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RECIBIDO EN INTERNET Capítulo I. Que trata de la condición y ejercicio del famoso presidente don Rajoy de las Españas. En un lugar del PP, de cuyas promesas electorales no quiero acordarme, presidia un político de los de toda la vida, de rancia casta y abolengo, jeta en tele de plasma, con un tesorero preso por defraudar al fisco, y una militancia poco conocedora y escasa de entendederas. Ideología más franquista que democrática, beata y de capillita los domingos como dios manda, absolutista fernandino y rodillera parlamentaria, buen amigo de; banqueros, desahuciadores de vivienda, patronos y skins, y con una pica en el poder judicial por aquello del imperativo moral. Todo lo cual constituía su programa gubernamental y credo ornamental. El resto lo concluían numerosos barones autonómicos, capitales de provincia y sendos europarlamentarios. Tenia en su casa una secretaría general, Cospedal, que contrataba servicios laborales en diferido, una vicepresidenta del gobierno, Soraya Saenz, que era cuentacuentos todos los viernes al mediodía tras el consejo de ministros, un ministro de economía, De Guindos, que así un día él no coincidía con las previsiones macroeconómicas del FMI o la OCDE, como al otro seguía el diagnóstico. y aplicaba el tratamiento fielmente y de puntillas las recetas de los mismos organismos internacionales que denostaba, a fin ahondar en la crisis y miseria de la sociedad con; recortes o desinversión en infraestructura sanitaria, educativa o derechos sociales, como la dependencia, y así también con las sangrantes subidas de impuestos indirectos. Pues es de saber que este presidente en su altura de las circunstancias, y en los instantes que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer la omnímoda Carta Magna de 1978, con tanta devoción, estima y atadero, que menoscabó casi de todo punto el ejercicio de gobernanza del país y aun la administración del Estado. Y llega a tanto su curiosidad y desatino en esto, que se hizo condescendiente en la privatización de hospitales en sus comunidades autónomas, e implantó tasas sobre los medicamentos y en la asistencia procesal jurídica, para así detraer recursos financieros y sostener al séquito palmero; la jerarquía capitalista, el lobby militar, y el amplio espectro de botafumeiros con el opus dei al frente de la ultra conferencia episcopal. De todos los artículos de la constitución española, ninguno le parecía tan bien como el 16.3. que dice.-Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.- Con estas razones nuestro insigne presidente, desvelábase por entenderlas y desentrañarles algún sentido o coherencia al sagrado texto. Además, no estaba muy bien con la disposición adicional cuarta y el capítulo tercero del título primero constitucional. Muchas veces le vino el deseo de tomar la pluma por decreto, y reformar la ecléptica y orbital ley de leyes, como ya hizo su predecesor en igual cargo, el amo y señor del déficit público; Zapatero. Pero, con todo, el ahora presidente alababa en sus autores patriarcales acabar la constitución española con la promesa de un infinito transito democrático por su baja intensidad, desde el estertor promisorio de la dictadura fascista al actual protectorado subeuropeísta, sin mirar atrás y recordar lo pasado por aquello del muerto al hoyo y el vivo al bollo de los caídos. Lo primero que hizo al ganar los comicios de 2011, no fue cumplir sus compromisos sino restaurar a unos ministros que lo habían sido en tiempos iluminados del salvapatria Aznar, son; Cañete, Montoro y Ana Pastor. A unos le dio mesa, silla y plantel en el congreso de los diputados; Posada y Villalobos. A Becerril la hizo defensora de los sin pueblo. Los otros como ocupaban puestos en consejos de administración y empresas privadas que reciben subvenciones y ayudas del Estado no hubo problemas, pero el ex ministro de economía y ex secretario del FMI, Rato, entró y quebró la caja madrileña y se destapó la trampa de los ahorristas y las opciones preferentes de los cuentacorrentistas. Nuestro ingenioso presidente conocido por el nombre de Mariano Rajoy, de entre sus escasas cualidades a destacar, la principal era su habilidad de leer todo aquello que le llegaba a sus manos; memorándums, dossieres, dictámenes de la UE, resoluciones de la Comisión, comunicados e informes de la Troika, diarios y boletines oficiales, directivas del Consejo europeo, balances presupuestarios y un largo etcétera en el que se enfrascó tanto que se le secó el cerebro, de manera vino a perder el poco juicio que ya de por si le quedaba tras sacarse las oposiciones a registrador de la propiedad con tan solo 23 años de edad. Llenósele la cabeza de fantasía que reclamó la soberanía de Gibraltar y el apoyo expreso a la posible intervención militar norteamericana en Siria, disparates imposibles. Asentósele de tal modo en la imaginación que creyó que era verdad todas las invenciones soñadas por su ministro de exteriores, Margallo. Rematado ya su juicio, fue a dar en él más extraño pensamiento que jamás dio a gobernante alguno, y es que le pareció convenible y necesario apropiarse de la idea de otro, al retomar la propuesta de Zapatero, y hacerse adalid de la alianza de civilizaciones, e irse por el mundo con su prosa y lenguas. Firmó acuerdos petroleros en Kazajastán, discursos en la ONU, y vendió las excelencias de la marca Españas en foros y ágapes desde la sede de calle Genova hasta la mismísima Nueva York.
Posted on: Mon, 28 Oct 2013 09:01:18 +0000

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