Querido padre: mis recuerdos golpean mi mente como si quisieran salir a borbotones. Los tuyos, sin embargo, se van desvaneciendo lentamente, hasta desaparecer por completo. Yo lucho para no olvidar cómo eras: trabajador y activo. Traer el pan a casa, hablar con nosotros, enseñarnos lo que era la vida... Eras un amigo al que se le podía contar todo, de mano de hierro con guante de seda. Nos enseñaste que la vida ofrece muchas posibilidades, y nos ayudaste a elegirlas bien. Te gustaba estar siempre rodeado de tu familia y amigos, lo importante para tí era la unión que conforta el alma. Pero de pronto comenzaste a cambiar, empezabas a ser un desconocido. Tus recuerdos se fragmentaron, estabas confuso, te dabas cuenta de que no podías llevar el control de tu vida, y esto te asustaba terriblemente. Fue muy duro hacerte comprender que tu cerebro se retraía. Tu enfermedad te va transformando en un ser doblegado, decaído, siempre muy emotivo. Comienzas con recuerdos de tu niñez que revives a cada instante, confundes la realidad actual con la anterior, eres tan débil, tran frágil, que hace que el corazón se encoja en una agonía permanente. Lo único que podemos hacer por tí es rodearte de cariño, y pedir a Dios que nos colme de una infinita paciencia. Quiero recordar a todos los familiares de quienes sufren esta enfermedad que ser fuertes es lo único que nos mantiene unidos. Y tú, querido padre, con tu mirada perdida, yo sé que estás recordando algo muy dentro de ti, y cuando tu lucidez se refleja en tu rostro, esto nos hace sentir tan fuertes...porque sabemos que no te has perdido del todo. (*)
Posted on: Sat, 07 Sep 2013 00:50:06 +0000
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