RANMA Capítulo 4: Bed Issues Ranma y Akane desayunaban en su - TopicsExpress



          

RANMA Capítulo 4: Bed Issues Ranma y Akane desayunaban en su pequeño apartamento. Era sábado por la mañana, todo estaba tranquilo y la televisión sonaba en un segundo plano, ignorada por los dos hasta que se oyó a una voz femenina anunciar: ...ta y ocho por ciento de las parejas jóvenes casadas sólo hace el amor una vez a la semana. Esta noche ponemos la libido del país bajo el microscopio. Ranma se atragantó y todo el té que estaba bebiendo en ese momento salió a presión como una fuente, rociando todo cuanto tenía por delante. Aquello habría sido muy gracioso de no ser porque Akane se encontraba sentada justo en frente de él. Cuando Ranma se recuperó del acceso de tos se dio cuenta de que una Akane con en pelo y la blusa goteando líquido tibio y parduzco lo miraba con cara de pocos amigos. Se quedó paralizado, ahora sí que la había hecho buena. -Oh, perdona, lo siento, Akane, yo... no sé qué me ha pasado-. Intentó alcanzarle una servilleta y ayudarla a secarse pero se quedó con ella en la mano sin saber muy bien si atreverse a acercarse o no. -Ranma, ¿se puede saber de qué vas? -Perdona-. No se le ocurría nada más que decir. -Ahora tendré que volver a cambiarme de ropa y seguramente lavarme el pelo, ¡y ya vamos retrasados! -Akane, tranquilízate, estamos de vacaciones, te acuerdas de lo que son, ¿verdad? -¡Tú cállate y ve recogiendo mientras me cambio!-, lo fulminó con la mirada,- ¡quería haber salido hace una hora! Al muchacho no se le ocurrió rechistar y se puso a recoger diligentemente. Iban a pasar una semana de sus vacaciones de verano en el dojo Tendo. Akane tenía muchas ganas de ver a su familia, ya que hacía un mes que no habían podido ir a visitarlos un fin de semana debido a todo lo que habían tenido que estudiar para los exámenes. Ranma también echaba de menos a sus padres, sobre todo a su madre, aunque eso no iba a admitirlo. El trayecto en tren fue bastante tranquilo, apenas cruzaron palabra. Akane había escogido un asiento de ventana y Ranma se sentó a su lado. Como llevaban poco equipaje mantuvieron sus maletas junto a ellos. Ofrecían la típica imagen de dos estudiantes volviendo a casa por las vacaciones, con el petate lleno de ropa sucia para que la lavara mamá. Akane se preguntó qué pensarían los otros pasajeros de ellos. ¿Los verían como una pareja? Miró a Ranma, ¿en qué estaría pensando? -¿Qué?- dijo él cuando se dio cuenta de que lo estaba mirando. -Nada-, respondió ella con una sonrisa. El muchacho le dirigió una mirada desconfiada, luego se arrellanó en su asiento y se preparó para un largo viaje en el que, por lo visto, tendría que aguantar las enigmáticas sonrisitas de Akane. · Llegaron a Nerima a media tarde. Decidieron ir caminando desde la estación hasta el dojo. Se sentían un poco extraños haciendo ese camino cargados con una maleta y no con su cartera de la escuela de vuelta a casa, como había sido su costumbre durante los dos últimos años. Akane casi esperaba que de un momento a otro Ranma saltara encima de la valla del canal, que la señora de la esquina los sorprendiera con su inoportuno cubo de agua o que Shampu aterrizara con su bicicleta voladora sobre el duro cráneo del muchacho. Pero nada de eso sucedió, como si aquellas familiares calles les quisieran recordar que las cosas habían cambiado. La primera persona conocida a la que saludaron fue el doctor Tofu al pasar por delante de su clínica. Sólo se detuvieron unos minutos a hablar con él y, tras asegurarle que todo iba bien y que habían conseguido sobrevivir a los primeros meses sin romperse nada, continuaron la marcha. Antes de darse cuenta se encontraban ante la fachada de la casa, y como no habían avisado a qué hora llegarían, fue una sorpresa para todos cuando aparecieron sin más por la puerta principal. Nodoka Saotome también estaba allí. Corrió más que nadie a echarle