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SEGÚN COMO LO MIRES (Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh) Se cuenta una historia, poco difundida, de Rabí Eliahu Lapian. Rabí Eliahu Lapian, era el director espiritual de la Ieshibá de Kfar Jasidim. En una oportunidad, caminaba por las calles del Kfar, cuando se encontró con dos personas, las cuales cargaban sendos barriles de alquitrán. Junto a ellos, ardía una pequeña fogata y era notorio que habían sido quienes la habían encendido. En la actualidad, nadie se asombraría por esto, cada uno de nosotros hubiera deducido que se trataba de empleados municipales, asfaltando la calle (trabajo para el cual, hoy en día, se utilizan modernas y sofisticadas máquinas) Pero en aquella época, este no era un trabajo tan habitual y el Rab sintió curiosidad por saber qué era lo que estaban haciendo, que además les demandaba tanto esfuerzo. Se quedó parado observando y estudiando cada uno de sus movimientos. Uno de ellos, era un judío temaní (yemenita) y el otro, una persona común. Después de un rato, el Rab se acercó a este último, y le pidió que le explicara cuál era su trabajo. “¿Acaso no sabe qué estoy haciendo?”, le respondió con altanería, “estoy haciendo dinero. Trabajo al servicio de la empresa que asfalta las calles y con eso gano dinero”. A continuación, Rab Eliahu se dirigió al judío de Yemen y le pidió que le contara que era lo que él estaba haciendo en esa calle. “Yo estoy haciendo favores”, le contestó con humildad. “Quizás me podrías explicar a qué te refieres”, le preguntó Rab Eliahu sorprendido. “Mire, Rab, esta es una calle por la que transita mucha gente, a toda hora del día, entre ellos, pasan por aquí ancianos que se tropiezan y madres empujando los carritos de sus bebés”. “¡Qué difícil es arrastrar un carro, por una calle de arena!, con mis propios ojos vi madres a las cuales se les atascaba el carrito de su bebé entre la arena y las piedras”. “He visto pasar por aquí, a un anciano que no pudo seguir con su camino, por tantos obstáculos y tantas dificultades que se le presentaron. Él se detuvo y se puso a llorar. ¡A llorar realmente!”. “Ahora tuve el mérito de que las autoridades me hayan elegido para que cubra las calles con alquitrán, lo que hará que caminar por aquí, sea fácil y placentero”. “¿Usted qué cree Rab? ¿Acaso a esto no se lo llama hacer favores? Agradezco a D-os por haber podido estar cumpliendo con este precepto durante todo el día. Al escuchar estas palabras, el Rab sintió una gran emoción. Entró al Bet Midrash de la Ieshibá y golpeó sobre la mesa para llamar la atención de los jóvenes, a quienes les dijo: “¿Cómo es posible que dos personas desarrollen la misma actividad, y a pesar de ello, una de ellas se ocupe de su vida terrenal y la otra, de su vida eterna?”, continuó el Rab, “¡qué gran mensaje nos deja este acontecimiento! ¡Hasta qué punto, todo depende de la intención que pongamos en cada cosa que hacemos! Un mismo acto, y fíjense ustedes, como cambia la imagen, sólo dependiendo de que tipo de intención se invirtió en él, tanto para un lado como para el otro”. Es válido que tengamos presentes estas palabras, en todo momento, para aumentar nuestros méritos, acrecentando nuestros buenos actos. Cuando alguien piensa en determinada acción, mirándola desde el punto de vista en que lo hizo este judío de Yemen, en un solo día puede acumular para sí mismo, el mérito de gran cantidad de buenas acciones. La importancia de este mensaje radica en que, hay muchas cosas que tenemos que hacer, de todas formas, e inclusive estamos obligados a hacerlas, pero si las investimos con un buen pensamiento, también ellas serán contadas junto al resto de nuestros méritos. Por ejemplo, de todas formas nos tenemos que levantar a media noche, por el bebé que está llorando en su cuna, si lo hacemos sólo por nuestro interés de acallarlo y seguir durmiendo, no ganaremos mucho. Sin embargo, si ponemos la intención de poner el chupete en su boca, porque deseamos ayudarlo, para cumplir con el precepto de ayudar al prójimo, o un marido, cuya intención al realizar este acto, es beneficiar a su esposa, para que pueda recobrar fuerzas para el día siguiente, éste se convierte en un hecho santo. Debemos prestar atención a esto, porque es la piedra fundamental de todas nuestras conductas en la vida. Dos personas realizan el mismo acto, las dos dan Tzedaka (Caridad), y la distancia entre ellos es como desde el cielo hasta la tierra. La intención del primero es la misma de la que hablamos, en cambio, el segundo, entrega el alma por su honor, por su carrera, por unas cuantas medallas. Realmente es una lástima, ya que el acto es el mismo, si sólo cambiara su forma de encararlo… Incluso una persona, dueña de un autoservicio, puede pensar que está cumpliendo el precepto de Jesed, a pesar de ganar con sus ventas, pero si piensa que ayuda a las personas a conseguir sus alimentos, está cumpliendo una Mitzvá. Y así en todas las áreas. Con sólo invertir un poco de pensamiento, no es muy difícil, ésta es la categoría y lo especial de este mundo en el que vivimos, donde podemos acumular infinitos méritos para nuestro Mundo Venidero. Cada uno de nuestros actos, cada tarea, cada función puede dar un giro de ciento ochenta grados y alumbrarnos con esplendor, con la única condición de que los llenemos de contenido. ¿Será ese el mensaje de la Perashá al decirnos: Vehaia Ekeb Tishmehu? Y será que van a escuchar… Como explica Rashi, la Mitzvot que la persona pisa con su talón, aquellas a las que no les damos importancia, pensando que nos son Mitzvot, porque de todas formas debemos hacerlas, pero ellas pueden ser grandes Mitzvot, sólo depende de nuestra intención. Publicado en Tora.org.ar
Posted on: Sun, 21 Jul 2013 02:26:43 +0000

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