Siete siglos han transcurrido desde que Dante Alighieri escribiera - TopicsExpress



          

Siete siglos han transcurrido desde que Dante Alighieri escribiera en el poema épico La Divina Comedia, la frase que identifica esta nota. La pronuncia antes de ingresar completamente al infierno. Alguien podría imaginar que la misma se hace visible en lugar destacado en la fachada de los llamados centros penitenciarios que existen en Venezuela, a modo de clara advertencia de todo cuanto el futuro recluso encontrará en esas prisiones. La información publicada en este diario así como las imágenes contenidas en las redes sociales, dan cuenta del macabro espectáculo ocurrido recientemente en la cárcel de Sabaneta al occidente del país. Pocas veces una noticia de sucesos describe de manera tan dramática lo acontecido, no por la cuantía de los muertos, si a ver vamos, de tanto repetirse hemos perdido la capacidad de asombrarnos, sino por lo dantesco, cruel y la vesania con que fueron abatidos los cuerpos de aquellos infelices. Diríase que un animal depredador, cuyo determinismo biológico por la supervivencia lo compele a matar, jamás se ensañaría de manera tan salvaje. El ser humano, en tanto ser pensante, tiene en el libre albedrío el eje para decidir cuando obrar guiado por instinto criminal, por pasiones egoístas, cegado por odios viscerales, en estado de euforia demencial. Pasándole por encima a códigos y leyes que regulan el comportamiento de las sociedades civilizadas y educadas para compartir valores y principios. Alarmada, la sociedad se pregunta: ¿quién responde por esos muertos? ¿Qué hay de la investigación y el castigo? ¿Y las armas, poseen seriales? O las balas ¿Pueden identificarse? ¿Y los familiares, solo recogerán a sus muertos? Por si fuera poca tanta degradación moral, apenas días después, la noticia refiere el lanzamiento al vacío desde lo alto de un feto con seis meses de gestación, proveniente de uno de los tantos edificios que sirven de refugio en esta ciudad de Caracas. Entretanto, el sector oficial declara continuar la ejecución de un programa denominado cayapa, para acometer el adecentamiento de los centros penitenciarios; sin embargo, muchas han sido las recomendaciones de expertos penitenciaristas y criminólogos, además de exreclusos que hoy manejan ONG provistas de amplia información alrededor de este tema, y a la fecha han sido ignoradas. Ante este triste escenario cargado de angustia y desconcierto no procede el disimulo, desviar la mirada como si no fuera conmigo, mientras el país vive inmerso en una paranoia colectiva. Para expresarlo en un lenguaje más directo, todos tenemos miedo; tanto en las cárceles como en la calle, la muerte se ha convertido en mercancía, un tributo, una nomenclatura en el status de la jerarquía hamponil. Desde luceros, integrantes del "carro" hasta alcanzar el grado de pran. Esto es una realidad que se manifiesta cuando apreciamos la manera cómo interactúan con los representantes de la ley, fijando posición alrededor de sus peticiones. Oportuno señalar que el vocablo cayapa, a decir de Lisandro Alvarado en su libro Datos Etnográficos de Venezuela, en el aspecto legal se interpreta como linchamiento o agavillamiento. Por extensión los venezolanos solemos llamar cayaperos al conjunto de personas que arremete contra alguien que está indefenso. Y la sociedad en su conjunto, por encima de frases hechas y la retórica banal de espaldas a la realidad, padece de tal indefensión. Triste, patético admitirlo, el miedo se ha convertido en el único factor de unión de los venezolanos. Me niego, particularmente a aceptarlo y a dejar de decir la verdad, porque algunos se quieran tapar los ojos. Otro logro, de 15 años de mediocridad gubernamental.
Posted on: Sat, 28 Sep 2013 14:13:44 +0000

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