los brazos al cuello a su hijo. · Una de las cosas que más habían echado de menos eran las fabulosas cenas de Kasumi, ni siquiera Akane tuvo reparos en admitirlo. Hacía mucho tiempo que no comían comida casera tan buena. Por regla general, Akane nunca cocinaba las comidas ni las cenas, tan sólo preparaba los desayunos, y porque todo cuanto tenía que hacer era abrir los botes de mermelada. Había aprendido a no quemar las tostadas e incluso estaba bastante orgullosa de sus tés verde e inglés. Pero para su mortificación, Ranma resultó ser mucho mejor para las tareas de la casa que ella y eso incluía cocinar. Casi todos los fines de semana él preparaba algunas recetas sencillas que había aprendido de su madre y de un libro de cocina que Kasumi le había regalado a Akane. Pero desde luego, ninguno de los dos se acercaba ni de lejos al nivel de la hermana mayor. Ranma llevaba más de media hora dando vueltas en la cama sin dejar dormir a Akane. Ella sabía que era por causa del aire tórrido y húmedo de aquella noche, que tampoco a ella le permitía conciliar el sueño. También se había fijado en que, a pesar del calor, se había acostado con una camiseta de manga corta. Él era mucho más caluroso que ella, y en aquella cama más estrecha, arrinconada junto a la pared, por la que no pasaba brisa alguna, debía de estar pasándolo muy mal. Pero ¿cómo podía hacerle saber que en realidad no le importaba que se pusiera más fresco? ¿Qué iba a decir: Ranma, hace mucho calor, quítate la camiseta? Se sonrojó sólo de pensarlo. Eso era como decirle Ranma, anda, desnúdate. Pensó en otras frases similares. Ranma, ¿quieres quitarte la camiseta? Quítate la camiseta, no te cortes. -Ranma, hace mucho calor, puedes quitarte la camiseta si quieres, -sí, eso sonaba bastante inocente. Y añadió: -Así dejarás de moverte y podré dormir. -Ah, menos mal, gracias, me estoy asando -dijo él, tan aliviado que no reparó en la ironía del último comentario. Por el rabillo del ojo, Akane distinguió una silueta que en la penumbra se desprendía de algo que bien podría ser un trapo mojado y lo lanzaba al suelo, luego, el impacto del cuerpo del chico al desplomarse de nuevo contra la cama sacudió el colchón y unos segundos después todo se quedó inmóvil otra vez. Los sonidos familiares de la noche en Nerima fueron llenando la habitación. -No es justo -dijo la vocecilla adormilada de Akane. -Ojalá yo pudiera hacer lo mismo. -Ni se te ocurra- le contestó Ranma también medio dormido ya. -Imbécil- dijo ella mientras le soltaba un manotazo, más juguetón que otra cosa. · A la mañana siguiente la temperatura había descendido considerablemente. Cuando Akane despertó, muy temprano, encontró a Ranma acurrucado junto a ella, durmiendo como un niño. La muchacha se enterneció y alargó el brazo para alcanzar la sábana. Cubrió a Ranma con ella y se quedó mirando un momento el gesto de su rostro. También se permitió observar sin prisas sus hombros y su cuello, y saboreó la sensación de sentir su piel desnuda tan cerca y el agradable calor que desprendía. Poco después despertó él y Akane le dio los buenos días con una sonrisa cargada de humor. -¿De qué te ríes? -parecía haber tenido un mal despertar. -De nada, es que me he acordado de nuestra noche de bodas. -No recuerdo que tuviera nada de divertido. -Ranma se sonrojó levemente y se extrañó de que Akane la llamara con tanta ligereza su noche de bodas. -Sí, en realidad lo gracioso no fue por la noche sino a la mañana siguiente- y volvió a reír. -A mí no me hizo ninguna gracia ¡Cómo se nota que no fue a ti a quien echaron de la cama a patadas! -Vamos, Ranma, no fue para tanto. Además tú te lo buscaste por echarte así encima mío. -¡No me eché encima tuyo! -aquello fue el colmo- ¡Y estaba dormido! ¡No me acercaría a ti estando consciente ni aunque me pagaras por ello! -No supo qué lo hizo decir aquello, pero se dio cuenta en seguida de lo grosero que había sonado y se arrepintió de haber hablado así en cuanto las palabras abandonaron su boca. Akane se dio inmediatamente la vuelta colocándose de espaldas a él. Cómo había podido. Ella ya sabía lo que él sentía, pero no había necesidad de hacerle daño de esa manera. Ranma percibió su tristeza aunque lo único que podía ver de ella eran su pelo y sus hombros y se sintió cada vez peor. No sabía cómo iba a enmendar aquel error, sólo se le ocurría decir: -Perdón.