Sobre Madrid 2020 Se ha hablado mucho sobre la gran candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos de 2020. Tras varios fracasos se esperaba que el comité organizador se decantara por esa gran ciudad con grandes ciudadanos, entre otras cosas por tener el 80% (o 90%) de las infraestructuras ya finalizadas. Huelga decir que entiendo perfectamente la frustración y el desanimo que ahora mismo reina entre aquellos que sentían verdadera devoción por que Madrid albergara unos Juegos Olímpicos, ilusiones ahora rotas como las veces anteriores, esta vez parecía ser la definitiva, pero acabamos con otro batacazo. Pero profundicemos en el caso. ¿Que le falta a Madrid para ser ciudad Olímpica? En un mundo en el que la capacidad social de todos los países desarrollados del mundo está en auge tras sobrevivir a una devastadora crisis, España permanece estancada, y digo estancado por no afirmar que cada vez retrocede más y más. Nuestro país se hunde en el denso fango de la economía mundial y no sabemos como salir a la superficie. Es una carrera que solo podemos perder, y lo peor es que se trata de la carrera más importante en la que tenemos que competir ahora mismo, mucho más que conseguir cualquier evento deportivo. España está en ruina, y a esta situación ha llegado por obra de manos diestras y zurdas por su actitud pasiva o directamente inutilidad para sobrellevar la situación. ¿Por qué iba el COI a arriesgarse a conceder un evento de gran magnitud a un país y a una ciudad quebrada? Y más teniendo como contendiente a Tokio. Los japoneses llevan siete décadas demostrándonos su fuerza y solidez en todos los ámbitos. Era una elección clara. Lo peor es que en el mismo punto clave de la candidatura nosotros mismos nos dejamos sin posibilidades, y muchos eran incapaces de verlo. Felipe de Borbón fue el único miembro destacado de la comitiva española, y que provenga de una institución anacrónica para los días que vivimos no debió ayudar. Los que debieron ser los verdaderos representantes fueron precisamente los que más nos hundieron. Y la facilidad con la que el nombre de Ana Botella sale a la palestra es de tono casi satírico. Lo más probable es que los españoles que la hayamos visto representarnos sintamos ahora mismo más vergüenza que ella. Pero no se dejen engañar, que en estos días haya sido y vaya a ser el tema con más chistes de nuestro país no es si no una manera de ocultar nuestra profunda indignación. Ana Botella es el paradigma de nuestro fracaso. Las altas cúpulas no deberían preguntarse que es lo que falta en nuestra propuesta como ser abatidos a la primera, no, debería preguntarse que es lo que sobra, pero aquí todos sabemos ya que esas altas esferas nunca se mirarán a si mismos como responsables. Y para terminar he de decir que jugar al desgaste para conseguir una victoria tantas veces negada ya, no es si no no saber como jugar. Se trata ya de cabezonería y la cabezonería se paga con fracasos cada vez más dolorosos, pues la insistencia sin reflexión solo agota a unos y a otros y eleva el orgullo del cada vez más perdedor.
Posted on: Sun, 08 Sep 2013 09:22:43 +0000
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