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Te comparto este fragmento del artículo de Octavio Rodríguez Araujo: En México no tenemos la amenaza de una ultraderecha fascista (de la que me ocupo en mi próximo libro titulado Derechas y ultraderechas en México), pero sí de grupos violentos (dizque anarquistas) infiltrados en los movimientos sociales para desprestigiarlos, para crear sentimientos en su contra y para “obligar” al gobierno de la República (y a algunos estatales) a usar mano dura contra la disidencia, especialmente popular. Digo especialmente popular porque también hay disidencia entre los empresarios, pero éstos —como siempre— son y serán tratados bajo la consigna de la concesión posible para que estén contentos e inviertan en el país en lugar de hacerlo en el extranjero. Los neohalcones mexicanos, no son muy diferentes de los brasileños analizados por Eric Nepomuceno en estas páginas el pasado 13 de octubre: “grupos que salen a las calles destrozando todo lo que esté a su alcance. Así, el impacto de manifestaciones multitudinarias se desvanece mientras empieza a predominar el rechazo de la opinión pública a la actuación de grupos cuyos propósitos nadie parece entender.” Y añadió identificándolos: “Son los black blocs y han comprobado su poder de llamar la atención. La gran prensa los califica de vándalos. Ellos se definen como anarquistas que luchan contra el sistema.” (Las cursivas son mías). Como se sabe, los black blocs destacaron en Seattle en 1999 y a muchos se les olvida que se tomaron de la mano con los neonazis del Anti-Globalism Action Network (AGAN) en esa ciudad para luchar en contra de lo mismo: la cumbre de la Organización Mundial de Comercio. Los neofascistas, como ya señalé, también están en contra de la globalización y de los grandes capitales. Y, no lo olvidemos, al igual que sus antecesores fascistas y nazis, también rompen vidrieras y usan la violencia por la violencia misma. ¿Los extremos se juntan o simplemente nadie sabe para quién trabaja en última instancia? En Europa tienen a los neofascistas y acá tenemos a supuestos anarquistas o anarquistas sin supuestos. Sin embargo, ambos conjuntos tienen una diferencia muy importante: los neofascistas forman partidos y compiten (con éxito creciente) en elecciones, los anarquistas (reales o supuestos) no: están en contra de todos los partidos (aunque al PAN y a Calderón apenas lo tocaron en su discurso y en sus actos), en contra del capital y sus (para ellos) símbolos y, sin embargo, no se expresan igual en las manifestaciones de movimientos u organizaciones consolidados. ¿No es curioso que se dejen ver y actúen en donde se sabe que hay protesta pero no organización? La marcha del 2 de octubre, hasta donde sabemos, no fue convocada por una organización sino por todos para todo aquel que quisiera asistir, y aun así los vándalos (anarquistas o no, repito) actuaron en sus márgenes, a los lados e incluso a cuadras de distancia, casualmente en casi los mismos lugares donde lo hicieron el primero de diciembre del año pasado. La paradoja es que el PRI gobierna y no hay indicios de que piense ceder lo que ha ganado desde 2007. Parte de esta paradoja es que los partidos de oposición se desprestigian solos, sin necesidad de infiltrados de alguna especie. Y, finalmente, como parte de esta paradoja, es que los sedicentes anarquistas no formarán partidos sin contradecirse, por lo que todo lo que hacen sirve de poco salvo ser repudiados por la sociedad. ¿Creerán de veras que pueden cambiar el mundo sin tomar el poder, sin identidad y coordinándose con teléfonos celulares? rodriguezaraujo.unam.mx
Posted on: Fri, 18 Oct 2013 01:09:10 +0000

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