- Aunque dudó que aquello fuera suficiente.- Lo siento, no quería decir eso, de verdad. Ella no dio señal de haberle oído, tal vez estaba más enfadada de lo que él creía. Ranma se incorporó sobre un codo y le puso una mano sobre el brazo para llamar su atención de la forma más delicada que pudo. -Akane, lo siento,- repitió. Esta vez sí reaccionó. La muchacha giró primero la cabeza para mirarle. -¿De verdad? -él asintió. -¿Lo retiras? -él asintió otra vez. -Dí que has sido un tonto por decir eso. -He sido un tonto por decir eso- el muchacho dudó un instante antes de concederle la oportunidad de una pequeña humillación. -Dí que no deberías haberme hablado así porque no me lo merezco. -No debería haberte hablado así porque no te lo mereces. -Akane no podía imaginarse lo sincero que estaba siendo. -Dí que no es cierto, y que en realidad no soy tan fea. Akane se giró algo más, esperando. Ambos se miraron a los ojos. Ranma pensaba frenéticamente, tratando de decidir si rendirse al juego o dejar tomar de nuevo las riendas a su orgullo. Sin embargo, el ver a Akane allí tendida junto a él, vestida con aquella camiseta de tirantes casi inexistentes, respirando a través de aquella boca perfecta, mirándolo fijamente con aquellos hermosos ojos con las pestañas más largas que había visto nunca, minaba su determinación de una forma alarmante. -Uhm... ¿cuál era la pregunta?- dijo con la boca seca. -Está bien, Ranma, no hace falta que digas nada. -Muy a pesar suyo, la chica no pudo reprimir una sonrisa. -Por ahora me conformo con que te hayas disculpado sinceramente.- Y como para confirmar que lo había perdonado se inclinó hacia él para apoyarse en su pecho. El chico, comprendiendo su movimiento, se recostó de nuevo y dejó que ella descansara sobre él, respirando tranquila.- La próxima vez hazme el favor de pensar antes de decir algo tan horrible. -Es que discutir contigo me ofusca y no me deja pensar. -Digamos que simplemente te cuesta pensar en general. -Sigue por ahí y vas a ser tú la que tendrá que pedirme disculpas a mí. -En tus sueños, Saotome. -En los tuyos, Saotome. -No me llames así. -Es tu apellido ahora. -No lo es. -Sí lo es. -No. -Sí. Por toda respuesta, Akane alargó una mano para ponérsela encima de la boca a Ranma y hacerlo callar. Él sólo ahogó una carcajada. Durante el desayuno a la mañana siguiente, ninguno de los dos se apercibió de la actitud alerta de sus padres. Observaban analizando cada movimiento, cada intercambio de gestos, en busca de alguna muestra de acercamiento entre la joven pareja. En un determinado momento la madre de Ranma casi pareció a punto de sugerirle a Akane que le diera a él a probar uno de los platos directamente con sus palillos. La situación daba la impresión de haberse relajado un poco, pero eso era así sólo en parte. Ranma estaba ansioso por entrenar en el dojo de la familia. Después de tanto tiempo se sentía muy cómodo allí, conocía de memoria cada palmo de la estancia. Sin embargo, su padre lo interceptó cuando se dirigía hacia allí, mientras hacía estiramientos junto a la charca de las carpas. Se empeñó en luchar con él, aduciendo que tenía que comprobar los avances de su técnica, para asegurarse que estaba aprovechando sus estudios. Ranma no se mordió la lengua y le explicó que no pensaba que los estudios le estuvieran reportando ningún beneficio a su técnica, y que el club de artes marciales era lo único que merecía la pena de toda la universidad. Eso y el haber conseguido que lo dejaran