Primera Transfusión de Sangre El primer intento de transfusión - TopicsExpress



          

Primera Transfusión de Sangre El primer intento de transfusión sanguínea registrado ocurrió en 1492 cuando el Papa Inocencio VIII cayó en coma, por lo que se recurrió a la sangre de tres niños y se la administró por la boca, ya que no había conocimientos científicos sobre la circulación sanguínea, descubrimiento que le pertenece a Williams Harvey en el siglo XVII. Los tres niños y el Papa fallecieron. Mas tarde en 1667 se realizó la primer transfusión de sangre a un enfermo de sífilis que murió luego de haber recibido sangre de un perro, aunque parecía que el proceso iba a "ser exitoso, el paciente empezó a sentir fuertes dolores de los órganos y a orinar negro". En el siglo XIX se identificaron los diferentes tipos de sangre y como la incompatibilidad de la misma entre donante-receptor puede causar la muerte y también se descubrió el factor Rh de la sangre. Pero el método de conservación de sangre humana para su uso diferido en transfusiones, mediante la adición de citrato de sodio, fue desarrollado por el médico argentino Luis Agote en 1914. El Dr. Agote nació en Buenos Aires el 22 de septiembre de 1868. Tras cursar sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Nacional, ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (1887) donde se graduó de médico con una tesis sobre hepatitis supurada (1893). Luego, comenzó a ejercer su profesión en el campo de la clínica hasta que en 1895 fue designado director del lazareto de la isla Martín García. En 1905 fue profesor suplente en la Facultad de Medicina y en 1915 titular de la cátedra de Clínica Médica. Tuvo un desempeño brillante como académico y también incursionó con éxito en política. Fue un hombre para quien el honor y los valores fueron mucho más que palabras. Siendo ya médico, un familiar directo suyo sufrió una terrible hemorragia que se intentó combatir por todos los medios. Fue en vano. Aquella persona murió ante la desesperación y la impotencia del doctor Agote y sus colaboradores, que nada pudieron hacer para evitarlo. Pero, sin saberlo, había sembrado con su muerte la semilla de muchas vidas en la historia del mundo. A partir de ese episodio Agote comenzó a estudiar de manera intensiva la forma de reemplazar la sangre de un paciente ante casos como ese. La formación de grumos en la sangre era, hasta entonces, el obstáculo insalvable. Agote y su equipo en el que se destacaba el laboratorista Luis lmaz, pasaron muchos meses de desvelo buscando una solución. Al fin, cuando casi habían abandonado la búsqueda, algo ocurre después de una prueba. Habían agregado diferentes elementos en la sangre sin resultados positivos pero esta vez el esfuerzo había dado sus frutos: el citrato de sodio evitaba la formación de esos temibles grumos, lo que significaba que las transfusiones serían posibles. Pero había que probarlo en un ser humano. Después de varias pruebas, el 9 de noviembre de 1914, concretaron exitosamente la transfusión de 300 cm3 de sangre, donada por un empleado del Hospital a una parturienta que tres días después dejó el nosocomio en perfecto estado de salud. El doctor Agote comunicó su descubrimiento al mundo y en un primer momento solo recibió respuestas corteses por vía diplomática. Cuando el “New York Herald” publicó una síntesis de su método, el tema comenzó a interesar, a tal punto que el norteamericano Lewinsohn y el belga Hustin se apresuraron a reclamar el descubrimiento como propio (venían trabajando paralelamente al científico argentino). Se entabló entonces una polémica en la que unos y otros se atribuyeron la prioridad aunque la publicación del estudio en el periódico norteamericano y las constancias del anuncio del descubrimiento efectuadas oportunamente por el Dr. Agote, fueron pruebas contundentes que dejaron aclarado que fue él quien primero logró la hazaña. Se jubiló en 1929, a los sesenta años. En 1986 dio su nombre al Instituto Modelo de Clínica Médica del Hospital Rawson, que fundara con tanto cariño. Murió el 12 de noviembre de 1954. Fue uno de los más perfectos exponentes de la brillante generación graduada durante la época del noventa, generación que pocas veces podrá ser igualada. Maestro en el verdadero sentido, de la palabra, por la superioridad de su talento, su carácter investigador y su enorme experiencia, extendió más aún sus horizontes por la amplitud de su espíritu. dilatado por el culto de las letras y las artes. Unió a todo ello su bondad innata, su prestancia física, su elegancia en el vestir, una educación esmerada que trató siempre de mantener y su proverbial caballerosidad. Cristina Sartori Facebook: sns uruguay Twiiter: sns uruguay
Posted on: Sat, 20 Jul 2013 18:12:50 +0000

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