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Tp160713 Teo RN TRANSPARENCIA POLÍTICA Por Erwin Macario* erwinmacario@hotmail Los libros de Teo (1) Visité entonces la librería del Fondo de Cultura Económica, situada enfrente del malecón, y al lado del museo de Tabasco. Era una librería que colocaba los libros en mesas con breves cercados de madera o metal, como si fueran cunas de bebés. El cliente llegaba y se ponía a espulgar para ver qué encontraba. Ahí obtuve El viejo y el mar de Ernest Hemingway, Rojo y negro de Stendhal, Madame Bovary de Gustave Flaubert… y Cantar de ciegos de Carlos Fuentes. Teodosio García Ruiz/ Mi diario con Carlos Fuentes El sábado caí por el tiradero de la Escalera del Arte. Un joven pidió a Pedro Luis Hernández un libro de Carlos Fuentes. Entre las decenas de volúmenes tirados sobre las dos mesas que apenas los contenían, Pedro —en un acto de taumaturgo más que de librero– extrajo Tiempo mexicano, editado en 1971, por Joaquín Mortiz, recopilación de artículos periodísticos. Uno de los veinte libros del autor de otras obras de ensayo sobre la novela, la política y lo social. En esa pirámide de papel y tinta era el único libro de Fuentes. Y debieron haber más pero el dueño de esa biblioteca hoy en manos de la suerte, el Gran Teo, quizá no dejó más libros de Carlos, uno de sus autores preferidos. O ya están en manos de algunos amigos que se le adelantaron a Pedro Luis. Novelas como La región más transparente, Las buenas conciencias, La muerte de Artemio Cruz, Aura, Zona Sagrada, Cambio de piel (que a mí me regaló mi gran amigo Juan Cacep Peralta, RIP) y Gringo Viejo, por mencionar algunas de la otra veintena de obras de Carlos Fuentes debieron formar parte de la biblioteca de Teo, un amante profundo de la lectura. El encuentro con los libros de Teo me hizo recordarle intensamente. Esta vez por sus lecturas. Tal vez este texto sea tarea atrasada para Juan de Jesús López, que me ha pedido algo sobre el poeta tabasqueño fallecido en noviembre de 2012. En un artículo que leí, más para deleite que para hacerle correcciones para la revista Presencia, de diciembre de 2009, Teo habla de su amor a la lectura. En especial de Carlos Fuentes, que se le adelanto sólo seis meses en el viaje al infinito. “Carlos Fuentes es un escritor de esencias culturales. No porque sea esencial. Sí porque es fundamental... para mí. Es un autor viejo, rancio, lejano, cercano, próximo y prójimo. Empiezo a redactar estas notas de lectura como si recordara mi vida de lector, al tiempo que recupero los ambientes y motivaciones por las que experimenté algún acontecimiento banal, pero que tiene relación con un libro de este autor, con la lectura o no de sus historias, sus noticias, o la sola visión de un libro suyo en el aparador de una librería, biblioteca rural o un ambiente recordado por alusión o intertexto”, dijo Teo en ese bello texto que tituló “Mi diario (de lecturas) con Carlos Fuentes (Fragmentos)”. Esta vez, en recorte obligado, diré que Teo inició sus lecturas en el primer grado de la escuela secundaria estatal Benito Juárez, de Villa la Venta, Huimanguillo, donde “la maestra Chepina, hija de un sargento y hermana de un condiscípulo mío es la bibliotecaria”. Y explica: “Atrás de su figura y escritorio hay dos estantes llenos de libros que a su vez están tras unos cristales empañados y con algunas calcomanías. El aula es grande, un poco más grande que un aula regular y los ventanales rotos dejan ver con claridad las azoteas de casas vecinas, el galerón sin techo del cine de húngaros, el camino sin pavimentar que da a la carretera de acceso principal a la Villa; la parte frontal de la fábrica de hielo, y la bodega del expendio de cerveza que es propiedad de don José Sevilla Figueroa”. Allí, Chepina “bebe su café y me dice que le cuide los libros mientras baja a la dirección y me quedo a mis anchas. Exploro los dos estantes y abro uno y tomo un ejemplar: La música en Cuba de Alejo Carpentier, editorial Fondo de Cultura Económica...no. Otro: El hombre, de María Zambrano...no. Otro: El llano en llamas, de Juan Rulfo...no. Otro: La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes...no. El laberinto de la soledad de Octavio Paz...no. Otro: ¿Águila o sol? de Octavio Paz...no. Otro: Libertad bajo palabra, de Octavio Paz...no. Otro: Juan Pérez Jolote... no. Otro: Canasta de cuentos mexicanos de B. Traven, este sí”. A Carlos Fuentes lo halla de nuevo en la escuela secundaria técnica número 25, en el municipio de Cunduacán, Tabasco: “Estaba en tercer grado y leía a veces con desgano las lecciones del libro de español para el tercer grado de Idolina Moguel. No porque las lecciones fuesen aburridas sino por la profesora que nos conducía en esta asignatura. Recuerdo con deleite la “Oda al tomate” de Pablo Neruda, el fragmento “Ése animal”, de Miguel Ángel Asturias, Madre coraje y sus hijos de Beltroch Brecht, y Aura, de Carlos Fuentes”. Teo confiesa: “No recuerdo con precisión el fragmento pero sí la forma de narrar en segunda persona, lo que nos permitió a varios amigos y amigas, narrar ciertos textos con la distancia de impersonalidad que puede dar este procedimiento”.
Posted on: Tue, 16 Jul 2013 22:41:41 +0000

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