Reflexión de un taxista. Yo era un simple taxista, vivía de - TopicsExpress



          

Reflexión de un taxista. Yo era un simple taxista, vivía de mi ganancia por día, y aunque ese dinero me alcanzaba para hacer una buena vida, nunca me gustó mi trabajo. El destino me proponía enfrentar otros obstáculos, pero yo me lo impedía, y no llegué a nada más que llevar a la gente de un lado a otro cobrando cada viaje. Cierto día, me levanté para hacer mi día normal; bañarme, desayunar, ir a buscar el vehículo, y salir a la ciudad (vivía en Campana). Anduve de acá para allá, llevando a las personas de una punta a la otra. Se hacia de noche, cuando decidí dirigirme hacia mi casa para terminar el día, pero no pude seguir mi camino. Un muchacho, levantaba su mano desesperado para que yo pare. Así lo hice, y subió con una joven, quien creo que era su novia. Ella estaba embarazada. El adolescente, me indicó que los llevara al hospital más cercano que hubiera por la zona, pero lamentablemente, teniendo años de taxista, no supe a dónde llevarlo, porque yo no vivía allí, sino en la provincia. Pensé en decirle que tome otro taxi, pero me arrepentí al ver que él, parecía tan confundido como yo; de manera que lo hice esperar un momento hasta que yo preguntara. Caminé media cuadra, y ubiqué un puesto de diarios, pregunté si sabían de algún hospital cercano, y contestaron que no. Seguí caminando media cuadra más, y al llegar a la esquina, pude ver un kiosco, también ahí pregunté, pero tampoco sabían. No estaba decidido a renunciar al apuro de los jóvenes que me esperaban ansiosos en el taxi, para lo que pregunté casa por casa. Diez cuadras adelante, una anciana me indicó del hospital que estaba allí, a tres cuadras más. Le agradecí y corrí a más no poder, hasta que al fin llegué al taxi. Inmediatamente arranqué el automóvil y me dirigí al lugar que había indicado la señora. La muchacha lloraba, y parecía desesperada, el joven, se preocupaba y me apuraba. Llegamos sobre el momento de las contracciones. Podría haber dejado que se arreglaran solos luego de que bajaron y me pagaron, pero si hice todo mi esfuerzo por llegar a tiempo, algo más no me haría mal, y mi hora de servicio había finalizado minutos atrás. Me bajé, cerré el auto y los acompañé a la maternidad. Los atendieron rápido, e inmediatamente llevaron a la muchacha a una habitación en donde tendría a su hijo, o quizás hija. Cuando ya no se pudieron ni ver sus pies a través de la puerta entre la sala de espera y la habitación, tomé asiento y esperé con el joven hasta que fue papá. Gozaba de alegría el adolescente, de que todo había salido bien, y entró a la habitación para elegir el nombre de su hija. Diez minutos más tarde, el joven salió. Me sonrió y me dijo: - Se llama Milagros Yo lo miré alegre, y le devolví una sonrisa. Ya era tarde, muy tarde, casi madrugada. Me levanté del asiento, lo abrasé fuerte, lo felicité y me fui. Desde ese momento, me di cuenta que mi trabajo jamás fue nada. Ser taxista era solo un obstáculo más, que el destino me había puesto en el camino.
Posted on: Tue, 29 Oct 2013 07:46:44 +0000

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