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QUERIAMOS MÁS Mi querido lector, te recomiendo esta vez que tomes asiento y te pongas cómodo/a y descorches un Ribera del Duero, recomiendo un Pingus 1999. Sé que hasta ahora todo lo que has leído parece perfecto, una relación que promete. La felicidad eterna. Pero no era así, toda relación por muy perfecta que sea, conlleva sufrimiento. Si analizáramos aquí brevemente una de las características de la existencia mundana y como parte de un acercamiento conceptual, dijéramos que está sujeta a la impermanencia, no sufriríamos tanto con el desamor. Porque nos daríamos cuenta de que “Nada permanece igual, instante tras instante todo cambia. Todo es un continuo fluir. Ciegos a esta verdad, la rechazamos y nos aferramos a las cosas, a las personas, a los afectos; impidiendo que la vida transcurra.” Y así era, nuestro primer encuentro había sido perfecto, pero nada permanece igual. Después de nuestro primer encuentro, pasaron días sin que pudiera volver a verla. Yo me dedicaba a las Finanzas, era parte de comité organizador del Área de Conocimiento de Métodos Cuantitativos para la Economía y Empresa, de una importante Universidad en Madrid y esa semana yo debía ultimar los detalles de un congreso que presentábamos sobre La Economía Aplicada. Presentamos una ponencia en el congreso, en la que abordamos a la Sociedad del Conocimiento como un espacio para el talento, la inteligencia, la imaginación y la creatividad del ser humano, dos de sus características más destacadas son la intercomunicación entre los actores implicados en la resolución de los problemas y, fundamentalmente, la importancia dada al factor humano. Yo andaba de cabeza, casi sin dormir, a medio comer. Iban a asistir personas muy importantes y no podía dudar en nada de lo que iba a decir. Así que descuide, a esa mujer que por un momento me había hecho feliz, por una vez yo me había sentido la estrella que más brillaba en el firmamento y no por mis conocimientos intelectuales y mi renombre a nivel nacional, sino porque ella sabía amarme de verdad. A veces cuando una persona se dedica mucho al estudio no se da cuenta, de que a medida desarrolla más su cerebro racional, con leyes matemáticas, con complejas ecuaciones, su cerebro emocional pasa a un segundo plano. Ella había tocado esa parte de mí, por así decirlo, había tocado mi sistema límbico, hasta ese momento, ese centro de la afectividad estaba como dormido, pero había erupcionado, empezaba a experimentar que estar sin ella me dolía. Me lastimaba cada noche no poder abrazarla y antes de acurrucarme en aquella cama del hostal, solía llorar, no podía evitarlo. Ella se había convertido en mí, en una transmisión de señales de alta velocidad que permite que el sistema límbico y el neocórtex trabajen juntos, y esto es lo que explica que ella empezaba a tener control sobre mis emociones. Ya no podía concentrarme si ella no contestaba mis wasap, necesitaba verla, solo tocarla la piel, rozarla, me hacía volver a tener ilusión y comerme el mundo, ella me hacía sentir que yo era el centro del universo. Pero ella dejo de contestarme los wasap, no podía dormir, me estaba volviendo loca. Y eso influiría en mi intelecto. Un congreso que llevaba meses preparándome se iba a ir por el sumidero de la desesperación, solo por su frialdad. De todos es sabido que “El secreto del amor, es la Indiferencia” y ella me estaba dando grandes porciones de indiferencia. No pude más, y me levante por la mañana al tercer día de no verla y me acerque al colegio de su hija, a la hora que ella me había dicho que solía dejarla. La vi a lo lejos y espere que la dejara. Después me puse frente a ella, en su misma trayectoria, pero ella no se daba cuenta de que me dirigía a su encuentro. Hacía mucho frio, e iba con los hombros encogidos, como si hubiera olvidado bajarlos, mirando al suelo, como si todo fuera inerte a su alrededor