RUBÉN SÁNCHEZ: EL VILLANO QUE DESBANCO AL HÉROE La nuestra - TopicsExpress



          

RUBÉN SÁNCHEZ: EL VILLANO QUE DESBANCO AL HÉROE La nuestra siempre fue tierra de grandes arqueros. Así como los nostalgiosos consideran a la del 40 como la mejor década de nuestro fútbol - y de nuestro tango -; las del sesenta y setenta reunieron, seguramente, a los exponentes más logrados del puesto en cien años de este jueguito inventado por los ingleses casi a la par con el hábito de robar islas y explotar al más débil... Y si Ud. cree que exagero - por lo de los exponentes, digo - aquí van ejemplos de cantidad y calidad durante aquellos años dorados: la vigencia de Amadeo en River, el arquero más técnico de la historia; la irrupción a su sombra de Hugo Gatti; la identificación con ese estilo de Alberto Poletti en Estudiantes de La Plata; el formidable cuatrinomio compuesto por Agustín Cejas en Racing, Miguel Santoro en Independiente, Carlos Buttice en San Lorenzo y Daniel Carnevali en Chacarita - posta que luego sería tomada por Ubaldo Fillol -, integrantes estos últimos de una corriente de arqueros que hacían alarde de destreza física y a los que vulnerarlos se asemejaba a una quimera, en tardes de gran inspiración... Y la lista sigue: Andrada, Petrocelli, Marín, Fenoy, Biasutto, Baley... por nombrar a algunos contemporáneos de años que, al revés de las golondrinas de Gustavo Adolfo, ya no volverán... quizá porque no eran tan oscuros... Intencionadamente dejamos aparte al club de la camiseta más linda, cuna de arqueros que tocaron a la puerta de la historia para instalarse en ella de por vida con la fuerza de lo irresistible: así surgieron Américo Tesoriere en los albores del profesionalismo; Juan Elías Yustrich en los años ’30; Claudio Vacca en los ’40; Julio Elías Musimessi en los ’50, para detenernos adrede en la década del sesenta. Atajaba en Boca Antonio Roma, un tipo de exuberante presencia física al que apodaban “Tarzán” y cuya sola mención bajo los palos intimidaba rivales en la misma proporción que agrandaba a sus compañeros. Proveniente de Ferro en 1959, de excelente condición atlética y un amor propio por las nubes - se hacía llamar “Papirri” -; el bueno de Antonio había desembarcado en la ribera con el firme propósito de adueñarse del arco más trascendente del país por los próximos diez años. Si algo le faltaba para alimentar tanto ego, lo consiguió una tarde de 1962 frente a River; cuando tiro penal del brasileño Delem mediante, le apuntó directo al corazón del pueblo boquense y lo atravesó con la fuerza de una catapulta. Y Ud. sabe, mi amigo: la razón podrá discutirse, pero los sentimientos... tan difícil como que “el chancho chifle”... En esas condiciones, pelearle la titularidad a Roma pasó a ser una tarea ciclópea y la cantidad de arqueros que estaban en el club debieron competir, lisa y llanamente, por un lugar en el banco de suplentes: se habla de Carlos Minoián, Osvaldo Pérez y Néstor Errea, elementos de una capacidad probada pero que no pasaban de ser alternadores del puesto. Es que Don Antonio había pactado amor incondicional con la gente; su acto de arrojo había contribuído a una nueva estrella postergando justamente a River y la pretensión de desbancarlo era una Misión poco menos que Imposible, destinada a “autodestruirse en cinco segundos”. Quien la aceptara no solo debería contar con notables aptitudes para el puesto: se necesitarían agallas y coraje para remar contra la corriente triunfalista de un ‘héroe’ que si algo no tenía eran pies de barro; se precisaría temple, perseverancia y estoicismo en altas dosis para encarar la aventura... En definitiva: quien osara pulsearle el arco a Antonio Roma debería tener la inconsciencia de un soñador... pero también mucho de “Loco”... El ‘villano’, como la liebre, ‘saltaría’ por el lugar menos esperado. Desde las inferiores, sin prisa pero sin pausa, venía reclamando pista un chiquilín con enormes condiciones para el arco. Había llegado a Boca en 1963, luego de un fugaz paso por Vélez Sarsfield, en épocas donde Roma era algo así como el Eliot Ness de la ribera: un intocable. En Liniers integró los equipos infantiles desde 1961, pero a la hora de seleccionar arqueros los encargados velezanos tenían dos milanesas de ternera en las retinas. Con solo 17 años al momento de fichar en Boca, el muchacho de esta historia sabía que el camino sería arduo; las oportunidades, escasas como el agua en el