Sophia Larga pero buena Sophia no era rara. Solo era una - TopicsExpress



          

Sophia Larga pero buena Sophia no era rara. Solo era una víctima de las malas compañías. Era muy curiosa, eso fue lo que la llevó a donde ahora está. Sophia era mayor que yo por un par de años, ahora debe de estar en la universidad (si es que ya salió de la clínica psiquiátrica donde estaba internada). La conocí cuando me choqué con ella en la biblioteca en la sección de historias de terror. Teníamos cierta adicción a lo desconocido, aunque tal vez ella se haya ido un poco más allá de lo que la sociedad considera normal. A las dos semanas nos hicimos amigas. En la escuela era una buena alumna, discreta, sonriente, tenía amigas y todo lo demás, pero fuera de aquel edificio de piedra era una sombra andando. Según ella, una clase de ser siniestro. Todos decían que era gótica y todo lo demás, pero a mí me fascinaba su forma de ser. Una tarde de Agosto, me llamó por teléfono por la tarde, era sábado. Me pidió que la acompañara. Había un viento espantoso, así que me abrigué y fui a su casa que no quedaba muy lejos de la mía. Su casa era completamente normal, como sus demás compañeras de aula. Entré a su habitación cuando ella me abrió la puerta una vez adentro. Supongo que fue algo un poco aterrador. Adentro había un extraño olor metálico que daba un poco de nauseas dependiendo de que tan sensible eras, hacía frío y habían extraños símbolos en las paredes. Estaban escritos con el crayón rojo de su hermana menor. Tal vez lo cogió mientras la pequeña estaba bailando ballet en su academia. Estrellas y círculos, palabras en otros idiomas y dibujos que a penas podían distinguirse inundaban cada rincón de su habitación, ahogada en una música de gritos potentes que le pedí que bajara un poco, pues no la podía escuchar. Me dijo que quería mostrarme algo. Algo que ni sus padres sabían. Algo que ella llamaba “un secreto macabro y siniestro” Siempre tuvo unos adjetivos muy curiosos para sus pertenencias. Sacó un baúl de su cama. Lleno de polvo, de lejos podría confundirse con un ataúd. Oh vamos. ¿Cuántas probabilidades había que Sophia tuviera un muerto debajo de su cama? Tal vez unas cuantas. Conociéndola bien. Abrió el polvoriento baúl y de ahí sacó una serie de cosas muy extrañas. Una clase de balanza oxidada, un péndulo de plata que estaba igual de polvoriento que el baúl y al final, unos cinco tableros muy extraños. Yo no era estúpida. Sabía que uno de ellos era de Ouija, pero los otros eran más raros todavía. Con más símbolos y extraños dibujos. En una parte del baúl pude distinguir una que otra estatua pequeña, una era de un carnero que tenía las piernas cruzadas y los brazos levantados (pezuñas levantadas). ¿Sabes lo que es esto? me preguntó Sofía y levantó uno de los tableros Un tablero de Ouija dije sin pensar Muy bien murmuró y lo dejó en el suelo. Luego sacó un libro enorme, grueso y mal cuidado. Abrió las páginas llenas de manchas amarillas. Me empezó a picar la nariz. ¿Y sabes lo que es esto? y me mostró el libro. En la vieja página había fotografías de muchas personas, de diferentes edades y razas. Luego de un grupo de chicos, que Sophia cubrió cuando se dio cuenta que los observaba detenidamente. No respondí después de unos segundos. Sophia no respondió y puso todo dentro de un baúl de nuevo, excepto el tablero. Quise correr, pero sabía que no podía hacerlo así por más, tenía que crear una excusa. Algo para salir de aquella siniestra habitación. Sophia tengo que irme le dije No. Yo te llamé y te vas a quedar. No tengas miedo. No te voy a hacer nada Sophia por favor es tarde, tengo que irme ¿Me tienes miedo? No, no es eso en serio tengo que irme ¿Por qué te asustas de mí? ¿Soy tan mala? ¿Soy tan aterradora? ¿Por qué? No me asustas Sophia, solo tengo que irme. Volveré en otra ocasión