“Tiempos de poder” El joven coronel pasó su mano por el oscuro pelo y miro el reloj en su muñeca.Un viento proveniente de las históricas colinas -aquellas mismas de Romulo y Remo- habían generado una suave y calida brisa que le habían movido un mechón de su cabello asegurado con gomina. La impaciencia no era parte de su condición de hombre, de todos modos volvió a mirar el reloj, como buen hombre de armas no toleraba la impuntualidad. Las luces de la legendaria ciudad de los césares iluminaban las calles empedradas, el descapotable se movía por ellas como una tortuga de hierro, adoquines grises impregnados de traición y muerte. El cochero saludó en italiano y un militar de bajo rango pidió disculpa por la demora, abrió la puerta del auto y con un gesto invito a subir al coronel. Éste con una sonrisa casi dibujada bromeo y después subió al coche: _No se preocupe mi amigo para puntuales están los británicos, prefiero esta demora, eso me da la idea de que en Italia todavía hay mucho por hacer. El conductor y el acompañante estaban hipnotizados por el camino conducían y no hablaban. El coronel PERÓN quien años mas tarde seria indiscutible bisagra de la historia argentina contemplaba desde hacia tiempo la Italia de Benito Mussolini. Hasta ese país del viejo mundo había sido enviado el joven coronel como agregado militar, su renombrado prestigio en la carrera de las armas hacía posible tal circunstancia. El auto se detuvo, Perón abrió la puerta y bajo solo. Saludó con un abrazo al chofer y al acompañante; y dos tipos con aspecto de rudos que lucían ajustadas camisas negras, lo acompañaron por un sendero iluminado hasta la entrada de la mansión.Una mujer con un prominente escote saludo al joven Perón y lo invito a pasar, la voz del “Duce” sonó clara desde adentro de la casa: _adelante coronel, Margarita haz pasar a ese hombre. La mesa no se hizo esperar el buen vino de la región y la calida comida logro distender a ambos, demás estaría decir que el eje de la conversación durante la cena fue la política. Pero cuando la mujer de prominente escote --quien no era otra que la amante de Mussolinni- trajo el postre, el “Duce” contó una curiosa anécdota: _ ustedes saben yo cuando niño vivía en un pueblo de montaña con este inmenso mar que golpea en los riscos como en casi toda la costa de este bello país que tanto amamos y defendemos con lo mas preciado; o sea nuestra vida_ hizo una pausa y siguió: _ mí madre era maestra, mi padre un buen hombre, herrero de profesión pero había algo que preocupaba sus modestas y limpias vidas; yo, el benjamín, no hablaba una sola palabra. Noches desveladas discutiendo que diablos pasaba conmigo, quince años y no hablaba una palabra. Tomó a la amante de la mano y una risa exagerada logro poner serio a Perón, luego tomo un trago de vino y el relato continuó: _ me llevaron donde atendía un prestigioso medico venido de Milán, el hombre era alto morocho su imagen nunca se me olvido, me examinó, me preguntó una serie de cosas tontas y llamo a mi madre, la miro, la tomo por los hombros y sonriendo con gusto le dijo: _ no se aflija buena mujer, si este jovencito no habla ya lo va a hacer; y cuando lo haga no se si podrán hacerlo callar. La anécdota dejo un tanto tieso al joven coronel, la madrugada invadía a esos dos hombres sentados en sillones diferentes junto al fuego de un hogar a leña, la sombra en la pared los encontraba brindando con brandy francés y saludándose afectuosamente: _la verdad que ha sido un gusto coronel Perón y recuerde “no hay que precipitarse en los tiempos que corren el poder es para hombres fuertes y usted es uno de ellos”. El coche que transportaba al coronel Perón se detuvo, saludo al bajar con un gesto amigable cuando una gota rozó su rostro. Desde las históricas colinas el viento anunciaba la inminente tormenta.
Posted on: Sun, 20 Oct 2013 00:32:28 +0000