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Una fiesta privada Agencia Reforma / Guadalupe Loaeza Ciudad de México, México (3-Sep-2013).- 04:41 AM Fecha: septiembre 2 de 2013 Hora: 10:00 a.m. Lugar: Los Pinos Anfitrión: Enrique Peña Nieto Motivo: Primer Informe de Gobierno Invitados especiales: aproximadamente mil Mientras en Los Pinos se llevaba a cabo una fiesta por los primeros nueve meses de puros logros por parte del anfitrión, afuera en la calle la gente estaba muy enojada. Los más "encabronados" sin duda eran los maestros de la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación). Ellos seguían, después de casi 10 días, con su plantón en el Zócalo (aunque los primeros llegaron desde mayo). Mal comidos, mal dormidos y mal vestidos comentaban entre sí la próxima movilización nacional en 22 estados del país para el miércoles 4 de septiembre. "Nos traicionaron", opinaban algunos entre dientes, mientras bebían un café caliente hecho por ellos. El Senado empezaba a ser resguardado con un cerco de seguridad impresionante. Más de mil 500 elementos custodiaban las calles del Centro Histórico. La víspera había habido un enfrentamiento entre los que protestaban por esta fiesta y los granaderos. Mientras tanto en la residencia oficial seguía la fiesta. Todos los invitados habían llegado puntualmente, muy peinados y trajeados. Muchos de ellos habían estrenado camisa, habían mandado su traje a la tintorería, se habían puesto la mejor corbata que tenían en su guardarropa y hasta habían ido a la peluquería. Sus rostros de satisfacción y sus amplias sonrisas los delataban. Era evidente que se sentían orgullosos y sumamente privilegiados por haber sido invitados a un acontecimiento tan importante. Ellas, las invitadas, también se veían felices. Perfectamente bien vestidas, peinadas, perfumadas y "restiraditas", saludaban a los invitados más importantes con absoluta familiaridad. "Hola, Manlio, ¿cómo estás?". "¡Ay, Emilio, hacía años que no te veía!". "¡Estás igualito, Diego. Los años no pasan por ti", etcétera, etcétera. Pero de todas, la más guapa, discreta y bien vestida, era la esposa del anfitrión. En realidad, todos los invitados se conocían desde hacía mucho tiempo. Muchos de ellos eran los mismos que habían asistido a otras fiestas celebradas también en Los Pinos. Es cierto que durante 12 años los dos anfitriones habían sido de otro partido, sin embargo para esta fiesta habían invitado a los mismos empresarios, dueños de televisoras, banqueros, gobernadores, diputados, periodistas, líderes sindicales, militares, representantes de algunas iglesias, académicos e intelectuales, todos deseosos de que el anfitrión los saludara personalmente (había uno que otro por allí masticando chicle). Era como si no hubiera pasado el tiempo. Todo seguía igual. El mismo entusiasmo, la misma frivolidad y la misma lambisconería. Era una especie de regreso al pasado. Afuera en la calle, continuaban los mismos pobres, los mismos desempleados y las mismas protestas. Nada había cambiado, especialmente en lo que se refiere al discurso de bienvenida del anfitrión: el mismo estilo, el mismo triunfalismo y el mismo autoelogio que los anfitriones de otros años pasados: "La riqueza y las oportunidades ya no deben seguir siendo privilegio de unos cuantos". "Hoy hemos optado por la ruta de la transformación". "No es una ruta sencilla: habrá obstáculos y las resistencias son consecuencia natural. Pero lo importante es no perder de vista el objetivo". Como el anfitrión era muy importante y poderoso, todos los invitados aplaudían con fervor. "¡¡¡Clap, clap, clap!!!", se escuchaba por todos los jardines de la residencia. Tal vez muchos de ellos no estaban de acuerdo con las palabras del anfitrión, pero no importaba, había que aplaudir y aplaudir fuerte para que todos los demás se dieran cuenta que había consenso y que había que disciplinarse. Como se encontraban presentes todos los medios electrónicos, se tenían que lucir y verse muy civilizados. ¡Faltaba más! No obstante, el anfitrión había pasado unas semanas antes por una operación quirúrgica; se veía más joven y más sano que nunca. Para ello, tal vez un imagólogo (especializado en imagen) le recomendó cubrirse sus pocas canas, no vayan a pensar los medios que está cansado y que aún se encuentra en convalecencia. Lo que no le dijo el especialista fue que evitara un nudo de corbata (plateada y demasiado rígida, como las que usaban los testigos de las bodas importantes de los años ochenta) tan grueso, lo cual ya no se usa. El imagólogo tampoco se fijó que el anfitrión tenía las mangas de la camisa inmaculada demasiado largas; esto se notaba más cuando tenía los brazos bajados, lo cual lo hacía verse más bajito. "En México hay rumbo claro", decía el anfitrión. "¡¡¡Clap, clap, clap!!!", aplaudían los invitados, queriendo creerle de todo corazón. "Se tienen más y mejores herramientas de inteligencia". "Para alcanzar un México en paz es indispensable tener una coordinación efectiva entre órdenes de Gobierno por encima de los orígenes políticos". Eran tantos los aplausos y tanta la aprobación por parte de los invitados hacia su anfitrión, que por un momento temimos que alguno de ellos se pudiera infartar. En tanto la fiesta privada en Los Pinos continuaba, la prensa extranjera daba cuenta de su versión del acontecimiento. Por ejemplo, Associated Press apuntaba que "nueve meses después... el nuevo México se parece en mucho al viejo. Las proyecciones de crecimiento económico cayeron a la mitad. Las calles están llenas de manifestantes antirreforma... las muertes relacionadas con la droga bajaron, dice el gobierno sin publicar las estadísticas. Pero el secuestro y la extorsión, crímenes que afectan a los ciudadanos de a pie y que Peña Nieto prometió atacar, están en alza". Por su parte, afuera en la calle, los maestros seguían gritando: "¡traidores, traidores!". gloaezatovar@yahoo
Posted on: Thu, 05 Sep 2013 05:55:04 +0000

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