desierto; la lucha contra la memoria colectiva que sostenía a Roma, tan desigual como enfrentar a los molinos de viento con un tenedor en la mano... Pero Rubén Omar Sánchez (nacido el 29 de julio de 1945; porteño; hijo de Juan José, ex arquero de Vélez, Bánfield, Almagro y Estudiantes de Bs. As.) era un Quijote del arco y las dificultades nunca lo amedrentaron. Su padre, admirador número uno y el primero en la fila a la hora de la crítica, había pasado por la geografía del fútbol argentino entre 1943 y 1953 cosechando enseñanzas que luego volcaría en su primogénito. Como buen hijo’ e tigre, Rubén asimiló desde el vamos los secretos del puesto más ingrato, pero también más gratificante del balompié. Don Juan podía estar tranquilo: si los libros indicaban que la condición prioritaria del arquero era atajar, el pibe la había aprendido al derecho y al revés; y practicaba el oficio con la naturalidad y solvencia de un consagrado. Si a eso se le agrega que conocía la geometría del arco como nada en su corta vida, la dirigencia boquense podía despreocuparse: la sucesión de Roma estaba asegurada y su reinado omnipotente seriamente amenazado. Rubén Sánchez llevaba en la piel ‘el padrenuestro’ indispensable de la función de arquero, esa que uno pretende al momento de la pisadita en el baldío: primero atajaba, segundo atajaba, y tercero veremos... En 22 años de carrera - de 1963 a 1984 - llegó a desmitificar como nadie aquello de que “ a los ángulos rectos los arqueros no llegan...”: él generalmente llegaba... y si Ud. no me cree lo invito a observar algunas de “Sus Mejores Atajadas”, que mostramos como anexo a esta evocación que hoy le ofrecemos. Tanta agilidad felina solo podía sustentarse en una explicación: de 1970 a la fecha - esto corre por mi exclusiva cuenta y acepto candidatos a la hora de la discusión - no ha habido en el fútbol argentino, salvedad hecha de Ubaldo Matildo Fillol, arquero de reflejos tan excepcionales como Rubén Omar Sánchez. En un puesto ‘contaminado’ por ególatras, vanidosos y ‘payadores’ - ejemplares del arco que hicieron del verso una industria -; él siempre destacó el logro del conjunto por encima de su repetido lucimiento individual; y eso no solo lo hizo un arquero distinto sino un tipo ‘a tener’ en la mesita de luz, siempre al alcance de la mano... El ambiente del fútbol lo conocíó por el apodo de “el Loco”, sin embargo en el arco y sus adyacencias era el sujeto más serio y responsable del mundo; y en su vida de relación un ser extremadamente tímido, más sano que la compota, más noble que Patoruzú, mejor camarada que Batman (“... si en el gol la culpa es mía, ¿porqué se la voy a echar a otro?...”)... y en ocasiones tan ingenuo como Caperucita. Es que Rubén había sido criado en aquellos tiempos románticos, donde la palabra valía más que mil firmas y las gentes se mostraban sin dobleces, con una sola línea de conducta...y, se sabe, de esa especie nunca abundaron en el fútbol... Enemigo de posturas marketineras y declaraciones grandilocuentes (algunas de las cosas que lo diferenciaban de Antonio Roma y de otros personajes del oficio), jamás lo encandilaron las luces de las vidrieras, más bien todo lo contrario. En silencio, siempre en silencio, se dedicó a trabajar el puesto bajo la atenta mirada del viejo y de sus técnicos de turno. Es que eso fue Rubén toda su vida: un auténtico “laburante” del arco que no descansó hasta derrocar a un mito primero - le llevó cuatro años desplazar a Roma, de 1968 a 1971 - y sostenerse como titular indiscutible en el Club de los Sueños después, hasta que 1975 marcó el tiempo de su alejamiento de la institución. Entre 1966 y 1975 jugó 214 partidos oficiales (la cifra asciende a 337 presentaciones con los es del pueblo si se cuenta su actuación en amistosos y Copa Libertadores; además de 65 convocatorias a la Selección Nacional, donde atajó en 28 encuentros; números todos que Ud. podrá observar en “Su Trayectoria Profesional”); y eso, por sí solo, lo convierte en un privilegiado: Rubén Omar Sánchez es el arquero surgido de sus inferiores que más veces actuó por Boca Juniors en Primera División, en los casi 100 años de vida del club - récord casi imposible de derribar teniendo en cuenta la mediatez con que los buenos valores permanecen hoy en el fútbol argentino - y el cuarto en el profesionalismo que más defendió la divisa detrás de Hugo Gatti (381 partidos por torneos oficiales), Carlos Navarro