en paz y no tener que batallar cada día por la comida. Pero lo que no mencionó fue lo mucho que empezaba a echar de menos un rival digno de su nivel, y que a veces se aburría de los combates con sus compañeros, que le parecían transcurrir a cámara lenta. Por eso estaba disfrutando secretamente de entrenar a Akane, ella era mucho mejor que el resto de los miembros del club y, aunque él podía ganarle fácilmente, era sin duda la que ofrecía una resistencia más estimulante. -Ranma, cariño -su madre apareció por la puerta del jardín trasero. -Debes tener paciencia. Ya verás como a la larga estudiar fue una buena idea. -Buenos días, mamá. -Buenos días. Ven aquí -le hizo un gesto para que se acercara y lo besó en la mejilla-. Dime, ¿y qué tal vuestra convivencia conyugal? Me da la impresión de que Akane y tú os lleváis mejor. Eso era algo que no pensaba reconocer. -Ah, ¿sí? -Pues sí. Y eso es bueno. Un tiempo solos era todo lo que necesitabais. -No estoy muy seguro -dijo con una mueca. -Para eso también debéis tener paciencia, dale tiempo. Ranma la miró un momento a los ojos, deseando de verdad entender lo que trataba de decirle, pero no estaba muy convencido de que el tiempo fuera a cambiar mucho las cosas entre Akane y él. -Bueno, voy al dojo. -Yo también -en ese momento Akane salía de la casa, vestida con su dogi amarillo. Su padre iba detrás. -Saotome, dejemos a los chicos solos, ¿qué tal una partida de go? -Excelente idea, Tendo. -¿A alguien le apetece una limonada fresca? -Kasumi portaba una bandeja con varios vasos y una jarra de limonada, seguramente recién hecha. La señora Saotome tomó asiento a su lado y la ayudó a servir un par de vasos. Ranma y Akane declinaron la oferta, ya que ambos estaban impacientes por comenzar su entrenamiento del día. Pero cuando iban a dirigirse hacia el dojo, una mancha de color violeta saltó desde lo alto del vallado y aterrizó en el jardín, justo en frente de Ranma. -¡Nihao! -¡Shampu! -Yo enterarme que Ranma llegar de regreso. Venimos saludar. -Buenos días. -Su bisabuela Cologne la acompañaba. Saludó educadamente a toda la familia con una respetuosa reverencia. A Ranma aquello no le gustó. -¿Qué hacéis aquí? -el muchacho, por su parte, no se sintió inclinado a devolverles la cortesía. -Muéstrame más respeto jovencito. Quiero comprobar una cosa. Ranma y Akane adoptaron instintivamente una postura de combate e hicieron bien, pues la anciana se lanzó hacia el muchacho y lo atacó. Al mismo tiempo, Shampu se abalanzó sobre Akane y las dos chicas se pusieron a pelear también. Todos los miraban boquiabiertos, tan sólo un minuto antes se encontraban charlando tranquilamente y ahora Ranma y Akane luchaban contra dos de las guerreras más poderosas de toda China y Japón. Cuando al fin alguien fue capaz de decir algo, fue Nodoka quien alzó la voz por encima del revuelo. -¡Basta! ¡Qué significa esto! -¡Que pares, vieja! -Respaldado por las palabras de su madre, Ranma intentó detener la pelea. Cologne hizo un alto, pero Shampu se estaba ensañando con Akane. Ranma tuvo que interponerse entre ellas y enfrentarse a la joven amazona para que dejara en paz a la otra chica. -Veo que no has mejorado tanto como me esperaba, -sentenció la anciana. -Y eso qué más os da. Shampu, me hiciste una promesa. Prometiste que nos dejarías en paz una vez casados, ¿a qué viene esto? Por toda respuesta, la chica dirigió una mirada a su bisabuela y luego se volvió a mirar a Ranma. -Prometí cuando consumar unión. Si Ranma no elige otra mujer, aún puede ser marido. -¿Qué quieres decir? -el chico estaba bastante perplejo. Al igual que Akane, y más cuando Cologne se le acercó hasta casi tocar su nariz con la de ella, escudriñando su rostro en busca de algo que, al parecer, sólo ella veía. La estudió de arriba a abajo y luego volvió a centrar la atención en su cara. -Ranma, -exclamó en un tono demandante -cómo puedes reírte así de mi nietecita. -¿Cómo? -Le dices