¿Quién impidió a Artigas ser argentino? La presidenta Cristina - TopicsExpress



          

¿Quién impidió a Artigas ser argentino? La presidenta Cristina Kirchner lamentó en el acto del bicentenario de Paraná, rematando sus palabras con un “carajo”, que hayamos impedido en su momento que José Artigas fuera argentino, como según ella quería al Protector de los Pueblos Libres. Cristina se refirió a Artigas con la improvisación e imprecisión propias de los recién llegados. Cristina se refirió a Artigas con la improvisación e imprecisión propias de los recién llegados que no obstante quieren imponer su punto de vista sin ver que un error, cuanto desde más alto se perifonea más lejos llega y más fuerte vuelve al que lo dijo, pero ni un milímetro más cerca de la verdad. Lo mismo hizo el gobernador Sergio Urribarri, siempre tan cerca del poder porteño y tan lejos de Artigas, tratando de asimilar y exponer algunas ideas que si lo penetraran en serio cambiarían su conducta diametralmente. El gobernador dijo que Entre Ríos era federal desde antes de 1810 porque ya por entonces Artigas andaba por estas tierras. Artigas era en ese tiempo un oficial de Blandengues a las órdenes del virreinato, y lo que hizo fue reprimir los intentos revolucionarios de 1810. Andaba por acá, pero no como Urribarri supone. Solo en febrero de 1811 Artigas se puso a las órdenes de la Junta de Buenos Aires y empezó su carrera como adalid del federalismo y su lucha implacable contra Buenos Aires, los portugueses, los montevideanos y todas las potencias que ya entonces mostraban la hilacha que hoy hacen ondear sin vergüenza en todas partes, porque el poder contra el que combatió Artigas se ha enseñoreado de todo el país, y ahora como nunca antes en la historia las provincias están sometidas al despotismo porteño. No es posible formarse en el artiguismo para salir a decir discursos y a hacer declaraciones con solo leer de apuro algunas hojas fotocopiadas como para “tener una idea” de qué se trata. El neoartiguismo oficial “tactiquero” provocó la reacción de los uruguayos, que no permitieron que las palabras de la presidenta pasen por buenas, al menos no en su país, donde no hay interés ni motivos para rendirle pleitesía. En tiempos de Carlos Menem, cuando el riojano dijo que tenía en su biblioteca los libros de Sócrates y los había leído todos, salieron algunos funcionarios locales, “encolumnados incondicionales”, a decir que ellos también los habían leído ¡¿y qué?! De esos, ya no encontraremos ninguno como eran entonces, porque han cambiado de color pero no de lecturas. Algunos historiadores y políticos uruguayos recomendaron a Cristina estudiar historia en lugar de aplaudirla y encolumnarse incondicionalmente con ella. Le recordaron a la presidenta que Artigas quiso una patria grande con justicia, libertad, igualdad y federación para todos, y vio en Buenos Aires el peligro de centralismo despótico que hoy es realidad. Por eso quiso que la capital de su patria grande estuviera en cualquier lugar menos en Buenos Aires y pretendió abrir otros puertos para que ni el de Buenos Aires ni el de Montevideo -por entonces en poder español- tuvieran el monopolio que tenían y tienen. La alternativa de ser uruguayo o ser argentino no se le planteaba a Artigas cuando la Argentina no se llamaba así, incluía a la Banda Oriental y el Uruguay no existía. Su patria era América y el lugar donde ejercía su influencia directa abarcaba la Banda Oriental, parte del sur del Brasil, la Mesopotamia y las provincias de Córdoba y Santa Fe. Pero fue la reacción porteña, de la pandilla que entonces gobernaba desde el Barranco y hoy desde la city, celosa de sus privilegios entonces como ahora, la que determinó la derrota de Artigas y de su proyecto federal, su largo exilio en el Paraguay, de donde no quiso volver nunca a la Banda Oriental, que balcanizada por el Imperio Británico ya no era su patria. Fue Sarratea, el porteño prototípico, el que maniobró para destruir a Artigas, compró a Ramirez tras haber sido derrotado en Cepeda, le proporcionó seis piezas de artillería para destruirlo en Las Tunas después de haber hecho un guiño para que los portugueses lo destrocen en Tacuarembó. Después de Tacuarembó, Artigas se propuso derrotar a los porteños y obligarlos a declarar la guerra a Portugal para desalojarlo de la Banda Oriental. El plan estaba conseguido en Cepeda, pero el tratado del Pilar permitió a Buenos Aires mandar al ocaso mediante el oro y la traición la mayor experiencia federal de las Provincias Unidas, como antes había neutralizado a Moreno y Castelli y luego arrasaría a sangre y fuego el interior y al Paraguay con Mitre. Y fueron los porteños los que consiguieron esa derrota nacional a favor del puerto, de los intereses de ganaderos, gerentes y doctores que tienen ahora los mismos intereses que antes bajo distintos dueños y sobre todo practican ahora la misma estrategia política que antes con diferentes tácticas. La única diferencia es que ahora no hay un Artigas que los enfrente, sino un remedo penoso constituido por el “neoartiguismo” oficial, ignorante y deliberadamente tergiversado para hacerlo entrar en el terreno de la dependencia, el unitarismo y la entrega incondicional. Cuando Rivadavia quiso entregar a los ingleses, de los que era gerente, la explotación de las minas de oro de Famatina, los enviados de la Mining se encontraron en La Rioja con Facundo Quiroga y debieron retroceder. Hoy, cuando el gobierno provincial procura entregar el subsuelo al fracking por recomendación de una empresa inglesa, se encuentra con un pueblo organizado que poco a poco va sacando normas contra la destrucción ambiental. A falta de gobernantes que hagan el trabajo de Facundo, hay un pueblo que mantiene la tradición federal y artiguista: porque Artigas vuelve, pero no por el lado del oficialismo sino por el otro. ¿Cómo fue posible?, se preguntó Cristina en Paraná. No es difícil: gracias a Rivadavia, Sarratea, Mitre, Roca y los gobiernos que siguieron, cada vez más exclusiva y arrogantemente porteños, hasta llegar al actual estado de subordinación, humillación y alineamiento incondicional a que las provincias han llegado ante el poder del puerto. “No más Sarrateas”, se llamen Alfonsín, Menem, Kirchner o Fernández. aimdigital.ar/aim/?p=164677
Posted on: Tue, 02 Jul 2013 00:12:40 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015