Un suspiro. ¿Cómo fue que caí? ¿Cómo fui que te vi? Tan sólo sé que al final de una mirada me encontré a la mitad de un suspiro. Apenas fue necesaria un instante para abatir mi arrogancia. Tu aparición repentina fue suficiente para acabar con mi aliento. Fue una parálisis momentánea. Se trató de una revelación contundente, una verdad que quedaría grabada en la intimidad de mis deseos. Ese suspiro fue una antesala, el aviso irrecusable de que la batalla estaba perdida. Marcaba el fin de mi vida tal y como la conocía. Señalaba también un nuevo norte, las nuevas coordenadas del firmamento, el reacomodo de las constelaciones de mi cosmos. Un suspiro es un tamiz a través del cual el individuo aparta como superfluo todo aquello que es extraño al ser deseado. Quien suspira busca apropiarse en una inhalación del Otro, de incorporarlo a sus insumos vitales. Quien desencadena un suspiro no es sólo un objeto del deseo, no es sólo el percutor de un arrobamiento inexpresable, sino que es también la aurora de un nuevo día. Se trata del estremecimiento intempestivo que da lugar a la vida, el motor de la creatividad desafiante, la tierra fecunda sobre la que crece el ingenio audaz. Pero al final de cada suspiro hay una exhalación. Se trata del fatal descubrimiento de que lo amado nos es ajeno. La vida que desfallece ante esta irresoluble incompletud. Y sin embargo, es también una promesa: la promesa inquebrantable de llevar hasta sus últimas consecuencias el arte de la seducción. JAC.
Posted on: Wed, 28 Aug 2013 02:37:54 +0000
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