Se despereza a modo simbólico, porque él no conoce la flojera, estirando sus brazos hacia arriba, “como queriendo tocar el techo” según lo que siempre le dice Ana Inés, su esposa, con sorna, porque en realidad su marido no se cansa de decir “yo no tengo techo”, como si en la familia, o en el estudio, o en la planta no se hubieran dado cuenta de que es hombre que se cree exceptuado de límites. Se rasca con todos sus dedos el abdomen perfectamente redondo como una boya. Lo hace con suavidad, varias veces, en círculos, como queriendo liberar la electricidad acumulada en el cuerpo durante la noche, al tiempo que se le dibuja una sonrisa dulce en el rostro blanco y gelatinoso. Ana Inés, a su lado, con la bandeja del desayuno en la mano, lo mira y espera el final de ese ritual que no soporta. ¡Verlo hacer esas cosas como si fuera un crío inofensivo! ¡Qué contraste!, rumea con bronca. "Punto de fuga", fragmento.
Posted on: Mon, 02 Sep 2013 12:08:25 +0000
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