SI NO FUESE VERDAD, MERECERÍA SERLO... 270ª HISTORIA Si os - TopicsExpress



          

SI NO FUESE VERDAD, MERECERÍA SERLO... 270ª HISTORIA Si os pregunto quien fue Mark Chapman, la mayoría de vosotros reconoceréis el nombre y enseguida lo asociaréis al asesinato de John Lennon. Pero si os pregunto quien fue Michael Abram, estoy seguro de que todos tendríais que echar mano de la socorrida wikipedia para saberlo. Y eso es porque ya habéis olvidado, si es que llegasteis a saberlo alguna vez, que Lennon no fue el único beatle al que se le enfrentó un asesino… también le ocurrió a George. Y aprovechando que hoy conmemoramos el aniversario de su fallecimiento vamos a recordarlo. blogin-in-the-wind.es/wp-content/uploads/HLIC/e3a5d9b60e1e34071170be2fd2010177.jpg youtu.be/0kNGnIKUdMI En las primeras horas del 30 de diciembre de 1999, George Harrison, que por entonces contaba 56 años de edad, se despertó abruptamente cuando dormía en su mansión de Henley, en Oxfordshire. A las tres y media de la mañana fue despertado por su esposa, que acababa de escuchar el sonido de unos cristales rotos. Cuando George bajó las escaleras se encontró con un joven de alborotada melena rubia, armado con un cuchillo y con la lanza que había cogido de la estatua de San Jorge y el dragón que George tenía en su despacho. Al verle, el joven se volvió histérico, y no dejaba de gritar. Y George, en un inesperado movimiento, pero muy idiosincrático viniendo de él, comenzó a entonar también a voz en grito un cántico de “Hare Krishna” para confundir a su inoportuno visitante. Sin embargo, pronto quedó claro que allí se iba a requerir algo más que un estímulo espiritual. Ambos hombres quedaron mano a mano, pero el desarmado George estaba siendo apuñalado continuamente en un ataque de rabia. A medida que el cuchillo penetraba en su pecho, el afable Beatle se sentía desfallecer: “Podía sentir como me abandonaban las fuerzas… creía que las cuchilladas serían mortales”. youtu.be/QGI3RWBhuUo Y George Harrison pudo en ese momento convertirse en la segunda figura icónica fallecida de los Beatles a no ser por la intervención de su esposa, Olivia, una menudita señora mitad americana y mitad mejicana. Sin amedrentarse, Olivia consiguió abrirle la cabeza al intruso golpeándole con el atizador de la chimenea. Y cuando el tipo intentó contraatacar y George quiso interponerse para protegerla, los tres, hechos un lío de brazos y piernas cayeron de bruces sobre un montón de cojines para meditar que había por allí, ahora, como casi todo el resto del mobiliario, cubiertos de sangre. La más lista volvió a ser Olivia, que a sus 51 años aún demostró estar en buena forma, y fue capaz de apoderarse de la base de una lámpara con la que aplastó las greñas del asaltante tres o cuatro veces más. El tipo estaba bastante aturdido con los golpes, pero aún consciente… “No pares, dale más fuerte”, suplicaba George, en el que a estas alturas se ve que ya primaba su primordial instinto de supervivencia por encima de sus viejos dogmas pacifistas. Cuando el perturbado atacante fue capaz de ponerse en pie, se apoderó del cable de la lámpara y comenzó a volearlo sobre su cabeza para blandirlo contra ella. Y Olivia, exausta, aterrorizada y herida, finalmente fue corriendo en busca de ayuda. Y por una vez, la caballería llegó a tiempo. La policía, a la que ella misma había avisado por teléfono antes de aventurarse a bajar para ayudar a su marido, llegó a tiempo de salvar a los traumatizados Harrison. George, el principal objetivo del ataque, tenía diez cuchilladas, y fue llevado urgentemente a Londres, donde necesitó cirugía al tener colapsado un pulmón. Se salvó de que el cuchillo le atravesase el corazón por poco más de dos centímetros. Cuando lo llevaban detenido, el maltrecho asesino frustrado le decía a la policía: “Tenían que haber oído ustedes las cosas espeluznantes que ese hijoputa decía que me iba a hacer…”. Aparentemente, al tío le habían asustado los cánticos de Krishna de George Harrison tanto como a éste el ataque del asesino. “Tendría que haber acuchillado a ese bastardo más veces”, decía Michael Abram, de 34 años, que creía que George Harrison era “un alien del infierno”, y que los Beatles eran unos brujos que “volaban por ahí en sus escobas”. blogin-in-the-wind.es/wp-content/uploads/HLIC/58cbf01ab3c81ddd2c18c370d12d2b12.jpg youtu.be/vIv4skt38e0 En muchas formas, Abram era una alma gemela enferma de Mark Chapman, el patético obsesivo que mató a John Lennon en New York casi exactamente diecinueve años antes, el 8 de diciembre de 1980. Éste vería como rechazaban unos meses después, en octubre del 2000 (el mismo mes en que Lennon hubiese cumplido los 60 años), la primera vista para salir bajo fianza. Para conseguirla, Chapman decía que se arrepentía profundamente de su acción, pero en términos que sugerían que él veía a John y a Yoko como claves de su propia tragedia personal, más que como dos vidas destruidas por él mismo. Abram, por su parte, parecía tener remordimientos por lo que había hecho, pero parecía claramente un tipo peligroso en tanto en cuanto no estuviese estrechamente vigilado y medicado. Y mientras que el asesino de John Lennon vivió una fantasía privada en la que su insignificancia llegaría a eclipsar la