que la abandonas por otra ¿y después resulta que es una farsa? -Perdone pero no... -Akane cada vez tenía más la impresión de haberse perdido algo. -¿Te casas con Akane pero no te comportas como su marido? -Bueno yo... -¿A qué se refiere, señora? -intervino Nodoka. -Quiero decir que este matrimonio aún no se ha consumado, y por tanto, Shampu tiene derecho a reclamar a Ranma para ella. Los rostros de los dos jóvenes enrojecieron como dos tomates maduros. Los padres se quedaron cuando menos sorprendidos, se escuchó el famoso gritito de Kasumi Oh, Dios mío, y Nabiki, que salía en ese momento, se detuvo ante la escena y se sentó para servirse un vaso de limonada con toda tranquilidad mientras observaba como quien mira un culebrón en la tele. -Vaya, -dijo- ¿quieres decir que todavía no le has puesto una mano encima, Ranma? Abochornado a más no poder y sudando gruesas gotas, Ranma tartamudeó incoherencias mientras una Akane petrificada intentaba distinguir si se encontraba en medio de una pesadilla o si aquello era la cruda realidad. -Qué puritano. Pero si ya lleváis más de tres meses casados. -¡Nabiki! ¡Esto no es asunto tuyo, no sé porqué estamos hablando de eso aquí! -Sólo me preocupo por ti, hermanita. Ranma, ¿acaso tienes algún problema de salud? -¡Estoy perfectamente, gracias! ¡Y dejemos el tema! -Pero Akane es tu mujer y debes corresponder como un buen marido. -Mira quien habla, viejo. ¡No me vengas con lecciones sobre cómo ser un buen marido! -Está claro que algo no va bien en este matrimonio, si después de tanto tiempo ni siquiera te has acercado a tu esposa, -prosiguió Cologne. -Claro que no me he acercado, quién querría tocar a una marimacho pecho plano como ella. -Shampu mucho más atractiva, provocar a Ranma mejor que chica violenta. -Shampu aprovechó para arrojarse sin miramientos en los brazos del chico. -¡Ya está bien! -Akane se había ido encendiendo poco a poco y finalmente explotó.- Tú, suelta ahora mismo a Ranma, es MI marido. Y tú, -señaló a Ranma, que la miraba boquiabierto- ¡explícame cómo estás otra vez abrazando a otra cuando no llevamos en casa ni un día! ¡Pervertido! -y con un golpe final los envió a los dos volando por encima del tejado. Encolerizada, la joven les gritó a todos que la dejaran en paz y se metió en la casa para encerrarse en su cuarto. Estuvo maldiciendo y dando vueltas como un tigre enjaulado durante un largo rato, y después, más calmada, se echó sobre la cama. Aquel comentario de Ranma le había dolido más de lo normal. También el ver a Shampu saltar a los brazos de Ranma. Eso en especial la había enfurecido muchísimo, y la cabreaba aún más porque debería estar acostumbrada y sin embargo le molestaba cada vez más. Había otra cosa que también la fastidiaba. La falta de seguridad de Ranma. Si él le hubiera dejado bien claro que no quería que lo acosara más, Shampu y su bisabuela no insistirían. Pero Ranma siempre les daba explicaciones confusas y nunca rechazaba a sus otras pretendientes con suficiente convicción. Le echaba la culpa a él y ni siquiera le abrió cuando quiso entrar a la habitación a coger ropa limpia. Akane no bajó hasta la hora de la comida. Estaba llegando al salón cuando escuchó a Ranma discutir con sus padres. -Déjalo ya, mamá. En realidad no es algo de lo que quiera estar hablando con mis padres. Es privado, de Akane y mío. -En eso tiene razón, -dijo Akane al entrar en la sala. -Akane, Ranma. No entendéis la gravedad de todo esto. Además de la insistencia de Shampu en ser tu esposa, la unidad de las escuelas y su futuro está en juego. No descansaré tranquila hasta que la supervivencia de nuestra técnica de artes marciales esté asegurada con un heredero, y eso no será posible hasta que nos deis un nieto. -¡¿Cómo?! -¡Ah, no! ¡Eso sí que no! -Aún somos muy jóvenes. -Estamos estudiando, no pensaréis que vamos a criar a un hijo tan pronto. -Ya podéis estar quitandooslo de la cabeza. -Sólo nos faltaba