UN RÍO SIN ALMA Cuando leí por primera vez El Bosque Animado no - TopicsExpress



          

UN RÍO SIN ALMA Cuando leí por primera vez El Bosque Animado no pude menos que trasladarme con el pensamiento al río de mi pueblo. Era el primer libro que leía de Wenceslao Fernández Flórez, después leí, creo que todo, desde El Hombre que Compró un Automóvil hasta el divertido El Sistema Pelegrín. De El Bosque Animado recuerdo algunos pasajes, como el de la competición que hacían las truchas entre sí para arrancar el cebo del anzuelo sin quedar enganchadas en él y algunas llevaban la marca del éxito con el labio desgarrado en el intento. Hace unos días en mi caminata matutina diaria vi una culebra despanzurrada en la carretera, aplastada por un automóvil. Dicen los expertos en estos temas que los reptiles, al ser animales de sangre fría, aprovechan las últimas horas de luz para coger el calor que les proporciona el asfalto y que es en esas horas en las que suelen ser aplastadas por los vehículos. Para los políticos es todo lo contrario, mientras aprovechan el calor de los distintos Parlamentos es cuando son inmunes a cualquier peligro (que no se preocupe quien haya leído hasta aquí, va a ser la única referencia a la política). Con la introducción quiero decir que, como yo entiendo el libro El Bosque Animado, el alma, o como cada uno quiera llamarlo, de cualquier lugar la componen los seres humanos, la fauna y el medio en el que habitan. Un día cambié mi paseo matutino a vespertino y la ruta de Las Chorreras por la del río, alguien me dijo que era un paseo muy agradable ¿?. Desde la Huerta de Santa María hasta la Presa. La primera decepción surgió nada más pasar el último recodo del camino que conduce al río. Sobre las ruinas de la antigua Fábrica de la Luz se erguía, destartalada, la torre del transformador, del resto solo escombros. A la izquierda, sin embargo, se había construido una calzada de piedra para facilitar el acceso a la Fuente de la Teja, menos mal, Antonio Rojas me había comentado que la última vez que estuvo él, a pocos metros del manantial, encontró el cadáver maloliente de un burro. Antes de llegar a la Fábrica, o Fabriquilla, de la Luz, del pequeño huerto en el que tantas veces jugué con mi amigo Miguel, uno de los cinco hijos de José Pascual, el encargado del mantenimiento de la Central Eléctrica, solo quedaba en pie parte del pequeño murete, levantado con piedras, que lo separaba de la acequia, también desaparecida. El vado en el que cazábamos con red y cimbel, o pescábamos con una rama de almendro como caña de es inexistente o invisible por la jungla en que se han transformado las orillas del río. La primera mala noticia que recuerdo haber recibido en Madrid fue a través de la carta que recibió mi padre de José contándole el accidente que había sufrido Miguel en el taller o la fragua en la que trabajaba. La vivienda que otrora habitaran José, su esposa y sus cinco hijos ahora es una ruina sobre la que lamentarnos los que alguna vez disfrutamos de su hospitalidad. Más adelante veo que Las Escalerillas del Diablo han sido acondicionadas en su tramo final y en el meandro del río que termina de dibujar la cimitarra, en algún sitio lo he oído o leído, que conforma éste a su paso por Alhama, de nuevo la decepción. La Enchinada o Enchiná es un bosque de plantas y matojos y no me puedo imaginar que en aquel lugar lo habitaran ranas, renacuajos o “cabezúos” y zapateros tejedores. Ni siquiera pude ver la viga de hierro encastrada en la piedra que formaba la pequeña presa para desviar la acequia hasta la Fábrica de la Luz y que una avenida la dejó retorcida cual púa de El Peine del Viento, obra maestra¿? de Chillida. La fachada del Molino Pintado hay que imaginarla desde la orilla de enfrente y cuando cruzas el puente y la ves...al igual que la del resto de molinos hubieras preferido no verla, a excepción de La Purísima, una pequeña alegría. Bajo el conducto de chapa que servía para que la acequia cruzara el río de orilla y llevar el agua al Molino Pintado el río es una balsa de agua estancada, es difícil de creer que allí bebíamos agua al mismo tiempo que nos bañábamos. Del Riachuelo hasta La Trucha el panorama no cambia, no me imagino a las truchas y cangrejos habitando allí. El panorama por abajo es tan sombrío que hay que mirar hacía arriba y la visión colosal de los tajos reconforta...aunque ...no sé...echo en falta algo ¡ah, sí! el alma. Porque Los Tajos tenían alma, casi todos sus huecos estaban habitados por grajos, palomas y otras aves, hoy testimoniales...y así hasta La Presa, donde en sus aledaños y río arriba, los cortijos, naves, chalés y construcciones en general se han multiplicado ¿por cinco, por diez o por veinte?... si no hubiera estallado la famosa burbuja seguramente se hubiera construido una urbanización con alma...pero diferente. Habrá quien diga:”Es el precio que hay que pagar por el Progreso?” Y será mentira. La prueba está en la foto de los tajos en el siglo XIX, publicada hace unos meses por Silverio, que más que Los Tajos parece un paisaje lunar, comparándola con cualquiera de los años cincuenta o sesenta , también en blanco y negro. Para mi la culpa no es del Progreso...pero prefiero no señalar...ya dije antes que hoy no iba a hablar de política.
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 20:58:34 +0000

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