Su cuerpo mutilado recorrió México de horizonte a horizonte. - TopicsExpress



          

Su cuerpo mutilado recorrió México de horizonte a horizonte. Nada se sabía de él, sólo que no paraba de caminar en espacios abiertos, así fue como su fama llegó a nuestros oídos. Una noche fuimos a cenar a casa del Sr. Zedlav, quien organizó una velada donde se dieron cita poetas y escritores de todos lados, ahí lo conocimos. Su conversación circunscrita al tema de la muerte fue lo que sedujo nuestra atención. Jade y yo sosteníamos una relación cercada por parámetros muy convenientes: Nos casamos para heredar sin contratiempos la fortuna que la tía Uva -señorita quedada por parte de la familia de mi esposa-, nos prometió una noche de agosto, mientras la fiebre nos la arrebataba de los brazos. Él, solícito nos inquirió: -¿Existe otra cosa más espantosa que vivir atado a preceptos? El Sr. Zedlav era dueño de una Casa de Cultura como pocas: un jardín finamente acondicionado para tertulias nocturnas ocupaba la tercera parte de la casa; el área destinada para las exposiciones era un sitio amplio, con un techo muy alto y cortinas corredizas terminadas en cristal. La colección de cuadros donados a lo largo del tiempo por pintores de toda talla desorbitaba los ojos; la música invadía cada rincón, cada conversación ahí contenida; y los torrenciales vientos que adentro hacían el amor no esperaban ni permiso ni llamado para entrar y hacerse uno en el encuentro arremolinado. Además de ser hijo único, el Sr. Zedlav era un estudioso obsesivo de robótica avanzada, había heredado una considerable fortuna por parte de su madre y aunque la pobre había muerto suplicando verlo, éste continuó impartiendo su ciclo de conferencias en la universidad californiana cuando ella expiró pronunciando su nombre tres veces, una seguida de la otra: la frialdad de sus determinaciones era tajante, su soberbia no lo era menos. Cuando le preguntaban por el trágico final de su madre y la soledad obtusa en que murió decía que todos moríamos como a lo largo del tiempo determinábamos. Y para cerrar cualquier especulación referente al asunto de su madre, arremetía contando el pasaje de la noche en que al llegar de una mega parranda de tres días, su madre, lo encerró en el sótano de la casa durante otros tres días sin comida ni agua. Nadie atinaba a indagar detalles, sólo él y ella, tres metros bajo tierra, sabían si lo que contaba era o no cierto. Fragmento de La llave mágica es un mito de Oralia Ramírez Cruz.
Posted on: Wed, 14 Aug 2013 16:19:16 +0000

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