cerrado repartiendo nuestro orgullo, y mellando menos la hombría y nuestro poder, donde quiera que se hallase. A decir verdad, ambos conjuntos lucharon tremendamente. Sobre todo los rivales, de quienes, como no me gusta el fútbol nacional, hasta ahora ni sé cómo se llaman. Empezaba el segundo combate… Juan Fernández y Cristian le daban duro -extrema tarea- a sus harto conocidas y portentosas voces, de esas que convencen por razón o por la fuerza, pero convencen. En esta ocasión, por ambas. Todos los demás, Conan entre ellos, secundaban reclamos y argumentos sacados de hasta bajo la manga, con la maestría de quien saca conejos del sombrero. -¡¡GOOOLLL!!, se rompió la racha. ¡Declarado! ¡Era cosa de insistir! No lo vi venir. Así, a fortuna nuestra, mejores tácticas capitularon a nuestro favor en el segundo tiempo, consiguiendo el empate que daba bríos nuevos a nuestro respirar agitado, enojado, corriendo tras la victoria hecha presa de las ansias de quienes pertenecemos a Entel. Entonces aparecieron los suplentes a reforzar. Mejor que las palabras, las fotos capturadas describen a grandes rasgos lo que fue el debate de patadas, carreras de cancha y media cancha, cabeceadas, nerviosismo a come uñas de entrenadores y asesores, pases largos, tocadas eficaces y frustradas, reclamos, menciones precipitadas, sacadas de esquina, sacadas de pelota a la calle por nuestro arquero. Reiterativo, todo valía. Menos penales. Estaban prohibidos. O los tiempos han cambiado y me perdí de algo estos años o ahora el fútbol es así, no lo sé, pero todavía no me importa mucho. ASI SE JUEGA EL BALOMPIE AHORA Y así acabó el primer encuentro. 1 a 1. Entonces sucedió: ¡Forzaron el final! Reescribieron las normas. No necesitaron de la FIFA o la FPF. Así no más. Qué habría dicho Pelé, qué habría opinado Maradona capturado en un momento sin estupefacientes en su organismo. De aquí para adelante la historia del fútbol sería distinta. Irreconocible. La situación apuntaba a que, como ya se mencionó, todo penal sería proscrito para el desempate, no permitido. ¡Ni pensarlo! ¡¿Para qué?! Se habían inventado una manera más “tecnológica, eficaz, pronta y decente”. Se zurraron en la historia futbolística de antes de este sábado, adiós a los mundiales. Recurrieron a echar una sencilla moneda al aire, reglas del complejo. Al cara o sello tras una larga jornada de denodados esfuerzos y harto sudor echado. Así que por intervención estratégica, una jugada sin igual de la fuerza del viento, el peso del aire, la gravedad del planeta, una moneda cualquiera de sol peruano y el azar, todos juntos, así ganamos el partido. Dudo que en ese instante nos sintiésemos verdaderamente ganadores, tal vez después. Así se definió al ganador. No lo olviden, al próximo encuentro lleven sus monedas. Esas, sí definen, porque para el segundo partido se corrió la misma suerte. Hagamos un recuento calmado: los dos primeros partidos los ganamos con ayuda de la moneda, esa que nunca falta. El tercer partido, sin moneda, ese, sí nos lo ganaron. Los espectadores exigimos unánimemente una explicación. Y EL VOLEY... Echada la suerte, partimos a la cancha de vóley, previo paseo, buscando una justificación para la existencia del gol como tal. Grande fue la sorpresa al descubrir que aún no había iniciado la partida. Todas las clasificadas descansaban a los lados de la cancha. Más grande fue la sorpresa al ser enterado de que en realidad ya había terminado. Y más aún, resultaron ganadoras. ¡Y me lo había perdido! Entonces se precipitaron las explicaciones para aclarar que sí, efectivamente, fueron vencedoras. Pero porque el equipo contrario no llegó a tiempo. Por “default”, por defecto. Entonces comprendí por qué no llegaríamos al mundial con Burga este año. Por qué el fútbol era mal visto como cosa de bandidos y bandoleros. Y caí en la cuenta de que el vóley podría peligrar con estas ”innovaciones”. Se dice que ambos equipos, de fútbol y vóley, esperaban una segunda ronda, pero más parecía una leyenda urbana ya que luego de dos horas de espera nada sucedía. Cuentan que el vóley terminó por ser más agresivo que el fútbol, incluso más violento que el box y el cachascán juntos. Más grosero que las jergas de un penal. Afortunadamente eso no lo vi. Pero eso será contado por otros que quedaron a presenciarlo porque ya daba la hora razonable de partir a almorzar en casa cuando daban las tres de esa anecdótica tarde para la reflexión. Eso sí, día entretenido por el compartir incesante y para el recuerdo con gente del trabajo. Y por supuesto, y mejor aún, fuera del trabajo.
Posted on: Tue, 24 Sep 2013 04:07:19 +0000

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