eso. -Accedimos a casarnos pero esto ya es demasiado. Soun y Genma se abrazaron sollozando desconsoladamente, pero esto no ablandó a ninguno de sus hijos, que mantuvieron una actitud fría durante toda la comida y después se retiraron cada uno por su cuenta casi sin hablarles. Por la tarde, Ranma se encontraba por fin en el dojo de los Tendo. La estructura de madera se sostenía sorprendentemente en pie, a pesar de las decenas de ataques a los que se había visto sometida. Y en el centro se situaba el pequeño altarcillo junto a la inscripción familiar. Alguien había colocado un jarrón con dos flores. Durante un momento, Ranma pensó en la madre de Akane. ¿Cómo sería ella? Según había oído era una mujer muy dulce, se imaginó a una versión más mayor de Kasumi. Sin embargo, también debía de parecerse en algo a Akane. ¿Habría sido ella tan terca e insistente como su marido con respecto a casar a su hija y a querer nietos? De repente se figuró una pequeña criaturita correteando por el suelo a su alrededor, intentando imitar sus movimientos de artes marciales. Un hijo suyo sería fuerte y hábil, un niño valiente y atrevido o una niña tan bonita como su madre. No se dio cuenta de que una tierna sonrisa aparecía en su rostro. -¿A quién le sonríes, a Shampu? -dijo Akane desde la puerta, era obvio que aún estaba resentida por lo de antes. Ranma se sobresaltó. La niñita de su imaginación se volvió contra él y le dio un mordisco en la pantorrilla. -Imbécil. No tienes ni idea. -Parecías encantado de que te abrazara. -¡Eso no es verdad! ¡Sabes que hablé con ella! ¡Sabes que la obligué a prometer que nos dejaría en paz! -Al parecer no fuiste lo suficientemente convincente. -¡Venga ya! Sabes que hice todo lo que pude. ¿Qué es lo que te pasa? Akane caminó con pasos lentos, trazando un amplio círculo alrededor de Ranma, buscando un punto débil por el que atacar. -No entiendes nada, -susurró. -¿Estás celosa otra vez? Akane se adelantó hacia Ranma y lanzó una patada al aire que le pasó muy cerca, pero él la esquivó con una facilidad insultante. Ella siguió escudriñándolo sin dejar de avanzar lentamente en círculos mientras él mantenía una postura de alerta impecable. Las intenciones de la chica estaban muy claras. Quería luchar con él y Ranma no iba a decepcionarla en ese aspecto. Reanudarían sus sesiones de entrenamiento. -Te has adelantado demasiado pronto y por eso he podido prever tu movimiento. Eso es un fallo de principiante. -Me han puesto furiosa y no me concentro. -Aprovecha tu rabia en vez de dejar que te domine. -¿Se creen con derecho a meterse en nuestra vida privada? -Esta vez su avance fue más decidido y cuando lanzó el golpe Ranma tuvo que ser más rápido para interceptarlo. -Lo que hagamos o dejemos de hacer es sólo cosa nuestra. -Eso es, usa toda esa energía. -Somos demasiado jóvenes para ser padres. Sería muy difícil seguir estudiando si tuviéramos que ocuparnos también de un bebé. Ranma le dio la razón. Akane continuó dirigiendo ataques contra él, cada vez más acertados. Estaba recuperando el control sobre su fuerza y Ranma empezó a contraatacar. Unos minutos después estaban enzarzados en combate a medio camino entre una lección de artes marciales y un juego, en el que Ranma no paraba de provocar a Akane y ella le respondía a su vez con sus mejores defensas, y sus mejores ataques cuando tenía oportunidad. El ejercicio les servía para descargar la tensión y la frustración que habían acumulado durante todo el día. -¡Vamos, tienes que ser más rápida! -la instigaba él, al tiempo que aprovechaba para burlarse de su lentitud tirándole del pelo, del dogi, o incluso haciéndole cosquillas. -¡Para ya! -Oh, ¿crees que si te atacan se van a detener porque les digas que paren? -y le dio un nuevo tirón de la ropa que sacó del cinturón uno de los lados de la chaqueta. -Enséñame una técnica, no juegues conmigo. -¿Quieres pelear en serio? -Sí -respondió exasperada, -deja de