fama del ídolo al que estaba acechando (aunque fuese por un corto tiempo), el mundo interior del esquizofrénico y paranoico Abram estaba repleto de miedos exagerados y falsas ilusiones. Él había pasado días y días en su piso leyendo “La Biblia”, estudiando las profecías de Nostradamus e interpretando los “mensajes ocultos” en las letras de las canciones de rock. Abram era paisano de los Beatles, y aún vivía en el Merseyside de Liverpool, desde donde viajó en tren hasta la casa de George específicamente para cometer el asesinato. Un asesinato del que fue declarado inocente a causa de su enfermedad, pero sentenciado a ser inmediatamente confinado en una institución mental. Irónicamente, un psiquiatra que le examinó expresó su opinión de que Abram no hubiese sido capaz de llevar a cabo su ataque de no haber escuchado a su satánico enemigo salmodiando maldiciones, los cantos de Hare Krishna de George presa del pánico. Recuperado de sus heridas, pero reacio a volver a su casa de Oxfordshire, George y su esposa estaban asustados de que la indefinida reclusión de Abram no fuese óbice para una posterior puesta en libertad, sin que las autoridades tuviesen la obligación de avisarles si se diese el caso. Además, los traumas físicos y emocionales pudieron muy bien también ser los catalizadores para el rebrote de la enfermedad cancerígena a la que parecía haber vencido en 1998. Después de los primeros tratamientos para el cáncer de garganta, al exfumador empedernido que era George le extirparon un tumor maligno de uno de sus pulmones en el 2001 en la Clínica Mayo. Poco después, en un instituto oncológico de Suiza le confirmaron que tenía un tumor cerebral que amenazaba gravemente su vida. El 29 de noviembre del 2001, el ex Beatle sucumbió por fin a su enfermedad en Los Angeles. Parece que además había aceptado su destino con un gran estoicismo. Sus últimas palabras, “amaos los unos a los otros”, aparecen como un suave reproche tanto a la violencia que él mismo había padecido, como a la de un mundo en el que un choque de culturas había dado lugar a una sangrienta guerra en Afganistán. blogin-in-the-wind.es/wp-content/uploads/HLIC/3f7445403290e2b0ff2dbb99bf43eee9.jpg youtu.be/3XFfUt7HQWM Mientras tanto, nueve años de tratamiento no habían dado sus frutos para diagnosticar la enfermedad de Michael Abram, y sus delirios fueron achacados a su adicción a la heroína. El tipo éste había estado experimentando con las drogas desde que tenía 17 años, y aunque la heroína no tiene efectos alucinógenos, sino más bien letales, el LSD, del que también abusó, parece ser el que despertó su latente esquizofrenia, que adquirió velocidad a lomos del “caballo”. Abram, además, usaba estas drogas para medicarse a sí mismo, y poder acallar a sí las “voces” que constantemente oía en su interior. Cuando un periodo de rehabilitación le liberó de su hábito, las voces comenzaron a dejarse sentir más fuerte aún. Su vida en 1999 comenzó a centrarse en el walkman que siempre llevaba conectado, en el que había grabado los viejos discos de los Beatles de su madre. Dentro de sí comenzó a germinar una obsesión, mezclada con sus nuevas cruzadas personales para salvar al mundo de las drogas (“¿Los Beatles tomaban drogas?”, le preguntó a su madre) y la brujería. Al final llegó a una conclusión: “Paul McCartney es un brujo, pero George Harrison es el jefe”, de hecho George era un invasor del espacio del que ya Nostradamus había predicho que destruiría la tierra. Abram, por tanto, tenía la autorización de Dios en persona para matar al malévolo ser que él pensaba que estaba controlando su mente. Durante el mes de noviembre de 1.999, en el preludio a su ataque a George Harrison, Abram llegó a ser detenido por destruir varias veces los carteles de anuncios del Cavern Club, el local de Liverpool que todos sabéis que fue donde los jóvenes Beatles comenzaron su camino a la fama y fortuna. blogin-in-the-wind.es/wp-content/uploads/HLIC/230783077f6352dea317e467b1b05fc5.jpg Las fantasías y delirios de Michael Abram estaban alimentadas por la música, además de la de los Beatles, de las estrellas del momento: Bob Marley, U2; Madonna, de la que él creía que estaba leyendo sus pensamientos; Oasis, los herederos contemporáneos confesos de los Beatles, de quienes también creía que habían escrito la canción “Wonderwall” específicamente sobre él… En un momento tan secular como ése, a las puertas del mítico año 2000, cuando la locura se adueñaba de la fe religiosa más fuerte, la religión de las celebridades atraía a esa locura como un imán. youtu.be/FAPtTS0TYtU “... Todos los caminos que me llevan a ti son sinuosos. Y todas las luces que nos guían están cegadas. Hay tantas cosas que me gustaría decirte, que no sé como hacerlo. Porque quizás únicamente tú serás quien me salve. Y después de todo, tú eres mi “wonderwall”…” “Wonderwall” es una palabra que no existe, y que Lennon empleó (se dice que por error, pero ¿quién sabe?) para definir con ella a Yoko Ono en lugar de usar “wonderful”. Después se adueñó de ella George Harrison para titular así su primer disco en solitario: “Wonderwall music”. Demasiadas conexiones para una mente enferma…
Posted on: Fri, 29 Nov 2013 15:39:49 +0000

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