Montoya (333) y Antonio Roma (303); ninguno de estos formado en sus canteras. El repaso de sus conquistas en Boca dirá que salió campeón con la 4ta. división en 1964 y con la 3ra. en 1966; que su nombre se inscribió entre los ganadores de la Copa Argentina en 1969 y el Nacional de 1970 y que sus manos fueron cruciales y determinantes para consagrar al campeón Nacional del ‘69, equipo que conducido por Alfredo Di Stéfano salía a jugar con el ‘Libro gordo del Fútbol’ bajo un brazo... para dictar clase de juego; una batuta bajo el otro... para dirigir el baile que estaban por armar; y manteca en los bolsillos...para tirarla por el aire a la hora del festejo... Fue “el Loco” de los entrenamientos, los viajes y las concentraciones; lugares donde desplegaba un arsenal de bromas y ocurrencias disparatadas - todas ellas inocentes, no vaya Ud. a creer... - que terminaban con las víctimas y el victimario muertos de risa; y aún hoy lo sigue siendo... porque cuando uno vive con alegría, lo hace desde el principio al fin... Fue un arquero seguro, elástico y espectacular, con más reflejos que un cirujano y cuya irrupción asombró al fútbol argentino como aquella tarde del 21 de julio de 1968 en campo de Huracán frente a Lanús; cuando el ‘arquitecto’ Silva le empalmó desde el área chica un voleo como para crucificar a Jesús, los Apóstoles y hasta a los Santos Evangelios, todos juntos y en fila... y él, mal colocado y a contrapierna, se dobló en el aire contra el poste más lejano en la mejor acrobacia de su vida; para terminar con la pelota entre sus manos, los fotógrafos ‘congelados’ al momento de ‘gatillar’ - no hay registros en la prensa gráfica de la ‘instantánea’ - y el estadio entero preguntando si era “un pájaro o un avión...” Es que solamente un émulo de Clark Kent podía sacar una pelota semejante o aquella ‘folha seca’ del brasileño Paulo César en 1971, que descolgó de un ángulo como si tal cosa, para dejar a sus compañeros de selección y al ‘scratch’ del ’70 con los ojos más abiertos que una lechuza... y al Monumental de Belgrano con el recuerdo eterno de una pirueta inverosímil. Fue un fenómeno del arco y un tipo querible y entrañable fuera de él; aunque su modestia le impida aceptarlo y se sonroje al escucharlo. Es un excelente compañero de “Chiquita”, su esposa, y venerado padre de sus cuatro hijas. ¡Si hasta es abuelo!... Descanse en paz, Don Juan. El pibe cumplió todos sus sueños. Cuando tenía seis años me la pasaba dibujando arcos de fútbol... y arqueros. Sé de mucha gente que los hacía a esa edad. También a Batman... pero esa es otra historia. Recuerdo que a mis arqueros les pintaba el buzo de celeste o amarillo y el cuello de rojo... (la indumentaria que él más lució cuando salía a la cancha entre 1969 y 1974). Y en mis dibujos los hacía llegar a los ángulos con la pelota atrapada entre manos enguantadas (como llegaba él cada domingo; porque si él no llegaba... yo lloraba...) Años después - corría 1974 - mi maestro de 7º grado de Castellano nos pidió que escribiéramos un relato con tema de nuestra elección, en un último intento por evitar que destruyéramos el aula... Y como la libertad es libre... yo escribí sobre RUBÉN SÁNCHEZ, EL ARQUERO DE BOCA. Y como además me había aprendido sus rasgos de memoria, intenté dibujarlo con ropa ‘de arquero’. Acto seguido, relato con dibujo los envié por correo a la revista partidaria de época con el único deseo de que terminaran en las manos del aludido... Un par de meses más tarde, regresando de la escuela, me encontré con la foto que INFORME XENEIZE accede a mostrar en ésta evocación: en su momento no pude explicar lo que sentí; y es el día de hoy, 28 años después, que teniendo al protagonista delante tampoco logro hacerlo... Lo que si puedo decirte, Rubén, es que cualquier atajada tuya ( aquél penal a Neumann en el ’69; el cabezazo de Giribet ante Huracán que aseguró ese campeonato; la ‘folha seca’ del ’71 para la selección; la de J.J. López contra River en el ’73...), una sola, me devuelve esos días irrepetibles de mi niñez. Y que si los años pasan y el mundo sigue andando, si cambia desde lo superficial hasta lo profundo; lo que queda es la memoria... y el agradecimiento más sentido porque contribuiste a ese infante feliz que supe ser. informexeneize.ar/Ruben_O_Sanchez.jpginformexeneize.ar/Ruben_Omar_Sanchez.jpg
Posted on: Sun, 03 Nov 2013 00:54:50 +0000

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