y nada importara. De pronto, grite: - Amara. Ella levanto la cabeza y se llevó las manos a su boca, como si fuera a cerrarla porque no pudiera evitar gritar, y lentamente las dos nos fuimos acercando. Una vez que estuvimos frente a frente. La abrace y al querer besarla, ella aparto la cara. Yo me conforme con darle un beso en la mejilla y la mire a los ojos. Sus ojos estaban tristes, lloraban, pero yo ni siquiera lo había notado. Sin embargo, las lágrimas caían por sus mejillas. Ella trato de limpiárselas, pero yo fui más rápida y se las seque con mis manos. Después la cogí del cuello y la susurre al oído. - Amara, lo siento. ¿Podrás perdonarme?. No sé qué hacer, no tengo tiempo para nada. Pero sin ti, no puedo continuar. No me centro en el trabajo. Ayúdame.- Suplique. Ella me miro, y me abrazo, pero no me dejaba acercarme a sus labios. Miro a la cafetería que quedaba a su derecha, y me insinuó entrar. Lo cierto es que en la calle hacia mucho frio, -1 grado, pero estaba tan mal, que otra vez de nuevo, me había dejado en el coche el abrigo. Entramos allí y pedí dos cafés con leche. Mientras la camarera del bar nos los preparaba, yo cogí el monedero para pagar y ella me agarro la mano. Ufff, eso me alivio, no se había olvidado de mí, sentía por mí. Yo necesitaba recuperar su amor. Nos sentamos al fondo del bar, y allí, sus ojos se llenaron de lágrimas, me senté los más cerca que pude de ella, queriendo rozar en todo momento su piel, sentir su calor, y ella me agarro las manos, mientras otra vez sus ojos denunciaban su tristeza. No podía más, necesitaba oír su voz, se acercó a mi cara y rozo mis labios, después se retiró y clavándome sus ojos verdes bañados. Me dijo: - ¿Qué puedo ofrecerte yo? Tu mundo es otro, muy distinto al mío. Tú siempre hablas de estudios analíticos, experimentales, de proyectos y a mí me encanta escucharte. De verdad que cuando me hablas por wasap, escucho tu voz, una y otra vez. Mi impulsividad no la dejo continuar y la dije: - Amara, yo te quiero. Ella apretó más fuerte mis manos y me dijo: - YO SÍ QUE TE QUIERO. Y cogió el café, para calentarse las manos y beber un sorbo. Yo no podía pensar, estaba bloqueada, quería gritar, salir corriendo, pero la quería, y estar sin ella me dolía, me rasgaba la alma. Estaba triste, angustiada, me faltaba el aire. Entonces la dije: - ¿ME DAS DE TU CAFÉ? Ella asintió y tomo un sorbo de café y sin importar si alguien del bar la estaría mirando, cogió mi cara entre sus manos y juntando sus labios con los míos, echo el café en mi boca. Yo me lo trague y aquello me gusto, nada que proviniera de ella me molestaba, aquello me causo placer, me hizo de alguna forma tenerla en mí, aunque fuera su saliva. Pero no sabía, como hacerla ver lo importante que era para mí, hacérselo sentir. Convencerla. Tenía miedo de rozarla, por si ella me rechazaba, pero me había dado de su café, eso significaba algo, pero no sabía qué hacer. De repente se levantó y se fue al baño. A mi cabeza iban y venían veinte mil ideas, así que la seguí, entre detrás de ella y eche el pestillo. La abrace por la espalda y empecé a besarla el cuello, mientras la acariciaba los pechos por encima de la ropa. Ella me correspondió y empezó a besarme en la boca lascivamente, llena de pasión, sus labios estaban jugosos y agarraban los míos, tocando con su lengua la punta de mi lengua y escondiéndola de nuevo en su boca. A ratos me cogía los dos labios y tocaba son su lengua los labios acariciándolos. Yo en mi ardiente deseo irrumpía la barrera que anteponía con sus labios y metía mi lengua en su boca, enroscándola con la suya. Jugábamos desesperadamente lengua con lengua. La empuje hacia la pared e intente meter la mano entre la ropa para tocarla un pecho, pero ella agarro mis manos y sin decir nada se dio la vuelta, esta vez era yo la que estaba apoyada en la pared. Me agarro las muñecas solo con una mano con fuerza y me dijo: - Quieta, Cielo. Yo asentí, no me atrevía a moverme, era mi dueña, no podía mover un musculo si ella no lo mandaba, la amaba demasiado. Me desabrocho el pantalón, saco de su bolsillo un dedal vibrador y metió la mano por dentro de mi tanga de Victoria Secret, mientras me estimulaba el clítoris, me besaba y me susurraba: - Déjate llevar cielo, córrete. Ella seguía sujetándome los brazos, aunque yo no oponía resistencia, solo gemía suavemente entre sus besos, gemía en su boca y nos mirábamos fijamente a los ojos. Cada vez, sentía más placer, y empecé a contraer y distender los músculos vaginales, como si practicara una masturbación en la zona, (succión y expulsión), ella seguía presionando mi clítoris y moviendo hacia arriba y abajo el dedal vibrador y hacia los lados, pero era un movimiento mínimo, para no salirse de la zona. Ella me dijo: - Avísame amor, cuando vayas a llegar al clímax. Mis gemidos empezaron a ser más constantes, no podía seguir sus besos con mis labios, pues jadeaba, aunque mis brazos seguían arriba sujetos por una de sus manos. La mire y la dije: - Me voy a ir ya. Entonces ella, volvió a meter el dedal en su bolsillo y me penetro con dos de sus dedos, lo que llamamos la “maniobra puente”, justo antes de llegar al orgasmo, ella dejo de estimular mi clítoris y me estimulo de vaginalmente, permitiendo que los movimientos de sus dedos en mi vagina pusieran en funcionamiento el reflejo del orgasmo. Empecé a temblar hasta que llegue al clímax, fue muy intenso. Después me miro, y sonrió. Y me dijo: - No puedes vivir sin mí. - Sin ti, moriré.- Respondí. Y salimos de allí, como si nada habría pasado. Me sentía tan llena, vivía entre las nubes, todavía tenía el reflejo en mi zona erógena. Volvimos a sentarnos y la dije: - ¿Por qué? Amara, me has regalado el mejor orgasmo de mi vida hasta ahora. No me has dejado tocarte. - ¿No te ha gustado?- pregunto. - Claro que me ha gustado, me ha encantado. Me encantas amor. - Pues ya está – dijo – no lo pienses. Claro en mi cabeza rodaban miles de temas, porque ella, no hacía mucho me había dicho que era poco para mí, que jugaba en otra liga. Era como si yo estuviera en primera división y ella en segunda. Pero eso no era verdad, yo sabía que si ella se iba de mi lado fracasaría en la vida. Ya no tendría sentido madrugar por las mañanas, estar noches enteras entre los libros o frente al ordenador, metiéndome en las bases de dados de investigación. Sin ella no podía respirar, moriría. Quería gritarlo, hacérselo sentir. ¿Pero cómo convencerla?, ¿Qué argumentos usar?, ¿Qué razonamiento empírico defender ante ella? Como explicarla el método fáctico de nuestra relación que demostraría que lo quería todo con ella. Sin embargo, antes de que abriría la boca. Se levantó: - Cielo, me tengo que ir. He de preparar la comida para mi marido. Yo, necesitaba decir algo: - Amara, hemos de hablar. Necesito que sepas, porque eres tan importante en mi vida. Porque tienes tanto que ofrecerme. Ella se levantó, sonrió y con una mirada complacida me dijo: - Te quiero, no lo olvides. - No lo olvidare, amor. Pero hagamos una cosa. - ¿Qué? – Pregunto. - Un pacto de sangre. - ¿Un pacto de sangre?, ¿Qué es eso? – dijo ella - Amor, quedemos esta tarde, a las 17. Trae una aguja. - Vale – asintió. Y saliendo por la puerta del bar, nos despedimos. Mi querido lector, quiero contarte, que paso. Cual fue nuestro “Pacto de Sangre”. Como la explique lo que ella posee tan valioso para mí. PERO AQUÍ ACABA EL DÍA, ES TARDE. ¿PODRÁS ESPERAR? Prometo contarte muchas cosas, los riesgos que dos mujeres que se aman tienen que vivir día a día, para que nadie interrumpa esa relación. Pues las dos estábamos casadas y teníamos hijos. Teníamos que luchar por nuestro amor ante el mundo, ante nuestros maridos….una locura. ¿Lograran enterarse? Aun no lo puedo decir.
Posted on: Sat, 23 Nov 2013 07:03:22 +0000

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