¿UN DIOS DIFERENTE? Hemos afirmado repetidas veces que Jesús - TopicsExpress



          

¿UN DIOS DIFERENTE? Hemos afirmado repetidas veces que Jesús presenta un Dios diferente al Dios oficial de la religión judía de su época. Conviene aclarar en qué es y en qué no es diferente. Jesús no se presentó ante sus contemporáneos como un pensador, un filósofo o un teólogo. El desempeña el papel de profeta y consiguientemente se mete dentro de esta tradición concreta y se relaciona con sus oyentes dentro de un horizonte común. Por ello la oposición entre Jesús y los representantes de la religión oficial no se da en el plano doctrinal. En la teoría están los dos de acuerdo. Si él dice que Dios es bueno, también lo dicen sus adversarios; si piensa que es único, también ellos; si cree que habló a Abraham, a Moisés y a los profetas, ellos están de acuerdo; si no duda de que Israel es el pueblo de la Alianza, ellos comparten esta misma convicción. Más aún, Jesús habla de Dios como de un Dios misericordioso, cercano a los humildes; los fariseos y saduceos no rechazan tampoco esta opinión. Los dos atribuyen a Dios las mismas cualidades. Sólo queda, pues, un camino para comprender la base de la oposición entre Jesús y sus adversarios: su comportamiento. Los adversarios de Jesús, escribas, fariseos y saduceos, nunca se habían imaginado que Dios no fuera bueno, que no fuera misericordioso, que no fuera libre. Pero si se abandona la teoría sobre Dios y se pasa a definir el comportamiento de Dios hacia los hombres, entonces la oposición entre fariseos y Jesús es evidente. En el combate de Jesús, se trata de Dios, no de una doctrina sobre Dios. Esto exige considerar como base de toda interpretación de las palabras de Jesús a su acción, ya que en ella es donde aparece un papel social distinto de Dios. El debate entre Jesús y sus opositores recae sobre la manera con que se mezcla a Dios en los asuntos humanos. Veámoslo en un caso concreto. Pregunta Jesús a los fariseos delante de un paralítico: "¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal; salvar una vida o matar?" (Mc 3,4). Jesús nunca plantea una cuestión general. No pregunta si es lícito curar a un enfermo. En esa pregunta en general estarían todos de acuerdo. Como por ejemplo, están de acuerdo todos los movimientos políticos, en buscar la libertad y el bien del pueblo, así en general. Nadie está en contra de la bondad y misericordia de Dios. Los problemas vienen cuando los principios generales se aterrizan en cosas concretas: Curar "en sábado", día consagrado exclusivamente al honor de Dios. Los fariseos y Jesús estaban de acuerdo sobre las cualidades de Dios. Pero aquéllos desconocían y despreciaban de hecho a Dios, porque lo querían honrar justamente como Dios no quiere ser honrado. Estar de acuerdo sobre las cualidades de Dios no significa estar de acuerdo sobre el conocimiento real de Dios. La honra de Dios no está en la perfección abstracta de la Ley. Honra a Dios aquél que, abofeteado, no trata a su enemigo como ofensor; lo honra aquél que no arrastra ante el tribunal al deudor pobre y no vacila en seguir haciéndole favores, lo honra el que atiende al pecador, el que comprende a la mujer adúltera. El conocimiento de Dios no puede comprenderse fuera del efecto liberador que produce. El conocimiento de Dios invocado por Jesús no puede separarse de su acción: "Quien me ve a mí, está viendo al Padre" (Jn 14,9). Jesús combatió contra la "ideología" que organizaba y justificaba la dominación saducea y farisea. Combatió contra ella, no porque juzgase erróneos los principios doctrinales de los fariseos, sino porque consideraba intolerables los efectos destructores de su religión. En este sentido el Dios de la religión oficial de la sinagoga no era el Dios de Jesús. Jesús no atacó la idea de Dios que esa religión transmitía, sino que se rebeló contra el carácter opresivo que el uso concreto de esa idea producía en Israel. Si el Dios proclamado y venerado no libera, ese Dios no es el Dios de Abraham, de Moisés y de los profetas. A Dios se le honra en donde se hacen libres a los hombres de cualquier pecado. El pecado contra el Espíritu (Mc 3,29) consiste precisamente en confundir el acto liberador de Dios con el acto esclavizador de Satanás. A Jesús le apasiona el combate por la libertad de Dios. No le gustan las discusiones doctrinales. La doctrina abstracta sobre Dios puede servir de excusa para oprimir. Eso es lo que Jesús reprocha a escribas y fariseos: quieren encadenar a Dios a sus propios intereses y lo usan como razón para oprimir y despreciar a los demás. Jesús emprende el combate contra el carácter opresor de este tipo de religión. Jesús se distinguió irremediablemente de los maestros en religión porque implicaba a Dios en la sociedad y en la misma religión de una manera distinta. Era su acción, el comentario que hacía de ella, y su invocación al Padre en medio de ella, lo que comprometía a Dios. Jesús lo comprometió de tal manera que puso al descubierto su poder liberador hasta en donde se consideraba intocable la ley Divina. Jesús pagó con su sangre esta opción que había hecho por un Dios liberador. Y es preciso reconocer la lucidez de sus adversarios, que supieron comprender tan pronto sus consecuencias sociales y religiosas.
Posted on: Sat, 07 Sep 2013 16:37:22 +0000

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