pero por favor déjame ir. Sophia se quedó en silencio y me mostró el tablero de nuevo. Ibas a ser como yo, amiga mía. Te iba a incluir dentro de los de mi clase. Pero eres débil. Eras perfecta pero mostraste debilidad ya no puedes… íbamos a enseñarte a usar todo esto, enseñarte tantas cosas… hizo una pausa y me clavó la mirada. Tuve escalofríos –Olvida que viste todo esto, bórralo de tu mente, no me obligues a lastimarte Asentí. Sophia estás loca, pensé. Estas loca de remate como puedes hacer esto. Sophia se levantó y abrió la puerta. Cuando salí sentí como podía respirar de nuevo. Aquella habitación era completamente agobiante. Ni siquiera sé porqué olía a metal ahí adentro. Sophia me llevó a casa esa tarde. Nunca la vi como antes, ahora tenía cierto miedo. Pero no de esos miedos que los niños le tienen a los payasos o al famoso cuco. Era ese miedo a que volviera a llevarme a casa o que me mostrara sus extraños aparatos de nuevo. En una ocasión encontraron un frasco dentro de su casillero que llevaba algo parecido a un hígado, Sophia dijo que era para la clase de biología pero su maestra juraba que era humano. La madre de Sophia tuvo muchos problemas con eso. Aunque no se lo van a creer (estoy segura que no se lo van a creer) Sophia estudiaba en un colegio altamente religioso, sus padres eran misioneros, la casa se le había vendido un pastor y así era toda su vida. Rodeada de religión. Pero ella había salido como la oveja negra de la familia, como un punto de sangre en el mantel. Algunos comentaban que era el mismísimo demonio, pero no, yo podía pensar que estaba algo mal de la cabeza pero no era el demonio. Sophia no. O tal vez sí y nunca me di cuenta. Tres semanas después de la experiencia de la habitación prendí el televisor un domingo por la mañana. Apareció que la noche anterior habían encontrado a un grupo de jóvenes haciendo un ritual satánico en pleno cementerio. Tenían a tres conejos, dos de ellos estaban desmembrados y destripados. El otro conejo pudo salvarse. Cuando pasaron las fotografías de las personas que estaban presentes en el ritual, pasaron la fotografía de Sophia. No pude comer ni concentrarme el resto del día. No la volví a ver desde ese día pues la sacaron del colegio, sus padres horrorizados la internaron en una clínica psiquiátrica y no se si ya ha salido. Pero nunca olvide aquella habitación, ni aquellos tableros ni símbolos ni la asesina mirada de Sophia cuando estaba molesta. Me imagino a sus padres, la decepción, el miedo a su propia hija. ¿El demonio? Ahora que lo pienso tal vez lo sea, o tal vez no. Nadie sabe pero Sophia no volvió a comunicarse conmigo, el colegio evadió el tema de conversación y dejaron de pasar la noticia por televisión. Tiempo después inauguraron una galería al frente de mi casa. Fui a visitarla por pura curiosidad y encontré en una vitrina una de las estatuas que Sophia había tenido. El muchacho que estaba de espaldas giró a verme y lo reconocí. El había estado en la fotografía, en el reportaje, estaba suelto, contento y libre. Mientras Sophia recibía medicamentos en una fría y solitaria habitación blanca. Le pregunté por la estatua, me dijo el precio. ¿Dónde la consiguió? Una conocida me la regaló. Hace mucho tiempo. ¿Por qué preguntas? No contesté y me fui. Poco a poco, cuan iba explorando la galería encontraba más cosas que Sophia había ocultado. Cosas escalofriantes. Tiempo después escribí sobre aquel lugar pero no nombre a Sophia a nadie más. Sophia, Sophia… Sophia. Tal vez siga internada tal vez no. Pero lo único que se es que no la veré en mucho tiempo. Ni a ella ni a su baúl ni a sus frascos con órganos dentro. En ocasiones escucho su voz en clase de biología. ¿Será que en realidad ella era el demonio?. Slendy
Posted on: Mon, 02 Dec 2013 16:49:27 +0000

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