Qué impide tener un encuentro con el Señor? Esta clase de - TopicsExpress



          

Qué impide tener un encuentro con el Señor? Esta clase de experiencia no está reservada solo para los pastores o los personajes de la Biblia. Dios quiere comunicarse con todos sus hijos, pero a veces estamos demasiado ocupados y preocupados, que no lo escuchamos. Si usted no puede recordar algún encuentro con el Señor, tal vez se deba a que sus oídos están en sintonía con los sonidos y las voces del mundo. Para subrayar lo que digo, piense en cuánto silencio experimenta usted en un día normal. ¿Hay un tiempo cuando está callado y receptivo al Señor, o está su día lleno de voces y agitación desde la mañana hasta la noche? Cuando Dios tiene que competir con toda la actividad y el bullicio que hay en nuestra vida, su voz es ahogada. Si usted se siente desconectado y distante del Señor, no tiene que seguir así. Él desea relacionarse, pero usted tendrá que aquietar su espíritu, acercarse a Él y escuchar la voz de Dios hablándole por medio de su Palabra. Luego, cuando Él venga con un mensaje especial, estarán dadas las condiciones para que se abra una puerta de comunicación. El momento de comenzar a acercarse a Él es ahora mismo, no cuando usted necesite desesperadamente escucharlo. ¿Qué puede usted esperar de un encuentro con Dios? Aunque el Señor quiere hablar con usted cada día en comunión constante, a veces tiene algo tan importante que transmitir, que entrará en su vida de una manera más dramática. La experiencia de Isaías muestra lo que puede esperarse cuando el Señor nos hace una visita no anunciada (Is 6.1-9). Una abrumadora conciencia de su presencia: Un encuentro con Dios puede suceder en cualquier lugar: en el hogar, la iglesia, durante una caminata, o mientras conduce su automóvil; pero dondequiera que Él se presente, usted sentirá siempre una abrumadora sensación de su presencia. Isaías dijo: "Vi al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo" (v. 1). A pesar de que la experiencia suya probablemente no será tan dramática, en cualquier momento que Dios quiera llamar su atención, Él hará evidente su presencia. Una conciencia de su santidad: Cuando el Señor se le apareció a Isaías, estaba acompañado de seres angelicales que cubrían sus rostros con total reverencia por su absoluta pureza y perfección, mientras clamaban: "¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos!" (v. 3). Este atisbo en el dominio espiritual abrumó a Isaías con una conciencia de la gloria y la santidad de Dios. El hecho de vivir en un mundo caído nos impide comprender verdaderamente cuán inmensa es la diferencia entre el Señor y nosotros. Con demasiada frecuencia intentamos bajarlo a nuestro nivel, pero un encuentro con Dios abre nuestros ojos para reconocer su superioridad inalcanzable. Una sensación de nuestra indignidad. Uno de los resultados de tener un encuentro con Dios es una conciencia inmediata de nuestra condición pecaminosa. Es por eso que Isaías exclamó: "¡Ay de mí que soy muerto!" (v. 5). En la presencia de Dios se magnifica el contraste entre su santidad y nuestro pecado, no para condenarnos, sino para ayudarnos a ver lo malo que hay en nosotros desde su perspectiva, para que lo confesemos y nos arrepintamos. La visión del Señor le recordó inmediatamente a Isaías su propia área de debilidad: Dijo que era un "hombre inmundo de labios" (v. 5). Aunque los creyentes hemos sido perdonados totalmente en Cristo, nuestras vidas nunca deben ser dominadas por el pecado. A medida que crecemos en nuestra fe, el Espíritu nos revela cada vez más las conductas y las actitudes que no se ajustan a nuestra nueva identidad en Cristo. Una conciencia del misericordioso perdón de Dios: Después de tener un encuentro con el Señor y enfrentar nuestros pecados, tenemos que saber que hemos sido perdonados. Para limpiar los labios de Isaías, uno de los serafines tocó su boca con un carbón encendido del altar. El carbón encendido simbolizaba el sistema de sacrificios de expiación por medio del cual Dios concedía su perdón al pueblo. Para los creyentes de hoy día, el perdón ha sido logrado de una vez por todas, por el sacrificio de Cristo en la cruz. Esta ha sido la acción más grandiosa en la historia humana, pero a veces no apreciamos verdaderamente el sacrificio del Salvador. Hemos oído hablar de ese sacrificio y lo hemos alabado, pero ¿hemos derramado lágrimas de gratitud? Si pensar en el Hijo de Dios colgado en una cruz no le conmueve, algo anda mal en su relación con Él. Cuando la familiaridad ha hecho que nuestros corazones se enfríen, un encuentro con Dios despierta de nuevo nuestro amor y agradecimiento por la magnitud de su sacrificio. Un llamamiento a la acción. Cuando el Señor se le apareció a Isaías, le preguntó: "¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?" (v. 8). Tenía un trabajo para Isaías, así como Él tiene tareas para cada uno de nosotros. A veces, para movernos en la dirección correcta, Dios tiene que interrumpir nuestras vidas con una abrumadora sensación de su presencia. Eso fue lo que le sucedió a Moisés cuando estaba apacentado ovejas en el desierto. El Señor se le apareció de repente en una zarza ardiente y le dio un vuelco a su vida en una dirección completamente diferente.
Posted on: Tue, 30 Jul 2013 04:35:52 +0000

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