tratarme como a una niña, soy tan luchadora como tú. -Asegúrate de que hablas en serio porque no creo que aguantaras contra mí ni dos minutos. -Deja de hablar y pruébame -le retó la chica. Ranma estaba disfrutando y se le notaba. Akane en cambio no se encontraba tan cómoda con el jueguecito. Ranma aumentó el ritmo de sus ataques, a los que Akane respondía como podía. Diez minutos más tarde ambos jadeaban como si acabaran de correr una maratón. En un momento dado, él estuvo a punto de tumbarla por cuarta vez, pero ella, para esquivarlo, giró al tiempo que él la agarraba de una manga para detenerla. Como resultado, el dogi de Akane se quedó colgando a medias con un brazo dentro de la manga y otro fuera. Ella se había soltado, de modo que Ranma, aprovechando la inercia del movimiento, la asió por las muñecas y la sujetó contra la pared, con los brazos inmovilizados a ambos lados de la cabeza. Su melena corta estaba toda revuelta, algunos mechones humedecidos por el sudor. Su expresión de sorpresa era absolutamente deliciosa, con las mejillas encendidas y los labios rojos. Ranma pudo distinguir el sujetador color rosa con puntilla a través del fino material de la camiseta interior blanca, y le extrañó que nunca antes hubiera atraído su atención como ahora. Akane no podía entender porqué repentinamente él la miraba con esa intensidad, y aunque siempre estaban riñendo, nunca se había mostrado tan agresivo con ella, parecía a punto de perder el control. -Ranma -dijo la chica con un hilo de voz. Él dirigió los ojos a su boca. Pareció acercarse muy lentamente, pero entonces volvió a mirarla a los ojos, con una expresión extraña como sorprendido él mismo de encontrarse allí, y se separó un paso. Luego se giró bruscamente dándole la espalda, y para el asombro de Akane, se disculpó. -Lo siento, no sé qué me ha pasado. A ella no le parecía que tuviera que pedir perdón y negó con la cabeza, pero se dio cuenta de que él no podía verla. -No tienes que disculparte, estábamos luchando. El muchacho se alejó un par de pasos y respiró hondo. Ladeando un poco la cabeza dijo: -Has estado bien, te has esforzado mucho. -Gracias... Tras unos instantes en silencio, estuvo claro que la lección había terminado, pero Akane no se movió. Se quedó allí en medio del dojo, contemplando las anchas espaldas de Ranma. -Ve tú primera, ahora iré yo. Voy a quedarme un poco más. -Pero me gustaría seguir entrenando otro rato, es pronto. -Ahora no. No me esperes. -Está bien, -aceptó ella, no muy convencida, ante la testarudez del chico. Se enjugó el sudor de la frente con el dorso de la mano y se encaminó a la salida, mientras él se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas y la observaba de soslayo. Luego miró hacia abajo y suspiró, confundido por lo que acababa de suceder, y no volvió a entrar en la casa hasta bastante rato después. Akane se acostó pronto, deseando que terminara aquel extraño día. Estaba cansada pero no lograba dormirse. Cerraba los ojos y procuraba no pensar en nada, pero imágenes de todo lo ocurrido durante el día se mezclaban en su cabeza como en un torbellino. Cuando llegó Ranma había pasado el tiempo más que suficiente para que se hubiera dormido, sin embargo no lo había conseguido. A oscuras y en silencio, pues él sí la creía dormida, se acercó a la cama. Akane notó el colchón ceder bajo el peso de su cuerpo y permaneció sin moverse de cara hacia la pared. Esperaba sentir el brazo de Ranma rodeando su cintura como todas las noches, pero sólo percibió el aroma de gel de baño. Después lo oyó cambiar de posición y pensó que ahora sí lo notaría acercarse a ella. Pero como no ocurrió nada, miró para ver qué hacía y se encontró con que se había girado y le daba la espalda. Extrañada, lo último que le oyó antes de dormirse fue mascullar un maldición en voz baja. Continuará....
Posted on: Tue, 12 Nov 2013 16:47:22 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015